Las estelas de Barros (Los Corrales de Buelna, Cantabria) son uno de los iconos culturales por excelencia de nuestra región. Fruto de su importancia tanto en el pasado como en el presente, forman parte del escudo oficial de Cantabria (la denominada como "Estela de Barros I") y de diferentes representaciones iconográficas e identitarias como el actual lábaro cántabro. Su repercusión social va mucho más allá de lo que realmente se sabe de ellas, siendo toda una incógnita su cronología exacta y el cometido que ambas pudieron tener. Si contrastamos varias fuentes, nos encontramos con interpretaciones totalmente contrapuestas, ya que algunos las sitúan en el siglo III a.C., otros entre el siglo I-III d.C e incluso en época medieval. Está claro que la primera de las afirmaciones es bastante desconcertante..sobre todo por lo directo y poco documentado del dato. La segunda de las cronologías, por paralelismos con otras estelas de nuestra región como la de Zurita o la de San Vicente de Toranzo., podría tener más sentido. Por último, la cronología adscrita a la época medieval parecería una locura debido al halo de sentimentalismo y muchas veces mal interpretado cantabrismo que la rodea. Nada más alejado de la realidad, ya que existen paralelos respecto a su simbología (que veremos más adelante) en época altomedieval, como por ejemplo una pequeña estela del Monasterio de Las Huelgas (Burgos). La iconografía es prácticamente la misma: cuatro medias lunas, cierto es que en este caso unidas por sus puntas. De todos modos, y para ser del todo correctos, se cree que esta estela burgalesa puede ser parte de una interesante pervivencia histórica de las antiguas estelas cántabras, de modo que su origen medieval parece también descartado.
Actualmente, tras muchas dificultades administrativas, se encuentran expuestas en el conocido como "Parque de las Estelas" de Barros, abierto al público en el año 2001. Uno de los episodios más tristes vividos en relación a este espacio se produjo en el año de 2011, cuando unos desaprensivos dañaron ambas estelas. En la conocida como "Estela de Barros II" se grabó un nombre y unos números en la pasta que une los fragmentos de la misma, mientras que la principal fue repetidamente golpeada y raspada. Esto provocaría una gran controversia relacionada con la seguridad del recinto, cerrándose de cara al público por un tiempo indefinido. Cuando todo parecía listo (restauración incluida) para la reapertura del parque, la iglesia declara que el edificio y los terrenos donde se asientan son de su propiedad, comenzando así una batalla con el ayuntamiento sobre la gestión del recinto. Y nuevamente, cuando el acuerdo entre ambas partes parecía definitivo (año 2013), varios colectivos denuncian el mal estado de conservación de la Estela de Barros I y el grado de deterioro que ha sufrido en poco tiempo: Humedades, falta de protección, deficiencias estructurales del parque (que aceleran el proceso) y un sinfín de detalles que por desgracia nos privaba nuevamente de verlas. Hoy en día el Parque de las Estelas se encuentra abierto, si bien es cierto que no todo el año y bajo cita previa.
Está claro que el icono por excelencia de la cultura en Cantabria parece nuevamente abocado a ser un juguete roto por un motivo u otro: Tensiones administrativas, actos vandálicos, falta de información sobre la apertura/cierre del Parque de las Estelas, estudios a fondo prácticamente inexistentes, humedades y un lista que parece no tener fin..¿Qué pensarían los antiguos pobladores de Regio Cantabrorum de todo esto?
A l largo de los años, ha sido conocida con varios nombres como por ejemplo La Rueda de Santa Catalina (atribuido por H. Breuil) o el de Rueda de la Virgen relacionado directamente con la advocación de la ermita aledaña a su actual ubicación. Esta maravilla de arenisca posee unos 1,75 metros de diámetro y 36 centímetros de grosor, siendo además la más completa de las encontradas hasta la actualidad ya que conserva incluso el espigón que servia para hincar las estelas en el suelo. Su iconografía llama poderosamente la atención: Por una de las caras posee una esvástica de cuatro brazos, mientras que en la otra nos encontramos con un círculo central rodeado por 4 medias lunas. Ambas caras están rematadas por tres circunferencias concéntricas y una cenefa a base de triángulos que engloban el detalle principal de la estela. Es curioso cómo, la simbología de las 4 medias lunas rodeando a un punto central, parece ser específico del antiguo pueblo de los cántabros, ya que no tiene paralelos con esa forma en ningún pueblo de origen indoeuropeo asentado en la península. Y eso contando con que la simbología de las lunas crecientes está presente en la epigrafía de, por ejemplo, la Meseta o Galicia..pero nunca en esa forma tan propia.
