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Estela de Zurita de Piélagos

La estela de Zurita de Piélagos forma parte de la iconografía cántabra por derecho propio. Fue encontrada en la localidad que le da nombre, concretamente en un pequeño alto que hoy en día ha sido parcialmente "cortado" para construir la autovía entre la localidad de Solares y Torrelavega. Es más que probable que fuese concebida para ocupar un gran espacio abierto donde poder observar con claridad sus dos caras, las cuales destacan tanto por su tamaño como por la monumentalidad de su contenido. No posee ningún tipo de texto ni explicación sobre sus motivos, ya que se cree que las escenas de ambas caras (sobre las que hablaremos a continuación) eran lo suficientemente legibles y entendibles por todos aquellas personas coetáneas a su época como para agregar cita alguna. A parte de las diferentes hipótesis y teorías sobre su construcción, datación y posible adscripción, poco o nada se sabe sobre ella. De hecho, mucha gente se atreve a aventurar con bastante criterio que el enclave donde fue hallada no es siquiera su ubicación original, ya que Pielagos no es una zona donde se hayan encontrado iconos similares ni poblamientos prerromanos de importancia a diferencia de otras localizaciones en Cantabria.

Respecto a su cronología, muchos autores afirman que fue erigida en época romana o posterior. Está bastante claro que los motivos, escenificación y elementos plasmados en la estela de Zurita están basados en creencias (como veremos a continuación) meramente indígenas, propias de la Edad del Hierro. Aún así, la tipología, monumentalidad y el paralelismo con otras estelas burgalesas (estas sí con inscripciones latinas como por ejemplo la de Lara de Los Infantes) llevan a pensar que son posteriores. De hecho, se cree que pudieron erigirse para honrar la temática bélica y heroísmo de los antiguos guerreros de nuestra tierra, ya que como queda plasmado en las fuentes epigráficas y clásicas (Estrabón por ejemplo) muchos cántabros tuvieron importante presencia militar entre las tropas romanas, incluso en los confines del Imperio.

Retomando la estela como tal, no sabemos muy bien si ambas caras tenían la misma importancia o no para sus creadores, aunque a modo de guía tomaremos como la "principal" aquella que presenta más elementos, es decir, la que alberga la talla de un caballo, buitres (en plural) y guerreros. En publicaciones posteriores (las estelas de Barros) entraremos más en detalle sobre el elemento de la cara "secundaria", uno de los más comunes en el mundo prerromano: El símbolo solar o celeste.

Bibliografía: Cántabros, origen de un pueblo. (Edita ADIC y Los cántabros). Autores: Angel Ocejo, Rafael Bolado del Castillo, Enrique Gutiérrez Cuenca, José Angel Hierro Gárate y Juan Carlos Cabria Gutiérrez.

 

Escena superior de la estela de Zurita de Piélagos

A primera vista destaca la calidad de los elementos representados, incluso la más que posible interpretación de los mismos. Se puede subdividir en dos apartados, ya que ambos tienen una simbología especial y están plagados de detalles "ocultos" que mucha gente no conoce. La escena superior muestra en primer término un caballo embridado sin jinete (a diferencia de lo que muchos piensan) enfrentado a dos guerreros. Curiosamente, aun siendo una imagen estática, se puede apreciar cierta actitud de movimiento en la figura. En primer lugar el caballo tiene el cuello arqueado, dando la sensación de apartarse hacia atrás ante la presencia del primero de los guerreros. En segundo lugar, la posición de sus patas también puede ser reveladora ya que los cascos del animal no aparecen "posados" sobre el suelo de un modo uniforme. Llaman la atención las patas traseras, sobre las que se puede esbozar un movimiento forzado, como si el caballo estuviese "reculando". Serían sus extremidades las que diesen un dato determinante en una de las interpretaciones más extendidas de la estela de Zurita.

