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Vista general del castro de Pico del Oro

El castro de Pico del Oro (San Felices de Buelna, Cantabria) es el típico ejemplo de estructura castreña de pequeñas dimensiones. No todos los castros cántabros cuentan con el esplendor del castro de Las Rabas o Monte Ornedo, sino que muchos de ellos eran pequeños recintos con las características básicas para su habitabilidad. Se sitúa a unos escasos 600 metros en línea recta del castro de Las Varizas y fue descubierto e identificado por R.Bohigas Roldan en el año 1977. Ha sido estudiado en diferentes épocas y contextos por arqueólogos e investigadores de renombre como Muñoz et alii (1991), González Echegaray (1997), Reigadas Velarde (1996), Pumarejo et alii (2002), Serna (2002) y Peralta Labrador en dos ocasiones (2002-2007). Se encuentra en el extremo occidental de la Sierra del Dobra, acechado por la conocida cantera de Mitosa-Solvay y situado sobre un pequeño pico de pronunciadas laderas.Es prácticamente inaccesible desde todos sus flancos excepto por el Este y el Norte, en donde la pequeña cumbre conecta con el resto de abruptas cimas de la sierra. Sus estructuras defensivas, bastante simple en cuanto a su morfología y complejidad, se encuentran situadas en cotas de entre 400 y 410 metros de alto, dominando el paso natural entre el valle de Buelna y la costa Cantábrica.

Se pueden identificar diversas fases constructivas que se solapan, siendo difícil su interpretación por esta circunstancia. De todos modos, existen elementos visibles como derrumbamientos de muralla que no dan lugar a dudas. El más importante es un gran derrumbe separado en dos "brazos" que forman un algo casi recto. El más largo de ellos mide unos 37 metros de longitud, mientras que el otro tiene unos 26 metros aproximadamente. En el nexo de unión entre ambos, donde se forma el ángulo, se presupone lo que podría ser una puerta de acceso, basándose sobre todo en una pequeña depresión de la muralla en este punto. Según diversas interpretaciones aportadas por los diferentes autores, se cree que el perímetro total (basándose en las distancias obtenidas en esos dos "brazos") rondase unos 70 metros aproximadamente. De todos modos no todos piensan lo mismo, ya que por ejemplo Reigadas Velarde propone un recinto bastante mayor y de planta diferente (115 metros). Es este mismo autor quien identifica (Reigadas Velarde, 1995:37) una pequeña construcción cerca del recinto principal como un puesto de vigilancia, concretamente en el flanco Oeste y "colgada" sobre los abruptos acantilados de la sierra (ver imagen más abajo).

Respecto al nombre o topónimo del castro de Pico del Oro, existen otras acepciones también válidas como "Peña`l Oro" o "Pico Toro". Muchos creen que el nombre de Peña del Oro viene dado por la presencia imponente de las ruinas y la "leyenda" de que en el lugar había escondido un tesoro..creible o no, ahí está la interpretación. Lo que está claro es que topónimos como "Peña Toro" están más bien ligados a una mala interpretación o mala transcripción del nombre original. Aún asi, existen otros topónimos menos utilizados como "Peña Castillo", utilizado sobre manera en la cartografía minera (siglo XX) y también ligado a las ruinas allí presentes.

Bibliografía: Castros y castra en Cantabria.(Edita ACANTO)

 

Estructuras del yacimiento de Pico del Oro

Como bien hemos comentado previamente, el castro de Pico del Oro tiene una estructura más bien simple. Lo más destacable en cuanto a la misma es que parece tener diferentes fases de construcción e interpretación. En la actualidad, sobre los cimientos "iniciales" se pueden observar muros construidos a hueso, es decir "encajando" las piedras sin ningún tipo de argamasa o estructura interna. Dichos muros tienen una anchura aproximada de 1,20 metros, llegando en algunos puntos a 1,50 metros. Siguen un patrón rectangular con las esquinas redondeadas, pudiendo albergar un hábitat de aproximadamente 2.200 metros cuadrados y dándonos esto a entender que inicialmente fue un recinto meramente indígena, pero que pudo ser ocupado por algún destacamento romano con posterioridad (lo veremos en la cronología). Tanto en su interior como en sus inmediaciones existen, al menos, dos construcciones de diferentes características. La más "evidente" se encuentra adosada al tramo interior de muralla en el SE del recinto. En las diferentes fotografías aéreas, se distingue una estructura rectangular de mampostería de alrededor de 22x13 metros.

La otra es un pequeño recinto rectangular (citado previamente) construido al oeste del principal y un poco por debajo de la cima del castro en cuanto a altitud se refiere. Parece haber sido excavada en parte sobre el terreno, y en parte cerrada con mampostería al menos en tres de sus lados (norte, sur yeste). En base a estas informaciones se cree que delimitaba un espacio de 2x4metros.

