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Ubicaciones
Portus Victoriae Iuliobrigensium fue un puerto fundado por los romanos en la costa Cantábrica cuya existencia aparece documentada por Plinio el Viejo en su obra Naturalis Historia. No se conoce a ciencia cierta su fecha de fundación, ya que se especula que fue durante el transcurso de las Guerras Cántabras (evidentemente no se llamaría del mismo modo) o al finalizar las mismas, de ahí su nombre actual. Al igual que con su fecha de datación, aún no está muy clara su ubicación exacta, ya que existen dos teorías bastante aceptadas que lo localizarían o bien en Santander o bien en Santoña. Diversos autores, entre los que destaca Joaquín Gonzalez Echegaray, apoyan el nexo entre Santander y Portus Victoriae con los siguientes argumentos:
No olvidemos la gran cantidad de restos arqueológicos encontrados en Santander, sobre manera en el área del cerro de Somorrostro donde se ubica la Catedral. El nombre de este cerro procede del término latín"summum rostrum" lo que traducido vendría a ser "promontorio mayor". En base la etimología de este término se asocia la localización de una posible edificación de gran relevancia, apoyado esto con el descubrimiento de las termas romanas en el interior de la actual Catedral. En este yacimiento se han encontrado varias estructuras termales y muros de contención, además del material numismático entre los que destacan un sestercio del emperador Trajano y otras monedas de Constantino I. Esto nos indica que los romanos llevaban acabo actividades mineras y comerciales con el puerto como base de operaciones.Apoyando esta teoría, existen además otros hallazgos de gran relevancia como los obtenidos en la península de la Magdalena como los restos de una edificación con suelos de mosaico, material numismático y cerámico y un Hermesde bronce.
En cambio, autores como como Fermín de Sojo y Lomba o Aureliano Fernández-Guerra apoyan la teoría de Santoña como ubicación de Portus Victoriae. Para ellos se basan en varios argumentos entre los cuales destacan los siguientes.
Independientemente de su ubicación, debemos de tener en cuenta que Portus Victoriae Iuliobrigensium fue un puerto vital en la romanización de la antigua Cantabria en todos sus aspectos, ya fuese económico o militar.
El MUPAC (Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria) ocupa un moderno espacio de más de 2000 m2 dedicados íntegramente a la prehistoria e historia de nuestra tierra. Su excelente ubicación junto al Paseo Pereda, en los bajos del mercado del Este, además de la calidad de los materiales allí expuestos hacen de este lugar un punto de visita obligado para cualquiera de nosotros. Los más de 2.600 objetos repartidos en sus correspondientes áreas de interpretación no nos dejan lugar a duda sobre la importancia de los orígenes de lo que hoy conocemos como Cantabria: Nos permitirá ver cómo ha evolucionado la cultura material a lo largo de la Prehistoria de Cantabria y en las etapas más antiguas, hasta el final de la Edad Media. Podremos contemplar, junto a piezas inéditas, las estelas cántabras, tallas en asta o hueso y otros materiales que hace años se exhibían en los antiguos bajos de Diputación.
El actual MUPAC esta pensado para el gran público, de ahí la inversión tecnológica de la cual está dotado. De todos modos, su ubicación final NO es la calle Hernan Cortes, sino que en un futuro próximo se trasladará al edificio del Banco de España. Evidentemente no se desechará la gran inversión realizada en el actual edificio (no olvidemos que ha pasado de ser una ubicación "permanente" a ser el actual museo), ya que se intentará distribuir el museo entre ambos espacios. Con este cambio se pretende que el futuro MUPAC actue como “lanzadera” para el turismo cultural, de modo que todo aquel que visite el museo sienta la necesidad de visitar además Altamira, Puente Viesgo, el Pendo y todos nuestros bienes del Patrimonio de la Humanidad de Cantabria en cuanto a arqueología y prehistoria se refiere. Del mismo modo se pretende fomentar las visitas a otro tipo de yacimientos como pueden ser Juliobriga, Camesa Rebolledo, grutas de como Covalanas y un largo etc de ubicaciones de interés cultural.
La cueva de El Pendo es una de las maravillas del municipio de Camargo. Posee una gran boca de entrada, que da paso a un enorme vestíbulo. Allí se encuentra un yacimiento arqueológico que nos sorprende a cada paso que se da en él. En el interior podemos ver dos grandes salas y un divertículo descendente que se estrecha ante nuestros pies. Sin ser una cavidad excesivamente profunda, alcanza los 180 metros aproximadamente. Fue descubierta por el ilustre Marcelino Sanz de Sautuola en el año 1878, aunque los grabados fueron localizados por otro ilustre en el año 1907: Hermilio Alcalde del Río. El gran tesoro de El Pendo tuvo que esperar oculto hasta el año 1997, cuando en el transcurso de unas excavaciones dirigidas por Ramón Montes Barquín, el topógrafo Carlos González Luque y los arqueólogos José Manuel Morlote y Angeles Valle descubrieron el enorme friso que hoy es icono ya no solo de la cueva sino del arte rupestre en Cantabria. Los densos trabajos en la segunda mitad del siglo XX han puesto a la luz uno de los mayores yacimientos arqueológicos de toda la región. Debemos de destacar que la cueva alberga en sus entrañas restos y datos que abarcan desde el Paleolítico Medio (84.000 años de antigüedad) hasta la Edad Media, estando representadas todas las fases de desarrollo de la Prehistoria Cantábrica. No solo la pintura o los grabados sorprenden por su calidad y belleza, sino también el arte mueble Magdaleniense, que posee su estandarte en el conocido "rey de los cetros paleolíticos". Además de este bastón de mando existen otros 11 de espectacular estructura. Los grabados forman una pequeña, pero no menos importante, parte de todo el conjunto. Aquí quedaron plasmados para la eternidad un alca gigante y un cuadrúpedo, ambos en el divertículo final que antes mencionábamos. Las pinturas se encuentran en un gran friso entre las salas I y II. Representadas en color rojo, en El Pendo nos encontramos con ciervas principalmente, aunque no debemos de olvidar las cabras, dos caballos y un cuadrúpedo, además de signos. Tanto los animales como los signos se realizaron con la técnica del tamponado y la "tinta plana", y se cree que pudiesen tener unos 20.000 años de antigüedad. De los grabados no se tiene tanta información, aunque existe la teoría de que pudiesen pertenecer a una época posterior (Magdaleniense Inferior).