Si nos fijamos con detenimiento, la cercanía entre sus patas (en relación dos a dos) es muy muy evidente, algo bastante extraño en las figuras ecuestres. Al realizar un calco de la representación la sorpresa es mayor: Aparecen una serie de bandas o cuerdas entrelazadas tanto en las patas delanteras como traseras que parecen querer inmovilizar al animal. Todo parece indicar, según varias hipótesis apoyadas en las fuentes clásicas, que estamos ante la escena de un caballo destinado al sacrificio. Concretamente una de las tribus cántabras más conocidas, los concanos, se enfervorizaban su sangre (Horacio, Carmina III, 4, 34; Silio Itálico, Púnica III, 360). El fallecido historiador y arqueólogo Joaquín González Echegaray tenía la creencia, muy posiblemente acertada, de que estas fuentes clásicas hacían referencia a sacrificios de este animal. Incluso yendo un poco más allá, nos encontraríamos "símiles" de este tipo de muertes citadas por Estrabón (III, 3, 7) en los pueblos del norte de Lusitania y una curiosa cita según Plutarco (Plut. Quaest. Rom. 83). En esta, hacía referencia a que la paz entre los bletonenses (pueblo de las inmediaciones de la actual Salamanca) se sellaba con la muerte de un hombre y un caballo..casualmente en nuestra estela tenemos un caballo a las puertas (hipotéticamente) de la muerte, y un hombre que es más que probable que hubiese corrido la misma suerte.

Moneda celtibérica del siglo II a.C. de Sekaisa (Segeda), con la representación de la victoria alada

Cambiando de elemento, justo al lado del animal, nos encontramos como lo que se ha interpretado como dos guerreros. Portan sendos escudos circulares mostrados de frente que les cubre gran parte de su cuerpo, desde los hombros hasta casi las rodillas. Ambos blanden algún tipo de arma en su brazo derecho, aunque es complicado interpretar por el desgaste en la piedra si es una lanza, espada o similar. Se aprecia además algún tipo de resalte, capucha o casco en sus cabezas, pudiéndose "extender" a modo de capa hasta por debajo de sus rodillas. Llama la atención la forma puntiaguda de esta prenda, la cual fue interpretada en un pasado no muy lejano (siglo XX) como rabos de lobo, suponiéndose que los guerreros fuesen cubiertos con la piel de este fiero animal. De este modo serían representados en la obra "Mitología y Supersticiones de Cantabria" (Adriano García Lomas, 1964), atendiendo posiblemente a un ansia de apropiación mitológica más que a una representación científica, incluso se dibujó un jinete a lomos del caballo cuando no existe, como veremos en el siguiente párrafo.

Por último en la escena "superior" de esta cara, nos encontramos con lo que en un principio se creyó que eran los restos desgastados de un jinete pero finalmente un ave. Posee la misma forma "almendrada" y en la misma posición que la figura que veremos posteriormente en la representación "inferior". Su ubicación, justo por encima del caballo, pudo haber sido inspirada en el tema iconográfico de la victoria alada y las grandes aves sobre caballos, tal y como podemos observar en monedas celtibéricas del siglo II a.C. de Sekaisa (Segeda).

Escena inferior en la estela de Zurita de Piélagos

A diferencia de las diferentes hipótesis y teorías que ha suscitado la escena superior, la representación del gran ave al lado de un cuerpo yacente fue ya correctamente interpretada desde mediados del siglo pasado por Don Tomás Maza Solano ("Las Estelas Gigantes de Cantabria" – J.Carballo, C.E.G 1948). Varias fuentes clásicas hacían referencia a la costumbre existente entre los celtíberos y vacceos de dejar a sus caídos en combate en el campo de batalla para que fuesen "llevados al más allá" por los buitres, animales considerados sagrados.

  • "Los vacceos, pueblo de Occidente, (…) a los que han perdido la vida en combate, los consideran nobles, valientes y dotados de valor y, en consecuencia, los entregan a los buitres porque creen que estos son animales sagrados". (Eliano, De nat. animalia, X, 22)

  • "Los celtíberos consideran un honor morir en combate, y un crimen quemar el cadáver así muerto, pues creen que su alma remonta a los dioses del cielo, al devorar el cuerpo yacente el buitre". (Silio Itálico, Púnica III, 341-343)

Fragmento de cerámica celtibérica. Fuente: Numancia  - www.numanciasoria.es

Aún así, la tradición o costumbre prerromana del "transporte divino" que ejercían los buitres o corvidos no tiene la misma interpretación en toda la zona celtibérica, ya que para muchos era un animal sagrado y para otros simplemente un ave carroñera. Existen testimonios gráficos, a parte de nuestra estela, que nos muestran la variedad a este respecto. Por ejemplo, existen fragmentos de vaso hallados en Numancia (ver imagen) que no dejan dudas sobre lo sagrado de este animal. Se muestra una figura humana tendida en el suelo empuñando una espada, posiblemente en el campo de batalla. A su lado, representado de un modo esquemático, un buitre a punto de tomar el alma del héroe caído para llevarlo junto a sus divinidades. Por el contrario, existen estelas como la de El Palao (Alcañiz, Teruel) donde el buitre aparece junto a otros animales (representados como lobos o perros) acercándose a un cuerpo caído bajo el caballo de otro guerrero. Este último levanta los brazos, mostrando esta escena poco o nada de heroico, más bien la mofa y desprecio por un enemigo ultrajado.