Se cree que la ubicación de las mismas tenía relación con prácticas religiosas, señalando antiguos enclaves o posibles santuarios al aire libre relacionados con el culto al Sol y la Luna. Respecto a este último elemento, el conocido texto de Estrabón (Geografía IV, 4, 4.) ya hace referencia a que los cántabros, al igual que otros pueblos septentrionales de la Península, daban culto a ‘una divinidad’ sin determinar (tal vez la propia Luna) en las noches de plenilunio, haciendo bailes y fiestas fuera de sus poblados, reforzándose así la teoría ritual o de posible santuario. Cuanto menos interesante es la teoría de José María Blazquez Martínez, quien planteó en su obra “La religiosidad de los pueblos vista por los autores griegos y latinos, Emérita XXVI, págs. 95-96. Madrid, 1958.” que la cara principal representaría al Sol, es decir la luz del día y la vida, y la del reverso (La Luna), a la noche, las tinieblas y la muerte. El autor mantiene que la Luna sería la morada de los muertos y los círculos concéntricos que la rodean simbolizarían las almas en torno a ella.
De lo que no cabe duda es que nos encontramos ante objetos de fuerte componente religioso o espiritual. Fruto de esto, no es de extrañar que la gran mayoría de las estelas halladas se encontrasen o bien al lado o bien debajo de ermitas contemporáneas, de las cuales bien se sabe que en muchas ocasiones se ubican en según qué lugares para “cristianizar” el sitio donde se construyen.
A diferencia de su “compañera”, la segunda estela de Barros se encontró totalmente fragmentada. En 1977 se extrajo de entre los muros de la ermita aledaña, y fue montada nuevamente en el año 1999. Las dimensiones de la estela son mayores que la primera, de unos 2,46 metros contando el espigón por unos 30 cm de grosor. El anverso es prácticamente igual al de la Estela de Barros I, diferenciándose de la misma en el reverso, donde posee una esvástica de 5 brazos con giro a la izquierda que explicaremos en detalle cuando se publique la entrada sobre las estelas de Lombera.
Abierto del 15 de Julio al 15 de Septiembre (Cerrado los lunes).
De 10:00 a 13:30h y de 16:00 a 19:30h
Para más información 942 840 317
Que la comarca de Liébana es una total y absoluta desconocida en cuanto a su pasado romano (y prerromano) es algo perfectamente identificable. Y no será porque sus antiguos pobladores nos dejasen pistas y pistas de que, lejos de ser un lugar que solo ganó peso de la Reconquista en adelante, ya tenia una fuerte presencia siglos antes. Castros como el de Lerones, Sebrango, Llan de La Peña, Los Cantones, El Peñuco o La Corona (y a buen seguro muchos desconocidos) nos muestran su fuerte presencia en la Edad del Hierro, incluso contextualizando Liébana dentro de las Guerras Cántabras gracias a la aparición de los campamentos romanos de Castro Negro, Vistrió y Robadorio que "cercan" los accesos a la Meseta y quien sabe si el mítico Monte Vindio.
Pero mismo modo que los castros nos acercan a la vida o los campamentos romanos a la guerra, las estelas funerarias nos acercan a la muerte. Y en este sentido, Liébana es nuevamente otra de las grandes desconocidas. Cierto es que estelas como la de Luriezo nos llevan por buen el camino, ya que se cree que el imperio romano dejo su impronta en Liébana desde al menos el I siglo d.C. hasta al menos el IV d.C. Y en este sentido, lo poco que queda de la estela de Bores, es clave para poder afirmar con rotundidad esta última fecha.
Y no solo eso, sino que la espectacular estela funeraria de Villaderde (de la que hablaremos en otra entrada) se encuentra a menos de 2 kilómetros en línea recta y esta "labrada" prácticamente en la misma fecha..¿que esconde Vega de Liébana respecto al mundo romano?. Solo el tiempo lo dirá. Lo que está claro es que históricamente la zona Sur de Cantabria y Norte de Palencia y Burgos están ligadas al mundo romano y casi siempre miramos hacía allí para saber un poco más del milenario conflicto del Bellum Cantabricum et Asturicum y la romanización del territorio. Tal vez sea momento de mirar en dirección al Monte Vindio, hacia las escarpadas cumbres de Liébana y alrededores.
Uno de los hallazgos materiales más espectaculares de la comarca de Liébana es la conocida como estela de Luriezo. Cierto es que, en los últimos años, el descubrimiento de diferentes castros (Lerones, Llan de la Peña, Los Cantones, etc) e incluso estructuras campamentales romanas como el recientemente conocido castellum de Vistrió (que a buen seguro dará mucho que hablar), nos acercan a un poblamiento protohistórico cada vez más extenso en la zona. Incluso nos lleva a pensar que tal vez estemos más cerca del milenario Mons Vindius..pero hasta entonces las evidencias materiales (que no estructurales) son escasas, lo que hacen de esta estela discoidea un elemento único.