Debemos de comenzar destacando que en el castro de Pico del Oro no ha habido campañas de excavación ni otras prospecciones de las que se hayan publicado resultados en detalle. Cierto es que se ha citado la existencia de tégulas, ímbrices, algunos fragmentos de cerámica común romana y clavos de hierro, materiales que en este caso dan que pensar.

La gran mayoría de estos materiales han sido encontrados entre las ruinas del edificio citado previamente, el cual se encontraba adosado en la parte interior del recinto. Ahora bien, estos materiales podrían arrojarla duda que de ineludiblemente se tratase de un pequeño campamento romano tipo "castellum" única y exclusivamente. Pero esto no parece ser así del todo, ya que la interpretación más "lógica" sobre el terreno es que existió previamente un pequeño recinto indígena que posiblemente fue arrasado y re-ocupado durante las Guerras Cántabras. De sus "orígenes" indígenas pocas dudas quedan gracias a la monumentalidad de los derrumbes de muralla encontrados en su flanco Noreste, pudiendo ubicar (no por la presencia de materiales,más bien por mera interpretación) el castro de Pico del Oro en la Edad del Hierro.

Respecto a la pequeña construcción ubicada fuera del recinto (ubicada al oeste), es difícil su datación. Alguna de sus características principales, como la utilización de mortero en su construcción, hacen que su datación corresponda más bien con una época más contemporánea.

VISITAS

Todos podemos disfrutar del castro de Pico del Oro, ya que aún sin ser un yacimiento visitable (refiriéndonos a un arqueo-sitio como tal) podemos recorrerlo a píe. Desde Regio Cantabrorum te pedimos que respetes el yacimiento y su entorno, ya que es deber de todos mantener viva la historia de Cantabria.

Info

   

DESTACADOS

  • EL CERRO CASTARREÑO

    Es imposible pasar por la autovía A-231 entre León y Burgos y no fijarse en el imponente cerro ubicado al lado de la conocida localidad de Sasamón. Allí, repleto de terrazas agrícolas y quien sabe si de otra índole, el cerro Castarreño fue testigo directo del rodillo militar que se dirigía hacia la Cantabria antigua para así escribir uno de los capítulos más importantes de nuestra historia. Y no como "actor secundario" dado que se comienzan a instaurar cada vez con más fuerza los argumentos (y sobre todo los hallazgos) necesarios para establecer aquí el antiguo oppidum túrmogo de Sesigama e igual de importante: Se estrecha el círculo a sus pies para delimitar de una vez por todas el campamento romano donde se instaló el emperador Augusto en su guerra contra los cántabros en el año 26-25 a.C., tal y como queda reflejado en las fuentes clásicas de Floro y Orosio.

    Ya desde el siglo XIX, diferentes autores han estudiado en mayor y menor medida (y con mayor y menor acierto) la posible ubicación de la Sesigama prerromana. En 1832 Juan Agustín Ceán Bermúdez la incluye en su "Sumario de Antigüedades", ubicándola en el extrarradio de la actual Sasamón y confundiendo por aquel entonces los hallazgos y restos de la Sesigamo romana con la citada ciudad prerromana. Ya en el siglo XX, Adolf Schulten comete el mismo error ubicando Sesigama prerromana bajo la actual Sasamón. Durante la década los años 70 y 80, diferentes arqueólogos e investigadores como Juan Antonio Abásolo o Ignacio Ruiz Vélez ya van "alejando" el poblamiento prerromano de Sesigama de la actual localidad de Sasamón, acertando de pleno en la contextualización de diferentes enclaves de la Edad del Hierro en la zona y acercándose al cerro Castarreño. Antes del actual estudio (del que luego hablaremos), el año 1998, David Sacristán de la Lama incluye "El Alto de Solarea" (nombre con el que también es conocido el cerro) como enclave de la II Edad del Hierro en el Primer Congreso de Arqueología Burgalesa.

    No cabe duda de que el cerro Castarreño esconde un potencial arqueológico enorme que durante estos años está saliendo muy poco a poco a la luz. Si subes a lo alto del mismo te darás cuenta enseguida que es el lugar idóneo para controlar el territorio y un sitio excepcional para albergar un gran oppidum dada su cima amesetada de gran extensión. Un enclave que vivió de primera mano como la columna militar romana avanzaba a sus pies hacia la conquista del territorio de los antiguos cántabros.