Volviendo a nuestra estela, en la representación se pueden apreciar dos elementos: A la derecha se observa una figura humana arrodillada con los pies hacia afuera y recostada sobre lo que se interpreta como una roca. Tiene un brazo sobre el cuerpo y el otro hacia el exterior, dando en conjunto una impresión de caída violenta o postura muy forzada. A la izquierda, de forma almendrada como en la escena superior e igualmente algo desgastada, podemos apreciar el cuerpo de un ave de gran tamaño del que se distinguen la cola y las patas. Se diferencia también un cuello alargado en dirección a la figura humana, formando el conjunto una escena clarificadora sobre lo anteriormente expuesto.

Info

DESTACADOS

  • CASTRO DE LAS VARIZAS

    El castro de Las Varizas (San Felices de Buelna) es otra de las joyas ocultas de la Sierra del Dobra. Como ocurriese con otros recintos fortificados de esta formación montañosa como por ejemplo el castro de Las Lleras, fue protegido de la acción minera de la zona (cantera MITOSA-SOLVAY) gracias a su declaración de Bien de Interés Cultural como figura de Zona Arqueológica. Aún así debemos destacar que en el entorno inmediato al yacimiento, al norte, la actividad de la cantera sigue en marcha, de modo que tal vez sigamos perdiendo parte de nuestra historia sin saberlo..en fin..Situado sobre la localidad de Sovilla a unos 515-530 metros de altura, esta atalaya natural se alza imponente sobre el valle de Buelna, justo en el epicentro del antiguo pueblo de los Blendios. El nombre del castro bien podría relacionarse con las estructuras que remataban el vallado de la muralla existente, de ahí que derive del latín "vara" (madero largo y delgado). De todos modos, existen otras teorías igual de válidas que lo asocian a la avellaneda de la cara norte del yacimiento.

    La primera cita de este yacimiento se publica en la prensa en el año 2000, concretamente por Federico Crespo García Barcena. Nativo del valle y concejal de Cultura del Ayuntamiento de San Felices de Buelna, es también conocido por ser quien identifico en primer término el campamento romano del Campo de Las Cercas. Cierto es que lo hizo erróneamente (como castro cántabro) y que fue Eduardo Peralta quien lo asocio correctamente a su origen, pero su nombre ahí queda. Volviendo al castro de Las Varizas, tenemos que destacar que otros arqueólogos como Ramón Bohigas o Pedro Miguel Sarabia tenían conocimiento de las estructuras del recinto incluso antes de su publicación en el año 2000, pero la difusión del mismo públicamente no se produjo, dato que no tiene por qué determinar que no se conociese anteriormente.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria.(Edita ACANTO)

  • EL COTERON

    El castro de El Coterón se ubica en lo alto de un monte cónico de roca caliza en la cabecera del valle de Entrambasaguas. Si cerramos los ojos e imaginamos la idílica forma de un asentamiento prerromano siempre se nos vendrá a la cabeza la imponente figura de yacimientos como el oppidum de Monte Bernorio o La Espina del Gallego..son demasiados años de mitos y leyendas ficticias que nos han forjado una imagen demasiado subrrealista y global de algo que no lo es. Y no quiere decir que muchos de los asentamientos de los antiguos cántabros estuviesen fuertemente fortificados, como los citados previamente, o incluso que sus antiguos moradores fuesen todo lo belicosos que el Imperio Romano quiso vender para justificar lo caro de su victoria. Ahora bien, existen yacimientos que aun perteneciendo a una cronología similar (Edad del Hierro) poco o nada tienen que ver con los castros que imaginamos. El Coterón es uno de los exponentes castreños "atípicos" de nuestra región, de hecho hasta su propia latitud es una excepción en el entorno.

    Nos encontramos en un territorio yermo en cuanto a asentamientos protohistóricos de envergadura se refiere, al menos conocidos hasta nuestros días. Paralelamente nos encontramos con un cierto nivel de estaciones hipogeas (cavidades o bóvedas con restos de enterramientos) que puede indicar que el potencial arqueológico en superficie este aún por descubrir. Uno de los ejemplos de mayor interés se ubica en la cercana localidad de Solorzano, concretamente en la cueva de Ruchano. Conocida desde antaño, alcanzó interés arqueológico a raíz del hallazgo en su interior de una espada de la Edad del Bronce (Almagro Gorbea, M. 1976). Este descubrimiento fue llevado a cabo por un miembro del colectivo espeleológico "Expedición Británica a Matienzo", concretamente en una represa natural situada en la zona profunda del rio que surge por la boca de la cavidad. Cabe la posibilidad, según se ha documentado, de que esa espada pueda formar parte de un rito de propiciación a las divinidades acuáticas, circunstancia bastante extendida en el ámbito religioso protohistórico en toda Europa.