El yacimiento de las termas romanas y necropolis medieval se encuentra en el interior del cementerio de Maliaño. Las primeras noticias del mismo se remontan al año 1951, donde se cita el hallazo de las tégulas romanas en un articulo de J. Gonzalez Echegaray. Dicho descubrimiento coincide, cronologicamente hablando, con la construcción del Aeropuerto de Parayas, quedando el conjunto arqueólogico justo a su lado. Más adelante, entre los años 1995 y 1998, con motivo de la remodelación del cementerio se pusieron al descubierto la totalidad de las estructuras, haciendose patente desde ese mismo momento la importancia arqueológica de San Juan.
Consta de dos grandes partes atendiendo a su adscripción cronologica y cultural. La zona más antigua corresponde a un complejo termal que por sus dimesiones tuvo bastante relevancia. De hecho existian dos edificios: El primero y más importante data de finales del siglo I d.C, de planta rectangular y dos absides semicirculares. A esta edificación se le van añadiendo diversas estancias en siglos posteriores, al menos hasta el siglo III o IV según las dataciones. El segundo de los edificios es aún una incognitca (en parte) ya que por la ubicación del yacimiento en el interior del cementerio tan solo se ha podido excavar el atrío de una domus, (realizado en muros de adobe). Este edificio esta fechado en el primer tercio del siglo II d.C.
Este yacimiento proporciona gran cantidad de evidencias, tanto romanas como medievales: cerámicas, monedas, restos constructivos, etc., además de gran número de esqueletos de la época medieval. Se encuentran incluso piezas líticas del Paleolitico Inferior y la Prehistoria reciente, lo que nos da a entender que este enclave fue utilizado desde los origienes del poblamiento cantábrico.
Retrocedamos en el tiempo unos 2.000 años aproximadamente y metámonos en la piel de un general romano. Estamos al frente del desembarco de varias legiones en la conquista del norte de Hispania. Unos 30 barcos entran en la bahía de Santander, es una escena nunca vista por los antiguos pobladores de Regio Cantabrorum, un dantesco espectáculo que será el prologo de innumerables batallas por defender el territorio. Ahora bien, ¿donde desembarcar?. Por un lado existe la posibilidad de hacerlo en Portus Victoriae Iuliobrigensium (¿Santander?), justo en la boca de la citada bahía. Por el contrario, el general romano cree que un caminata de más de 6 kilómetros hasta el "fondo" de la bahía es una autentica tontería, ya que a sus hombres les quedan un buen puñado de horas hasta llegar a los campamentos del Campo de Las Cercas para acantonarse. ¿Tú que decidirías si fueses este general?. Yo lo tengo claro, iria hasta el fondo de la bahía en barco hasta el último lugar navegable..llegando hasta El Gurugú.
Permitidme esta pequeña introducción para contextualizar este enclave, tan misterioso y difuso hasta el día de hoy. El Gurugú es una cima de suave elevación situada en la localidad de Boo de Guarnizo (Cantabria). Forma parte de un pequeño cordal denominado "Sierra de Guarnizo" el cual, sin ser especialmente alto y abrupto, es la frontera natural entre el municipio de El Astillero y Camargo. Además separa las cuencas de las rías de Solia y de la ria de El Carmen, las cuales desembocan en la citada Bahia de Santander. Los primeros indicios arqueológicos fueron identificados por miembros de CAEAP (Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica) en la década de los 90, atribuyéndosecronológicamente a la Edad del Hierro (Serna et alii, 1996). Posteriormente, en los años 1997 y 1998 se realiza la primera intervención arqueológica en la zona dirigida por Ángeles Valle Gómez, de la cual se extraen interesantes resultados. Se identificaron principalmente dos fases de ocupación, correspondientes al Neolítico y a la Edad del Hierro. Ya en esta intervención, además de algunos materiales aislados correspondientes al Paleólitico Inferior-Medio, se encuentran restos romanos (Valle, 2000a, 2000b; Valle y Serna, 2003: Serna, 2002). A principios de este siglo (año 2002), debido a la mala praxis a la hora de realizar dos sondeos geotécnicos previos a la construcción de una urbanización, Tanea Arqueología es la elegida para realizar el seguimiento arqueológico de dicha obra. En el transcurso de su seguimiento, siguieron apareciendo restos romanos incomprensiblemente modernos, incluso fuera de contexto respecto al yacimiento en sí. Es aquí donde todo termina (arqueologicamente hablando), dejando abiertas demasiadas incognitas sobre El Gurugú..¿Y si fue uno de los posibles lugares de desembarco del Imperio Romano?. Centrémonos ahora en lo encontrado hasta el momento.
El castro del Cueto de Mogro (Miengo, Cantabria) se encuentra situado en un lugar privilegiado, concretamente frente a la desembocadura del río Pas. Fácilmente identificable por su forma cónica, domina un amplio territorio que abarca desde el vecino municipio de Piélagos hasta la conocida Sierra de la Picota, pudiéndose identificar desde aquí sin problema los altos de El Cuco, El Doblo, Tolio y Picota (que le da nombre a la sierra). Se cree, con argumentos muy válidos, que su descubridor fue el padre Jesus Carballo, ya que el año 1943 hace referencia a un castro en el Valle de Pielagos que poseía "triple parapeto" y situado "cerca de Renedo" (Carballo, 1943:187). No existe una referencia directa al castro que nos ocupa, de hecho el señor Carballo nunca se caracterizó por realizar localizaciones geográficas de gran exactitud en sus hallazgos, pero hay apenas dudas de que hablaba de él por varios motivos:
Pasarían más de 30 años hasta que volviese a ser citado en alguna fuente, ya que Arredondo volvió a hacer referencia al mismo en su clásico artículo de 1976-77 (Arredondo, 1976-77:541). Metidos de lleno en pleno siglo XXI, un yacimiento como este carece de protección alguna (BIC), quedando a expensas de que la parte menos dañada del castro lleve el mismo camino que la ya destruida.