    Bibliografía: "EL OPPIDUM DEL CERRO DE CASTARREÑO, OLMILLOS DE SASAMÓN. HISTORIOGRAFÍA Y ARQUEOLOGÍA DE UN HÁBITAT FORTIFICADO DE LA SEGUNDA EDAD DEL HIERRO". Jesús García Sánchez / José M. Costa-García

  • CASTRO PEPIN

    El castro de Castro Pepín domina en la altura el paso natural entre las localidades de Pedredo y Villayuso, ubicándose en un pequeño espolón de piedra entre los valles de Iguña y Cieza. Las condiciones del terreno al Este, cuyo sustrato rocoso está conformado por diversos escalones horizontales de lajas, hicieron de este lugar un enclave idóneo para construir un entorno bien de hábitat o bien defensivo, gracias sobre todo a la abundante materia prima que sus moradores tenían a su inmediata disposición. Por el contrario la cara Oeste y Sur del espolón tiene un suelo mucho más rico y asentado, ideal en nuestro tiempo para uso ganadero como fuente de pastos y donde (posiblemente) un asentamiento era más que factible. Todo lo contrario que el flanco Norte, de fuerte pendiente y suelo muy pobre que dotaba al castro de una defensa natural idónea.

    Fue descubierto por Arturo Arredondo en la década de los 70 del siglo pasado, quedando constancia de ello el conocido artículo: "Índice preliminar de poblados cántabros (riaños, cuetos y castros) en los que existen apariencias de restos de civilizaciones prerromanas, precélticas y anteriores, en la provincia de Santander y otras" de la revista Altamira (1976-77, pág. 537-554) publicada por el Centro de Estudios Montañeses. Posteriormente se citaría nuevamente el castro en varias publicaciones de entre las cuales destacan la conocida obra de Eduardo Peralta Labrador "Los cántabros antes de Roma" (2004) y la lista de yacimientos castreños de la Federación Acanto. En el año 2007-2008 sería finalmente incluido en el INVAC (Inventario Arqueológico de Cantabria) por el arqueólogo e investigador José Angel Hierro Gárate.

    Independientemente de su puesta en valor e inclusión en las comentadas publicaciones, obras o inventarios, el castro de Castro Pepín se encuentra ocupado en la actualidad (prácticamente en su totalidad) por una plantación de pino americano, típica de muchas áreas cercanas a la Hoz del Besaya. En este caso, ya no solo la propia Administración Local a la cual pertenece la explotación, sino las instituciones regionales deberían velar un poco más por este yacimiento. Ni siquiera en nuestros días se sabe realmente el impacto que ha podido tener dicha plantación sobre las estructuras defensivas que veremos a continuación. Todo apunta a que nos encontramos ante un enclave que será fruto de la indiferencia administrativa que, lejos de protegerlo y ponerlo en valor, dejará que se eche a perder irremediablemente.

    Agradecimientos: José Ángel Hierro Gárate
    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)

  • CASTRO DE LA CORONA

    El castro de La Corona es uno de los últimos recintos prerromanos descubiertos y publicados en la comarca lebaniega. Su ubicación no parece una mera casualidad, ya que se encuentra situado en un cueto de cima bastante uniforme y llana que domina el estratégico paso entre Sierras Albas y Collau Aruz, vía principal de acceso desde la Meseta. Respeto a su nombre cabe destacar que varía dependiendo del municipio donde nos encontremos, teniendo en cuenta que se encuentra en la divisoria de Vega de Liébana y Pesaguero donde se conoce como "Cueto Moro". Se encuentra a unos 1.300 metros de altitud, entre los collado del Salce por el Norte y la Varga por el Sur. Un poco más alejado (sobre el castro) se encuentra el conocido paso de Cabriles, lugar en el que se hallaron restos prehistóricos y que nos da a entender que estamos ante una localización que tuvo presencia humana desde tiempos inmemoriales.

    Fue descubierto por Gonzalo Gómez Casares hace muy pocos años, en 2010, publicándose por primera vez en "Castros y Castra en Cantabria. Fortificaciones desde los orígenes de la Edad del hierro a las guerras con Roma (ACANTO)". Curiosamente su hallazgo se produjo siguiendo la hipótesis de que por cada necrópolis megalítica de los cordales lebaniegos y su correspondiente "área de pasto" debería existir un poblamiento o castro. En otros casos conocidos como el de la Cueva de El Puyo (Miera, Cantabria), una de las necrópolis de la II Edad del Hierro más importantes del norte Peninsular, se intentó encontrar un recinto castreño sin éxito..pero aquí hubo suerte. En base la existencia de túmulos megalíticos en Campunuera (dentro del cordal del Pico Jaru) y la gran extensión de pastos en la zona, se pudo encontrar este yacimiento.

    Este es otro claro ejemplo de que, lejos de la creencia (avalada por los muchos hallazgos y yacimientos de la zona, eso sí) que sitúa casi en exclusiva la actividad de los antiguos cántabros en zonas más próximas a Campoo y la cuenca del Besaya, existen otros territorios como el lebaniego que sorprende cada vez más por ser un foco de nuevos hallazgos. Estamos ante una comunidad protohistórica que poco a poco va saliendo a la luz y de la que no solamente somos conscientes en nuestros días, ya que el descubrimiento de nuevos campamentos romanos en la zona hace pensar que el Imperio también era consciente de esta prolífera actividad.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)
    Agradecimientos: Gonzalo Gómez Casares