    Volviendo al yacimiento de El Coterón, fue mencionado por primera vez como enclave de interés arqueológico por A.Arrendondo en su conocido artículo "Índice preliminar de poblados cántabros (riaños, cuetos y castros) en los que existen apariencias de restos de civilizaciones prerromanas, precélticas y anteriores, en la provincia de Santander y otras" de la publicación Altamira, identificandolo con el topónimo de Riaño de Hornedo. Detallaba "...terrazas y restos de los poblados cántabros de Cabargo y Rondillo" (Arredondo, 1976-77: 547), siendo esta afirmación una mera hipótesis sin ninguna base científica ni documental. Décadas más tarde el enclave seria visitado por Fernando V. Pablos quien identifica al Sur del cerro una terraza artificial que posteriormente, esta vez acompañado por Eduardo Peralta Labrador (2004), se reafirmaría como una construcción probablemente atribuible a la Edad del Hierro. Muchos pensarán equivocadamente, ¿Y ya está? ¿Dónde están las murallas? ¿Y las cabañas circulares?. Olvidemos los estereotipos y la mitología y volvamos a la realidad..¿Para qué murallas si no hay de qué defenderse? ¿Por qué han de existir cabañas si pudo ser un asentamiento estacional?. Tan solo el tiempo y una posible intervención arqueológica desvelarán las incognitas del castro de El Coterón.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)

    Agradecimientos: Antxoka Martínez Velasco

  • CUETO DE MOGRO

    El castro del Cueto de Mogro (Miengo, Cantabria) se encuentra situado en un lugar privilegiado, concretamente frente a la desembocadura del río Pas. Fácilmente identificable por su forma cónica, domina un amplio territorio que abarca desde el vecino municipio de Piélagos hasta la conocida Sierra de la Picota, pudiéndose identificar desde aquí sin problema los altos de El Cuco, El Doblo, Tolio y Picota (que le da nombre a la sierra). Se cree, con argumentos muy válidos, que su descubridor fue el padre Jesus Carballo, ya que el año 1943 hace referencia a un castro en el Valle de Pielagos que poseía "triple parapeto" y situado "cerca de Renedo" (Carballo, 1943:187). No existe una referencia directa al castro que nos ocupa, de hecho el señor Carballo nunca se caracterizó por realizar localizaciones geográficas de gran exactitud en sus hallazgos, pero hay apenas dudas de que hablaba de él por varios motivos:

    • Su ubicación: El Cueto de Mogro se encuentra bastante cerca de la localidad que citó en su investigación (Renedo). Si bien es cierto que no pertenece al valle de Piélagos, se encuentra situado "muy en el límite", concretamente en el municipio de Miengo.

    • El aparato defensivo: Curiosamente el Cueto de Mogro posee un sistema defensivo muy poco común dentro de los castros costeros conocidos en Cantabria. Al día de hoy es muy complicado encontrar recintos similares en la zona, ya que la actividad forestal ha podido "ocultar" muchos yacimientos de tipología similar del mismo modo que lo ha hecho en este.

    Pasarían más de 30 años hasta que volviese a ser citado en alguna fuente, ya que Arredondo volvió a hacer referencia al mismo en su clásico artículo de 1976-77 (Arredondo, 1976-77:541). Metidos de lleno en pleno siglo XXI, un yacimiento como este carece de protección alguna (BIC), quedando a expensas de que la parte menos dañada del castro lleve el mismo camino que la ya destruida.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria.(Edita ACANTO)

  • MONTE ORNEDO

    El yacimiento arqueológico de Monte Ornedo es, sin lugar a duda, una de las grandes incógnitas del pasado de Cantabria y sus pobladores. Muy poco a poco van saliendo interesantísimos vestigios a la luz que hacen tambalearse la actual perspectiva de lo que conocemos hoy como Regio Cantabrorum. No es ni mucho menos una afirmación banal y sin argumento, ya que según parece muchos arqueólogos e historiadores (y yo mismo) creen firmemente que "tal vez" la antigua Iuliobriga citada por Plinio se encontrase a sus pies y no en Retortillo. Argumentos publicados como el edificio de Los Trigales, las termas de La Cueva, el yacimiento de Camesa Rebolledo o la cantidad de terminos Augustales del entorno así lo atestiguan. Y de los no publicados ya ni hablamos. Pero antes de introducirnos plenamente en estas teorías, conozcamos un poco más del yacimiento en sí. Se encuentra en el municipio de Valdeolea, dominando el gran valle de Campoo a unos 1.170 metros sobre el nivel del mar. De hecho, posee dos cimas denominadas "Santa Marina" y "Ornedo II" a una altitud de 1.174 y 1.167 metros sobre el nivel del mar.