La cueva de las Penas (Piélagos, Cantabria) es uno de los tesoros arqueológicos de Cantabria, clave para el conocimiento y la interpretación de uno de los periodos más oscuros de nuestra historia. Conocida anteriormente como la cueva de Los Perros, se encuentra ubicada a menos de un kilómetro del núcleo urbano de Mortera. Nos encontramos ante una cavidad que no destaca por su gran boca, de hecho su acceso actual se realiza a través de un pequeño hueco de unos 60 centímetros de alto por 1 metro de ancho. De todos modos, se cree que en el pasado pudo tener unos 3 metros de ancho, quedando cegada parcialmente por pequeños derrumbes hasta llegar a nuestros días. Posee unos 210 metros de desarrollo, de los cuales destaca una galería principal y un conjunto de otras más pequeñas que adquieren un carácter casi laberíntico. Para llegar a este punto hemos tenido que descender unos 15 metros desde la boca por una galería descendente y de estrechas dimensiones, encontrándonos finalmente con un piso inferior que tiene otra boca mucho más pequeña que la exterior, no apta para claustrofóbicos. Sería cerca de este punto donde los investigadores hallaron los restos de un pequeño muro de mampostería que impedía el paso al interior, como si sus constructores no quisiesen que nadie entrase, o más bien saliese, desde este punto hacia afuera. Veremos por qué más adelante, centrémonos ahora en el yacimiento en sí.
Fue descubierto en el año 2003 por miembros del GEIS-Carballo Raba, aunque su verdadero potencial arqueológico fue sacado a la luz por la Asociación Mortera Verde, principal valedora a la hora de realizar una excavación en sus entrañas. Fruto de este tesón se llevaría a cabo una intervención arqueológica dirigida por Ángeles Valle Gómez en dos años consecutivos (2004 y 2005). Fruto de esas actuaciones aparecieron una serie de restos tanto humanos como materiales sin precedentes en Cantabria, siendo su valor cualitativo como cuantitativo un claro exponente arqueológico no solo a nivel regional, sino nacional. Los restos humanos se localizaban exclusivamente en la zona interior de la cueva llamando poderosamente la atención que estuviesen colocados directamente sobre el frío ;suelo, sin presencia de fosa o zanja alguna y tras el citado muro que los "encerraba" en uno de los recodos de Las Penas. Es más que probable que la acción del agua, incluso de algunos animales, desplazase parte de cuerpos, ya que tan solo se localizaron las extremidades inferiores de uno de los individuos en conexión anatómica. Tras las diferentes intervenciones, y fruto de un complejo y elaborado mapa de dispersión, se pudo comprobar que todos los cuerpos se depositaron en un espacio relativamente pequeño en vez de repartidos por la cavidad. Los otros exponentes arqueológicos de la cueva de Las Penas son los objetos de adorno personal, concretamente el juego de 5 broches visigodos que albergaba. Hablamos, sin lugar a dudas, de uno de los aportes más significativos de este yacimiento al conocimiento de objetos relacionados con la indumentaria visigoda, concretamente de las guarniciones de cinturón. Ni mucho menos son los únicos elementos de atuendo personal, vestimenta o uso cotidiano que fueron encontrados en la cueva, son el colofón a un increíble y prolífero yacimiento que explicaremos con más detalle: restos de cuatro anillos, dos pendientes, un pequeño hacha, semillas de trigo, hojas de cuchillo, una cuenta de collar y un largo etc que nos transporta a finales del siglo VII-VIII d.C, en pleno apogeo hispano-visigodo.
Nos encontramos, junto con el yacimiento de Riocueva (Entrambasaguas), ante uno de los mejores exponentes de enterramiento visigodo en cuevas, ya no solo en Cantabria sino en toda la Península Ibérica. En ambos yacimientos, y gracias al trabajo (en muchas ocasiones altruista) de nuestros investigadores y arqueólogos, se abrió un abanico de conocimiento sin precedentes en nuestra región. Hemos pasado de tener todas las piezas del puzzle desordenadas encima de la mesa a tener una construcción casi perfecta del porqué de este tipo de enterramientos. La muerte en extrañas circunstancias, el miedo a que las almas atormentadas volviesen a trastornar a los vivos, los "revenant" y los rituales que les rodeaban están muy lejos de afirmaciones ficticias: Son toda una realidad que debe ser tratada con la toda seriedad posible. Y si así no fuese, se debe de respetar y admirar por su tesón el trabajo de los investigadores y arqueólogos que divulgan y estudian con toda su pasión este fenómeno. La mayor o menor fortuna en la elección del medio donde exponerlo es algo con lo que debemos de contar para lo bueno y lo malo, buscando tal vez (aunque muchos no lo sepan) un apoyo con el que no se cuenta hoy en día en las instituciones. Quien se dedica a criticar gratuitamente por ello, y sobre todo quien no se haya equivocado nunca, que se meta en las cuevas y desvele sus secretos..el resto está de más.
La cueva del Portillo del Arenal (Velo, Piélagos) es otro de esos yacimientos que pasa desapercibido para la gente de a pie, pero que destaca entre la comunidad científica por su gran aportación a la arqueología regional. Si bien es cierto que existen publicaciones al respecto, como la adjunta en la bibliografía, no es un enclave al que se le haya dado mucha difusión por parte de la administración, aun siendo un auténtico referente a la hora de conocer un poco más sobre el pasado visigodo de Cantabria. Se encuentra ubicada muy cerca del límite con el municipio de Camargo, en la parte alta de una ladera cercana a la localidad de Velo y cerca del denominado "Portillo del Arenal", del que toma su nombre. Para más detalle, su entorno se encuentra rodeado por una plantación de eucalipto, aunque se cree que pudo estar rodeada por un encinar por las diferentes "manchas" o ejemplares del mismo que aún se diferencian en los alrededores.