La estela fue dada a conocer por el historiador y epigrafista don Eduardo Jusué (1846-1922), quien a principios del siglo XX escribiría lo siguiente en el Boletín de la Real Academia de la Historia (1905):
"En el pueblo de Luriezo, situado en Liébana, provincia de Santander, a unos 9 km. hacia el SE. de la villa de Potes, existe una lápida, de la cual me dio noticia el cura párroco D. Juan de la Madriz (q. e. p. d.). Procuré adquirir una copia de la inscripción antes de decidirme a emprender la subida por ásperos caminos a la falda de Peña Sagra donde apareció la lápida. Aunque algo confusa la copia, me convencí al leerla de que no era la lápida, como se creía, una losa sepulcral de algún monje o abad, sino un monumento romano, bien extraño.."
La estatua-estela de Salcedo (Valderredible, Cantabria) es una de las últimas incorporaciones a la iconografía arqueológica de nuestra región. A diferencia de las enormes estelas discoideas como las de Barros, Lombera o Piélagos, esta increíble pieza dista de la monumentalidad y tamaño de las anteriores. Pero no pensemos por ello que su valor histórico es menor, todo lo contrario. Su hallazgo marca un antes y un después en la investigación del área de Monte Hijedo, ya que no hace más que reafirmar la importancia de esta área en época protohistórica. Si a esta arenisca le unimos las diferentes representaciones antropomorfas de La Serna (a pocos kilómetros) y los últimos hallazgos correspondientes a varios petroglifos (espirales, cruces, etc), no cabe duda de que estamos ante lo que parece ser un núcleo poblacional de relevancia en los albores de la Edad del Bronce.
Y todo ello gracias a un vecino de la localidad de Salcedo que, fruto de su pasión creciente por la historia, ha ido recopilando información y enclaves que permitirán a futuras generaciones (y al él mismo) recomponer un rompecabezas sobre un pasado más que apasionante en el área de Valderredible. No olvidemos que entre según qué élites de nuestra región, intentar aportar por cuenta propia sobre diferentes puntos de vista o criterios arqueológicos está mal visto, incluso actuando con la corrección que la ley marca. Curiosamente a lado de la grandeza de sus hallazgos pocas veces encontramos su nombre, tal vez solapado por aquellos que buscan publicitar su figura individual y su trabajo más allá de quien realmente tiene el mérito no solamente de hallar, sino de actuar correctamente pese a las trabas institucionales. Solo hace falta leer las notas de prensa al respecto, donde "el vecino de Salcedo" no tiene el espacio que merece. Su nombre para el portal de Regio Cantabrorum está marcado con letras en negrita, ya que nos ha hecho partícipe de su trabajo desde hace tiempo: Ernesto Rodrigo Gutierrez.
Sería en el año 2007 cuando, buscando en una escombrera cercana a su casa un hito o bolardo de piedra para marcar una finca, encontrase esta maravilla. Se cree que no era la ubicación inicial de la estela, ya que posiblemente fuese trasladada a dicha escombrera en el pasado tras haber sido utilizada en alguna construcción o vivienda de las inmediaciones. Nada más encontrarla, la puso a disposición del Ayuntamiento de Valderredible (en depósito) a la espera de más noticias en torno a su hallazgo. Sería almacenada en el Museo Etnográfico de Valderredible hasta que años después, fruto de la insistencia y tesón de su propietario, se traslada la noticia del hallazgo al MUPAC en el año 2014 a través de Julio López Postigo. Es decir, 7 años tras notificar la presencia de lo que hoy es un icono de la arqueología en Cantabria y por el camino una desidia institucional de libro, bravo. Algún día, con permiso de su descubridor como no, contaré otro de los sainetes regionales que engrandecen a esta región.
En marzo de 2015, MUPAC la presentó en sociedad a a través de una exposición temporal titulada "La estatua-estela de Salcedo y el conjunto rupestre de Monte Hijedo", un pequeño espacio donde se pudo contemplar por primera vez. Un año después, tras una larga espera, la estela de Salcedo se gana un lugar en la exposición permanente del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, concretamente entre las dos reproducciones de los ídolos de Sejos. Notas de prensa, Consejeros de Cultura, Directores, y un largo etc de personalidades acuden a la presentación en sociedad de la misma. Mientras tanto, como muchos de vosotros, los ídolos de Sejos originales siguen en el monte a la espera de que algún desalmado, o simplemente algún animal, los pisotee y destroce. Equidad y mesura, como siempre en Cantabria..
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