    La existencia del yacimiento está sobradamente documentada desde hace años, aunque no ha sido hasta la última década cuando los hallazgos han sido de gran relevancia. En el siglo XIX el historiador montañés A. de los Rios mantenía que en la cima del Monte Ornedo se localizaba el campamento de invierno de la conocidísima Legio IIII Macedonica, la cual tenía su campamento principal en la antigua Pisoraca (Herrera de Pisuerga). Posteriormente, el alemán Adolf Schulten verifico la presencia de estructuras defensivas castreñas, así como los restos de una cabaña circular, restos cerámicos y otros materiales. Por este motivo interpreto el yacimiento como un asentamiento castreño prerromano. A finales del siglo XX se produce una gran actividad arqueológica en la zona. En la década de los 60 los arqueólogos Miguel Ángel García Guinea, A. García y Bellido y Augusto Fernández de Aviles identificaron, al igual que Schulten, estructuras castreñas, además de restos de cerámica lista y pintada. Además, durante esta etapa, apareció un término augustal (concretamente en la localidad de Hormiguera) que marcaba el límite de los prata (prados/praderas) de la Legio III Macedonica y el agger de la ciudad romana de Juliobriga. La gran actividad arqueológica en esta década volvió a llevar en 1964 a Miguel Ángel García Guinea y Joaquín González Echegaray a la cumbre de “Santa Marina”. En este sector del yacimiento se encontraron gran parte de materiales arqueológicos de cronología medieval (siglos VII-XIII d.C), pero aun así siguieron apareciendo piezas de época romana. Concretamente un denario anónimo cuya acuñación data de los años 209-208 a.C y un fragmento de terra sigillata hispánica.

    Debido al amplio abanico cronológico del Monte Ornedo, abarcando época prerromana, romana, medieval e incluso moderna (en la guerra civil fue reutilizado como punto estratégico de vital importancia), es complicada la interpretación de todos los materiales hallados desde un punto de vista arqueológico. De todos modos, las últimas campañas (que veremos a continuación) han vuelto a recuperar la importancia del yacimiento de un modo exponencial, aclarando muchos de los aspectos hasta ahora conocidos…y abriendo nuevas teorías que por mucho que parezcan descabelladas..a lo mejor son acertadas.


  • CASTRO DE LA GUARIZA

    El castro de La Guariza (Fontibre, Campoo de Suso) es otro claro ejemplo, uno más, del abandono al que se encuentran expuestos muchos yacimientos de nuestra región. Evidentemente no es un Monte Ornedo o Castro de Las Rabas, los cuales son referentes arqueológicos en nuestra región, pero esto no quita para que puedan albergar innumerables secretos dignos de ser admirados. De hecho, mucha gente se sorprende de que este enclave haya sido incluso un castro prerromano, sobre manera porque apenas existe información sobre él.

    Fue descubierto por Miguel Ángel Fraile en la década de los 80 del siglo pasado. De hecho, el único estudio (que no excavación) realizado sobre este enclave fué publicado por él mismo en el año 1990, donde llegaba a indicar que se trataba de un asentamiento de la Edad del Hierro. La siguiente cita sobre La Guariza se publica en el año 1997, donde Eduardo Peralta y Emilio Muñoz comparten la cronología argumentada años antes por Fraile en la publicación "La problemática de la conservación de los castros prerromanos de Cantabria: inventario y propuestas de actuación". La última vez que el yacimiento toma cierto "protagonismo" es gracias a la actualización del Inventario Arqueológico de Cantabria (2007) de la mano de José Ángel Hierro Garate, quien se encarga de documentar y estudiar el estado del yacimiento. Las imágenes de esta publicación corresponden a esa toma de contacto.

    Su localización, muy cerca de la posible estructura campamental de Salces, hace pensar que esta última fuese un castellum romano que sirviese para asediar el castro prerromano de La Guariza.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria.(Edita ACANTO)

    Agradecimientos: Jose Angel Hierro Gárate