Como se puede apreciar en la imagen, la boca de la cueva es de reducidas dimensiones, dando paso a un pequeño vestíbulo en rampa (descendente) que finaliza en una sima de unos 3 metros de caída. Ya en la vertiente más profunda nos encontramos con una pequeña plataforma que nos traslada a una sala, al Norte, de 70 m2 aproximadamente que contiene grandes bloques. Es aquí donde se encuentran las evidencias más llamativas, tomando el nombre de "galería sepulcral". Si volvemos a la citada plataforma y nos dirigimos en dirección Sur, nos encontramos una pequeña rampa descendente que nos lleva a una galería de unos 7 metros de longitud, tomando está el nombre de "galería de los derrubios". Al fondo de este sector nos encontramos con una pequeña sala elevada. Justo en este punto, en un paso muy estrecho, podemos acceder a una galería inferior de más amplitud que la que la precede, conociéndose como la "galería de los caballos", luego veremos porqué (VALLE et alii, 1998).
El yacimiento fue descubierto por miembros del C.A.E.A.P. y del G.E.I.S. a finales del siglo pasado, llevándose a cabo una intervención arqueológica en el mismo bajo la dirección de Emilio Muñoz y Jose Manuel Morlote en el año 1995. Sería a partir de entonces cuando los hallazgos más significativos dotarían a esta cavidad de la importancia que tiene hoy en día. Por último, en otoño de 2010, se realizan varias dataciones por Carbono 14 a varias de las muestras humanas recogidas previamente. De este análisis y estudio se encargarían los arqueólogos José Ángel Hierro Gárate y Enrique Gutiérrez dentro del "Proyecto Mauranus", un referente (no solo a nivel regional, sino nacional) en el estudio y contextualización de este tipo de yacimientos relacionados con entornos sepulcrales en época tardoantigua.
La cueva de Covalejos (Velo, Piélagos) es una de las grandes desconocidas de nuestra región. Mientras otras cavidades se llevan la gloria de la inmensa mayoría de visitantes y/o personalidades tanto locales como foráneos/as, este pequeño reducto del increíble yacimiento que a buen seguro fue, sigue en las sombras..visitada tan solo por rebaños de cabras y equipos científicos que se asombran a cada paso que dan en la pequeña galería. Desgraciadamente no es una cueva con arte rupestre como conocemos hoy en día, por lo que apenas suscita interés ni turístico, ni institucional ni social. Pero no olvidemos que estamos, junto con la cueva de El Castillo y Esquilleu, ante un referente para el estudio e interpretación del Paleolítico Medio en el Cantábrico. Es más, me atrevería a aventurar que ninguna de las dos citadas anteriormente tiene un nivel estratigráfico de iguales dimensiones (cerca de 4 metros en vertical) y con tantísima calidad en el registro, donde la ausencia de carnívoros hace miles de años dejaron cada pieza, cada resto de fauna..donde sus antiguos moradores lo depositaron durante milenios. Y esto, quien conozca el registro estratigráfico de cuevas como El Castillo (Puente Viesgo) o El Pendo (a escasos kilómetros), donde sí se conoce la presencia de carnívoros como hienas, sabe que es una circunstancia excepcional.
Volviendo al yacimiento en sí, se localiza en el extremo occidental de la pequeña Sierra de Peñajorao, cerca de la desembocadura del río Pas. Llama poderosamente la atención su ubicación en el entorno, justo por encima de un pequeño arroyo que se pierde en una cueva de nombre "Covalejos-El Coterón", parte de un sumidero aún hoy activo. Esta cavidad de gran desarrollo (y prácticamente inaccesible) posee escorrentía subterránea, y a buen seguro que ha sido testigo directo, y posible causante junto al arroyo, de la pérdida de más del 80% de yacimiento por procesos erosivos que durante milenios han minado Covalejos. Si nos posicionamos a sus pies, nos encontraremos ante una inclinada pendiente que nos lleva a la galería lateral que hoy conforma el yacimiento. La morfología, y el reducido tamaño de la cavidad, poco o nada tiene que ver con lo que Covalejos pudo ser durante el Pleistoceno. Imaginemos una cueva de las dimensiones de El Pendo (por ejemplo) cuya bóveda principal se hunde y queda tan solo una pequeña galería..eso es Covalejos. Se cree que el hundimiento de la bóveda central se pudo ocasionar por un brusco descenso en el nivel freático del sistema hídrico, hoy pequeño arroyo, que la atravesaba la cueva. Esto, unido a episodios de arrastre y fuertes torrentes, han llevado a que buena parte del registro sedimentario y arqueológico se pierda hacia las profundidades de la tierra, a través del sistema de "Covalejos-El Coterón". Todo este proceso confeccionó lo que hoy conocemos y que aún hoy, en menor medida, sigue activo.
La cueva fue descubierta por Eduardo de la Pedraja hacia 1872, siendo él mismo de forma más o menos continuada quien practicase varias campañas de excavación que finalizarían en 1879. Un año después sería Sanz de Sautuola quien la citase en su célebre obra, siendo esta la primera referencia escrita sobre el yacimiento. En 1881 la gruta es mencionada en una conferencia impartida por J. Vilanova y Piera en Torrelavega, haciendo referencia a la secuencia estratigráfica puesta al descubierto por Pedraja y a la presencia de hachas de mano de cuarcita. Desde entonces seria citada por famosos autores e investigadores del siglo XX: Cartailhac y Breuil, E. Harlé, H. Obermaier y un largo etc. Ya en el año 1968, A. Moure realizó una limpieza de cortes y recogió algunos materiales, además de estudiar las escasas piezas disponibles en el por entonces Museo Regional de Prehistoria de Santander. Hacia 1997, Juan Sanguino González y Ramón Montes Barquín inicial diversas investigaciones y trabajos in-situ con el objetivo de clarificar y definir la secuencia estratigráfica de la cueva, iniciada hace más de 130 antes y que, de un modo más pormenorizado habían ido completando Butzer (1981) y González Luque, Muñoz y Serna (1995) en años anteriores.
La cueva de Cudón (Miengo, Cantabria) es una de las joyas olvidadas de nuestra región. Imaginemos el arco Cantábrico en el Gravetiense arcaico: una época fría en toda nuestra vertiente donde abundaban especies como el mamut y los capridos. Hablando de una cueva con arte rupestre podríamos atar cabos y, sin saber mucho más, pensar que en su interior existen diferentes representaciones animales capaces de dejarnos con la boca abierta..pues no, en Cudón no. "Que desilusión" pensarán muchos, sin siquiera saber que los últimos estudios en su oscuro interior nos acercan a una hipótesis de lo más fascinante. Una tendencia única y diferenciada en una época que, por definición, asociamos siempre a grandes artistas prehistóricos. Estamos hablando del aniconismo, una total ausencia de representaciones gráficas relacionadas con alguna creencia o elemento naturalista (animales, personas, etc) en particular. No confundir con "iconofobia", donde existe miedo o recelo a las imágenes o figuras citadas previamente, pudiendo incluso llegar a destruir cualquier representación de aquello que no comparte. De hecho, tras muchos estudios e interpretaciones, se cree que esa más que posible tendencia "anicónica" convivió con arte rupestre coetáneo a su época relacionado con motivos animales. Esto nos habla de una variante socio-cultural diferenciada, tal vez más unida a lo sensorial (como luego veremos) y espiritual…a su modo.
Volviendo a la cavidad, se sitúa por debajo de la carretera que une las localidades de Requejada y Miengo, justo en el núcleo urbano de Cudón (viva el entorno de protección). Se trata de un sumidero con una longitud total de unos 2 kilómetros, conformándose en su interior unas paredes y techos prácticamente lisos. Descubierta en 1929, fue posteriormente investigada por Alcalde del Río, H. Breuil, Obermaier y Carballo, quienes ya por aquel entonces hicieron hincapié en la existencia de algunas pinturas y del yacimiento arqueológico existente (sobre todo en el vestíbulo). Hasta la década de los años 80 del pasado siglo no fue documentada con cierto detalle (Muñoz, San Miguel y Gómez 1991), encontrándose de igual modo otro gran número de manifestaciones de arte rupestre. Desde el año 2011 el gabinete arqueológico GAEM lleva a cabo un estudio sistemático de esta cavidad tanto en el yacimiento arqueológico como en el análisis de las manifestaciones pictóricas, siendo ellos quienes plantean la hipótesis aniconista (con gran acogida) no solo de esta cueva, sino de otras cavidades coetáneas de la vertiente Cantábrica con representaciones similares que apoyan esta teoría.
Al día de hoy conocemos que su boca permaneció sellada como tal hasta su descubrimiento en 1929, realizándose pequeñas incursiones a través de pequeños accesos durante la Tardoantigüedad y la Alta Edad Media. Esta información se conoce sobre todo gracias a la datación de una serie de pinturas negras (carbonosas) datadas por Carbono 14 en esas épocas históricas y por algunos materiales hallados (en paradero desconocido) en las primeras excavaciones de los años 30. Los últimos estudios, dirigidos por Ramón Montes Barquín, revelan que el acceso desde el vestíbulo a las zonas interiores de la cueva pudo estar cegado durante el tramo final del Paleolítico Superior, pudiendo ser esta la razón por la cual no existe en esta zona registro grafico posterior al período Gravetiense. Todo lo contrario que en el citado vestíbulo, muy dañado por las excavaciones en los años 30, donde se encuentran niveles del Paleolítico Superior y Medio. No debemos olvidar una cita de Alcalde del Río (1934) donde también menciona la presencia de evidencias Magdalenienses, de las que tan solo se conserva una azagaya en el MUPAC.
Estamos, en definitiva, ante un increíble yacimiento que permanece en el olvido administrativo. Un ejemplo clarificador: Este mismo año (2014), en plena campaña electoral se dio a conocer el hallazgo de una pequeña cavidad con arte rupestre en el desfiladero de La Hermida, la cueva de Aurea. Menos de 20 m2 en una escarpada pared, prácticamente inaccesible, que fue visitada por el Presidente de Cantabria, el Consejero de Cultura y decenas de medios de comunicación. Video-reportaje incluido nos explicaron cómo las 2-3 representaciones pictóricas (esquemáticas) que albergaba serían uno de los motores económicos y de investigación del municipio de Peñarrubia…Cudón está al pie de la carretera y tiene más de 700 representaciones entre representaciones y grabados…y nadie se acuerda de ella.
La cueva de Cueto Grande (o cueva del Molinón I) y su conjunto de grabados es uno de los últimos escenarios rupestres estudiados y topografiados en detalle dentro de nuestra región. Su actual localización, la peculiaridad de sus figuras, las reducidas dimensiones de la cavidad y un largo etc de incógnitas hacen de este lugar un yacimiento con un increíble potencial aún por descubrir. Se ubica en la misma orilla de la ría del Pas, prácticamente en su desembocadura, en una pequeña elevación al lado de un antiguo molino de mareas del siglo XVIII (de ahí uno de sus topónimos). Se la da paradoja de que hoy el pequeño promontorio se encuentra "a píe de playa", pero no olvidemos que hace miles y miles de años el estuario del Pas que hoy conocemos..ni siquiera existía. De hecho se cree que Cueto Grande estaba en una gran vega fluvial, con el mar Cantábrico cientos y cientos de metros más al fondo y quién sabe si cerca de lo que por aquel entonces sería la desembocadura del río. Es más que probable que este gran área de pastos fuese el lugar idóneo para que las especies predominantes (uros, caballos, bisontes) se agrupasen en manadas, circunstancia por la cual nos encontraríamos ante un buen espacio para la caza y por lo tanto para que diferentes comunidades habitasen en las inmediaciones.
La gruta presenta pequeñas dimensiones, motivo por el cual está prácticamente descartado que nos encontremos ante un hogar al uso. La entrada a la misma (orientada al Sur-Sureste) es bastante angosta, de apenas 1 metro y medio de alto por 1 metro de ancho. Desde aquí se accede a un pequeño vestíbulo ligeramente inclinado hacia el interior, de unos 5 metros de longitud por 1,7 metros de ancho. Al final del mismo, se realiza un brusco giro a la izquierda a través de otra galería de unos 10 metros de recorrido con una anchura similar al vestíbulo. Tras recorrerla por completo, nuevamente se realiza otro giro a la izquierda para dar con la última estancia, una galería ligeramente ascendente de unos 14 metros y medio que finaliza en una pequeña abertura (a modo de segunda boca) que debido a su reducido tamaño es impracticable.
Su valor arqueológico fue descubierto a principios de la década de los 80 del siglo pasado gracias al Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica (C.A.E.A.P.) y al Grupo de Espeleología e Investigaciones Subterráneas, Jesús Carballo/Raba (GEIS C/R). Si bien es cierto que desde entonces es conocido el incalculable valor de sus grabados, no sería hasta finales de 2014 cuando el equipo de GAEM Arqueólogos, acompañados de R.Ontañón, A.J. Gomez Laguna, V. Bayarri y J. Herrera (estos dos últimos componentes de Gim-Geomatics), realizarían una exhaustiva topografía de la cueva y ortofotos en alta calidad de su interior. Gracias a los resultados obtenidos y al análisis e interpretación del nuevo estudio, estamos ante una cavidad que plantea un nuevo horizonte en su contextualización en época Magdaleniense (con sus correspondientes reservas). ¿Una cueva donde tan solo un individuo entró a plasmar su arte sin necesidad de que su comunidad lo viese? ¿Un "panel de pruebas"?. Sea lo que fuere, un yacimiento del que (para nuestra desgracia) no sabremos mucho más a corto plazo debido al poco apoyo institucional en este tipo de actuaciones. Una última pregunta, esta vez sí, con fácil respuesta: ¿Sabéis cuál fue el importe aportado por la Consejera de Educación, Cultura y Deporte para la intervención de 2014?. Con un dígito acertareis la pregunta…
Las estelas de Lombera (Los Corrales de Buelna, Cantabria) podrían ser consideradas por muchos las "hermanas pequeñas" de las estelas discoideas en Cantabria. Y no por sus grandes dimensiones, en muchos casos equiparable a las estelas de Barros o a la estela de Zurita, sino porque sus representaciones pueden ser consideradas (erróneamente) inferiores en cuanto a contenido poco figurativo o incluso a ser más común que las citada anteriormente. Independientemente de esto, nos encontramos nuevamente ante una serie de elementos iconográficos que marcaron un antes y un después en la arqueología e historia de Cantabria.
Estamos ante un conjunto de 3 estelas muy característico, con una apariencia que en el caso de la estela de Lombera I y II podría parecer muy similar, pero a la que diferencian una serie de matices que veremos a continuación. Sobre la estela de Lombera III ("La Esteluca" como también se la conoce) poco se puede aportar, ya que hablamos de un pequeño fragmento central hallado en el año 1995 formando parte de un cierre ganadero. Paradójicamente, su aspecto poco tiene que ver con sus "hermanas", más bien tiene cierto parecido con la estela de Barros I. Se puede observar en su anverso cuatro crecientes lunares rematadas en círculo, incluso en la parte inferior derecha se atisba lo que parece otro gran circulo que rodearía el conjunto. Entre los brazos se aprecia la existencia de triángulos equiláteros, claro elemento diferenciador respecto a la de Barros I que posee círculos. Llama poderosamente la atención que el reverso del fragmento es totalmente liso, característica que también la hace especial por ser la primera de este conjunto y el de Barros que no posee anverso definido. Los investigadores, basándose en esta pieza, creen que pudo haber tenido un diámetro de unos 1,30 metros y 0,15 de grosor.
A continuación nos centraremos en las más monumentales del conjunto. Tanto su tamaño como las representaciones que albergan nos vuelven a transportar (al menos en esencia) a la Cantabria más milenaria. De todos modos, al igual que con el resto de las estelas discoideas, no se sabe con certeza su cronología. Históricamente se ha asignado una adscripción basada en sus motivos figurativos y/o representaciones, muy amplia eso sí. La gran mayoría de investigadores hablan de fechas comprendidas entre el siglo I a.C hasta el siglo I-III d.C sin llegar a concretar, afirmándose incluso (los que menos) son de época medieval. Lo que está claro sin lugar a dudas es que nos encontramos ante unos elementos que han sido, son y serán, estandarte de la cultura en Cantabria.
La cueva de Morín (Villaescusa, Cantabria) es otro de los yacimientos de nuestra región marcado por el olvido administrativo. Y no será por la importancia del enclave, sino porque diferentes acontecimientos ligados a un pasado cercano han hecho que su nombre se vinculase siempre a escándalos burocráticos y de otra índole, lejos de su verdadero valor. La cercanía de la misma accediendo desde el arco de la bahía, unos 6 kilómetros al sur, y su potente registro arqueológico, vital para comprender la transición entre el Paleolítico Medio y Superior en la región cantábrica, de poco o nada han servido para que esta cavidad se explote como recurso turístico-cultural. Al menos (como se aprecia en la imagen) está protegida, no como la cercana Covalejos..
Fue descubierta en 1910 por Obermaier y Wermet, siendo a partir de entonces uno de los referentes de estudio en nuestra región. Desde entonces, diferentes intervenciones y sondeos fueron dotando a Morín de una cronología cada vez más exacta y sorprendente. Dos años después, en 1912, J.Carballo y P.Sierra realizan un sondeo cuyos resultados hoy en día siguen inéditos. O. Cendrero publicaría tres años después (1915) algunos materiales obtenidos en la cata que dejaron abierta los citados investigadores, los cuales retomarían la actividad entre los años 1917 y 1919. Serian ellos quienes a través de una cata de 10 metros por 2, con otros 2 metros de profundidad, pusiesen en evidencia los niveles correspondientes al Paleolítico Superior así como dos niveles del Paleolítico Medio. Paralelamente, el Conde de La Vega fue invitado por el padre Carballo a realizar una intervención paralela que se prolongaría hasta 1920. Habría que esperar más de 45 años hasta que Joaquín González Echegaray y Leslie Gordon Freeman marcasen un antes y un después, no solo en la Cueva de Morín, sino en la metodología utilizada en excavaciones del Paleolítico Superior. Pusieron al descubierto una completísima estratigrafía: Un nivel aziliense, uno magdaleniense, uno solutrense superior, dos gravetienses, uno auriñaciense evolucionado, dos auriñaciense antiguo, dos auriñaciense arcaico, uno chatelperroniense, siete musterienses, cuatro estériles y uno final musteriense. Sería el primer referente de la técnica arqueológica en nuestro país en cuanto a metodología en este tipo de yacimientos, ¡Una pasada!.
Desgraciadamente, la cueva de Morín ha sido noticia en los últimos años por sus continuos líos administrativos y burocrácritos. En el año 2009, los componentes de una de las últimas intervenciones en la cueva (Jesús Emilio González Urquijo, Gred-Christian Weniger y Cesar González Saiz) fueron sancionados por la Consejería de Cultura de 2 a 4 años de inhabilitación por diversos cargos tales como haber estudiado los restos de pintura sin el permiso correspondiente, no haber devuelto a tiempo la llave de la cavidad o haber dejado materiales en el interior de la cueva una vez expirado el tiempo de intervención. Dos años después, la sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia juzgó el recurso del catedrático González Sainz, desmontándose todos los argumentos sancionadores de la Consejería y anulándose así su inhabilitación. En 2012 el TSJC ratificó la inhabilitación de González Urquijo, algo que enfrentaría al Servicio Cántabro de Patrimonio con un centenar de investigadores y profesores tanto de Cantabria como de toda España…una auténtica aberración y vergüenza para la arqueología regional.
Poco o nada más se sabe de la Cueva de Morín desde entonces. Como veremos a continuación, su milenario pasado y su increíble valor han pasado a segundo plano. Las cuevas que no son patrimonio de la UNESCO no tienen hueco ni a nivel socio-cultural ni institucional. Fruto de este desconocimiento, son muchos los mitos que rodean a esta cavidad y al conocido como "Hombre de Morín". Veamos a continuación un poco más sobre el mismo.
Al igual que ocurre con las estelas cántabras, el caldero de Cabárceno rebosa un aire de misterio y misticismo que plantea aun en nuestros días más interrogantes que respuestas. Tal vez no sea tan conocido como las monumentales estelas de Barros, Piélagos o Toranzo, incluso me atrevería a decir que jamás veremos un camiseta con los motivos decorativos o la forma de esta increíble pieza. Pero no lo olvidemos: Estamos ante uno de los iconos con letras mayúsculas de la historia de Cantabria, mucho más antiguo y sin apenas paralelos en la Península Ibérica. Y con todo, la información disponible cara al público sigue siendo mínima lejos del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria. Al igual que con alguna que otra estela, publicada incluso en Wikipedia "señalando la tumba de un antiguo guerrero", sobre el caldero de Cabárceno hay demasiada mitología publicada en la red y poco rigor a la hora de acceder a información veraz. Se ha llegado a escribir que cántabros lo arrojaron al profundo agujero para que los romanos no se hicieran con él (cuando llegaron como mínimo 600 años después a Cantabria), o que fueron estos últimos los que lo trajeron por mar.
Sea lo que fuere, estamos ante una pieza de una tecnología excepcional y abrumadora para la época. Además, una de las pocas que ha llegado completa hasta nuestros días junto con el conocido y próximo caldero de Lois (Crémenes, León). Para que nos hagamos una idea, un "Ipad" contemporáneo a finales de la década de los 90 donde lo más extendido eran los conocidos como "móvil ladrillo". Su cronología aproximada, en torno al 900-650 a.C., nos transporta a un momento donde tanto la metalurgia (y por lo tanto la minería) como los novedosos procesos de fundición y manufactura implicaban amplios conocimientos. Y no olvidemos, en Cantabria tales herramientas no estaban aún al alcance de su mano. Los yacimientos relacionados con la Edad del Bronce Final en nuestra región como el castro de La Garma, el castro de Castilnegro o Peñarrubia, no han podido aportar demasiada información en torno a procesos o herramientas elaboradas a través del metal.
Volviendo al caldero, fue encontrado el 9 de Diciembre de 1912 en un pozo de la mina Crespa, situada en la vertiente meridional de Peña Cabarga. Hoy en día el lugar es conocido por albergar el increíble Parque de La Naturaleza de Cabárceno, donde podemos observar las rocas dolomíticas y los espacios creados entre las mismas. Fue en uno de estos "espacios", anteriormente depósitos ricos en mineral y arcillas, donde se encontró. La primera descripción del hallazgo la realizaría Francisco Fernández Montes, ayudante facultativo de minas en Cabárceno, quien destacaría que el caldero fue "hallado a una profundidad de 6 metros entre dos grandes rocas y debajo de una masa de tierras mineralizadas". El primer informe meramente arqueológico sería publicado por García y Bellido en el año 1941, basando su primer esquema/dibujo de la ubicación en una fotografía que le aportara años antes H. Obermaier. Eso sí, situando su hallazgo a 15 metros de profundidad. Por aquel entonces ya se hablaba de una gran cavidad de sección en V abierta en la roca madre y colmatada de sedimentos. Esta teoría, bastante aceptada, nos aleja de la imagen "idílica" de muchas publicaciones que nos hablan de cántabros arrojando al fondo de ese pozo en V el conocido caldero como ofrenda. El esquema que podemos ver más abajo nos habla de la posición del caldero entre los dos lapiaces, pero ni mucho menos del "llenado" de sedimentos posterior. El mero hecho de pensar que en apenas 3.000 años se hubiese producido un relleno de depósitos arcillosos queda bastante alejado de la realidad, incluso con la actividad minera del imperio romano en la zona. Es por ello por lo que se cree que el caldero de Cabárceno no fue depositado en la "V" que hoy vemos, más bien que estaba en el interior de una cavidad o galeria que se hundió, o incluso que pudo caer deslizarse por alguna de las posibles grietas en el terreno.
La cueva de El Juyo es uno de los grandes tesoros ocultos de nuestra región. Siempre ha permanecido a la sombra de otras grandes cavidades con evidencias coetáneas a su periodo de ocupación, quedando su nombre y relevancia social lejos de lo que realmente merece. Pero no nos equivoquemos: Estamos casi con toda certeza ante el yacimiento del Magdaleniense Inferior más importante de la Península Ibérica. La excelente conservación del mismo permitió acceder a un espacio prácticamente virgen donde todas las evidencias arqueológicas habían permanecido intactas durante milenios.
Se sitúa en el barrio que la da nombre, en el fondo de una dolina a la cual se accede a través de un camino asfaltado que termina en una explanada (ver mapa). La entrada actual es de pequeñas dimensiones, actuando además a modo de sumidero parcialmente activo por donde transcurre un pequeño riachuelo que ha formado en la roca un nivel subterráneo. A diferencia de sumideros activos como el de la Cueva de Covalejos, donde el agua sigue arrastrando evidencias prehistóricas sin que nadie ponga remedio, en El Juyo tenemos la inmensa suerte de que el agua ha creado su "camino" inmediatamente por debajo del nivel habitado. Quiere decir esto que su estratigrafía se ha conservado a la perfección, quedando el "cauce" muy por debajo del nivel fértil del yacimiento. Si nos situamos en su entrada actual y miramos hacia la izquierda, podríamos ubicarnos virtualmente en lo que fue el acceso primitivo. Al acceder a su interior por dicha boca (de un modo figurado) llegaríamos vestíbulo, el cual se encuentra parcialmente colmatado por desprendimientos y coladas estalagmíticas. Adentrándonos en sus entrañas nos encontraremos con galerías de proporciones considerables que zigzagean hasta reducirse en su tramo final. Habremos recorrido un total de 300 metros aproximadamente.
Como veremos a continuación más en detalle, nos encontramos ante una cueva con evidencias que abarcan desde los periodos Magdaleniense Inferior y Medio (17.000-14.000 años) hasta la época Altomedieval (siglos VIII-X), pasando por la Edad del Bronce (3.500 años) y por épocas visigodas (siglo VII).
Destacar por último, que el Museo Altamira presentó una monografía sobre el increíble trabajo de investigación de Echegaray y Freeman que tituló "Excavando la cueva de El Juyo. Un santuario de hace 14.000 años", que podéis encontrar adjunto en el artículo. ¿Alguien da más?
La estatua-estela de Salcedo (Valderredible, Cantabria) es una de las últimas incorporaciones a la iconografía arqueológica de nuestra región. A diferencia de las enormes estelas discoideas como las de Barros, Lombera o Piélagos, esta increíble pieza dista de la monumentalidad y tamaño de las anteriores. Pero no pensemos por ello que su valor histórico es menor, todo lo contrario. Su hallazgo marca un antes y un después en la investigación del área de Monte Hijedo, ya que no hace más que reafirmar la importancia de esta área en época protohistórica. Si a esta arenisca le unimos las diferentes representaciones antropomorfas de La Serna (a pocos kilómetros) y los últimos hallazgos correspondientes a varios petroglifos (espirales, cruces, etc), no cabe duda de que estamos ante lo que parece ser un núcleo poblacional de relevancia en los albores de la Edad del Bronce.
Y todo ello gracias a un vecino de la localidad de Salcedo que, fruto de su pasión creciente por la historia, ha ido recopilando información y enclaves que permitirán a futuras generaciones (y al él mismo) recomponer un rompecabezas sobre un pasado más que apasionante en el área de Valderredible. No olvidemos que entre según qué élites de nuestra región, intentar aportar por cuenta propia sobre diferentes puntos de vista o criterios arqueológicos está mal visto, incluso actuando con la corrección que la ley marca. Curiosamente a lado de la grandeza de sus hallazgos pocas veces encontramos su nombre, tal vez solapado por aquellos que buscan publicitar su figura individual y su trabajo más allá de quien realmente tiene el mérito no solamente de hallar, sino de actuar correctamente pese a las trabas institucionales. Solo hace falta leer las notas de prensa al respecto, donde "el vecino de Salcedo" no tiene el espacio que merece. Su nombre para el portal de Regio Cantabrorum está marcado con letras en negrita, ya que nos ha hecho partícipe de su trabajo desde hace tiempo: Ernesto Rodrigo Gutierrez.
Sería en el año 2007 cuando, buscando en una escombrera cercana a su casa un hito o bolardo de piedra para marcar una finca, encontrase esta maravilla. Se cree que no era la ubicación inicial de la estela, ya que posiblemente fuese trasladada a dicha escombrera en el pasado tras haber sido utilizada en alguna construcción o vivienda de las inmediaciones. Nada más encontrarla, la puso a disposición del Ayuntamiento de Valderredible (en depósito) a la espera de más noticias en torno a su hallazgo. Sería almacenada en el Museo Etnográfico de Valderredible hasta que años después, fruto de la insistencia y tesón de su propietario, se traslada la noticia del hallazgo al MUPAC en el año 2014 a través de Julio López Postigo. Es decir, 7 años tras notificar la presencia de lo que hoy es un icono de la arqueología en Cantabria y por el camino una desidia institucional de libro, bravo. Algún día, con permiso de su descubridor como no, contaré otro de los sainetes regionales que engrandecen a esta región.
En marzo de 2015, MUPAC la presentó en sociedad a a través de una exposición temporal titulada "La estatua-estela de Salcedo y el conjunto rupestre de Monte Hijedo", un pequeño espacio donde se pudo contemplar por primera vez. Un año después, tras una larga espera, la estela de Salcedo se gana un lugar en la exposición permanente del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, concretamente entre las dos reproducciones de los ídolos de Sejos. Notas de prensa, Consejeros de Cultura, Directores, y un largo etc de personalidades acuden a la presentación en sociedad de la misma. Mientras tanto, como muchos de vosotros, los ídolos de Sejos originales siguen en el monte a la espera de que algún desalmado, o simplemente algún animal, los pisotee y destroce. Equidad y mesura, como siempre en Cantabria..
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