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Castro de Las Rabas (Celada Marlantes - Campoo de Enmedio). Fuente: MUNIBE (Antropologia-Arkeologia)

El castro de Las Rabas (Cervatos, Campoo de Enmedio) ha sido desde hace décadas un referente en el conocimiento de la antigua Cantabria prerromana. Desde las primeras excavaciones realizadas por el equipo de Miguel Ángel García Guinea en 1968-69 (incluso antes) se sabe de la gran importancia del mismo, aportando hallazgos y materiales de incalculable valor arqueológico e histórico. Situado a unos 997 metros sobre el nivel del mar, al noroeste del pueblo de Celada Marlantes, el castro de Las Rabas tiene unas características muy peculiares. A diferencia del Monte Bernorio o del Monte Ornedo, no tiene una amplitud visual que permitiese poder tener controlada una vasta llanura. Su importancia fue más bien "estratégica" que "visual", ya que son dos términos que, aun pareciendo ligado siempre, pueden tener sus matices. La importancia del castro de Las Rabas estriba en el control de una de las vías de acceso naturales entre la Meseta (a través del puerto de Pozazal) a la cuenca de Reinosa y por lo tanto a las vías de acceso a la costa. Esta última circunstancia nos lleva pensar que en sus orígenes pudo estar concebido para tener una función meramente "comercial" más que militar.

Según se cree, el castro se extiende sobre una superficie aproximada de 10 hectáreas, aunque no se sabe a ciencia cierta debido a que no existen “delimitaciones” claramente definidas. Respecto a su cronología, hasta hace no mucho tiempo había informaciones dispares. Se realizaron dataciones aproximadas en base a los objeto encontrados en las diversas excavaciones arqueológicas, creándose un amplio espectro temporal entre los siglos IV a.C y el I d.C. Por ejemplo, García Guinea y Rincón dataron el castro en el siglo III a.C, sobre todo basándose en los resultados de sus excavaciones y cotejándolos con los objetos similares aparecidos en Numancia. En otra vertiente se situaron otros arqueólogos como Moret, que lo enmarcaba no más allá del siglo II a.C, o Bolado del Castillo y Fernández Vega que en base a sus últimas actividades en el mismo lo sitúan entre el siglo IV/III a.C y el I a.C.

Respecto al final del castro de Las Rabas existen varias teorías, ya que la datación realizada en varios materiales indica que incluso antes de la llegada de los romanos pudo ser asediado o destruido en alguna ocasión. Debemos que tener en cuenta que la antigua Cantabria era un lugar donde los problemas sociopolíticos entre las tribus del norte eran más que frecuentes. Otra de las teorías (de las más aceptadas) es que, el castro de Las Rabas fue tomado y destruido en el avance de las tropas romanas lideradas por Antistio durante el año 25 a.C. en el transcurso de las Guerras Cántabras. Resulta ineludible pensar en esta secuencia lineal (Monte Bernorio, Monte Cildá, Monte Ornedo y por último castro de Las Rabas) de destrucción hacia el interior de Cantabria.

Es en definitiva, el castro de Las Rabas es una de las joyas de nuestra región y una fuente inagotable de objetos y hallazgos relacionados con la “Cantabria” prerromana. Desde Regio Cantabrorum queremos hacer también una mención especial a las arqueólogos Pedro Ángel Fernández Vega, Rafael Bolado Del Castillo, Joaquín Callejo Gomez y Lino Mantecón Callejo por su increíble trabajo de campo en los últimos años, los cuales nos ha permitido escribir esta humilde sección.

 

Sondeo arqueológico en el castro de Las Rabas. MUNIBE (Antropologia-Arkeologia) Como bien hemos citado anteriormente, el yacimiento del castro de Las Rabas se conoce desde mediados del siglo pasado. Su presencia arqueológica esta estrechamente unida a las excavaciones realizadas en Juliobriga en la década de los años 50, cuando las exploraciones del trazado cubierto por la vía romana citada en el Itinerario de Barro, llevaron a los historiadores al entorno de Celada Marlantes y su increíble historia.

Fue el equipo de Miguel Ángel García Guinea quien comenzaría a finales de los años 60 (1968-69) a excavar en el yacimiento, obteniendo increíbles resultados. Fue en esta época cuando se intentó ligar el final del castro de las Rabas con el conflicto bélico de las Guerras Cántabras, pero no se encontraron vestigios arqueológicos que así lo constatasen. No sería hasta la estos últimos años cuando realmente se pudo vincular el final del castro de Las Rabas con un confrontamiento de las Guerras Cántabras. En 1999 se identificaron ya dos objetos muy sintomáticos: 2 placas de bronce que podrían relacionarle con la lámina decorativa de una vaina de "gladius". Es a partir de aquí, cuando las evidencias arqueológicas apuntan a que el castro de Las Rabas fue tomado y destruido por el ejército romano. Se encontró a posteriori un as perforado de Cneo Pompeyo, una hebilla en “D” decorada de balteus y una segunda hebilla con pasador y chapa de bronce de menores dimensiones. Todos estos elementos fueron relacionados directamente con una de las estructuras campamentales romana localizada en la zona, escasamente a unos 800 metros en el alto de La Poza.

En los sondeos realizados en 2009 y 2010 por el equipo de Pedro Ángel Fernández Vega, Rafael Bolado del Castillo, Joaquín Callejo Gómez y Lino Mantecón Callejo se siguió atestiguando la presencia de elementos romanos dentro del castro de Las Rabas, lo que termino por determinar que su final se encontraba íntimamente ligado a las Guerras Cántabras, y la romanización de la zona. Se presupone que las legiones romanas acampadas en el campamento principal (castra principalis) de La Poza, apoyadas por las unidades acantonadas en el castellum de El Pedron, terminaron por destruir el castro de Las Rabas.

Tésera de Las Rabas. Fuente: MUNIBE (Antropologia-Arkeologia) Esta increíble pieza de bronce (ver imagen) es la primera "tésera" de hospitalidad hallada en Cantabria. Estos objetos se utilizaban entre las tribus prerromanas para demostrarse su hermanamiento o pacto de no agresión entre sí. Normalmente las téseras tenían dos piezas similares que encajaban entre sí a modo de pequeño “rompecabezas” o acople macho/hembra, de modo que uno de los pueblos hermanados tenía una parte y el otro la equivalente. Se creé, por similitudes bastante evidentes en otras téseras encontradas, que data del siglo II a.C, coincidiendo también esta época con la de mayor auge del castro.

En el caso de la de Las Rabas, tiene unas dimensiones de de 4,9 cm x 3,8 cm x 0,5 cm y un peso de 25,2 gramos. Fue hecha seguramente con la técnica de cera perdida y tiene una pátina de color verde oliva que le da un aspecto increíble, emana historia y antigüedad con solo verla. En su anverso podemos apreciar la representación de un oso, estando su superficie decorada por líneas paralelas en el cuello, hocico en los extremos de las patas. En el reservo (totalmente liso, sin decoración alguna) existen un total de 6 agujeros que servirían de acople para encajar la otra parte de la tésera, además de una inscripción celtibérica que nos denotaría la ciudad hermana, en este caso el adjetivo “libiaka”. Se puede deducir de esta inscripción que el castro de Las Rabas pudo estar hermanado con dos posibles ubicaciones:

  • Libiana, citada por Ptolomeo (II, 6, 57), situada en el territorio de Segobriga.
  • Libia de Los Barones (La Rioja), citada anteriormente por Plinio (III, 24) y recogida en el Itinerario de Antonino. Esta teoría ha sido previamente apoyada por autores como Untermann (1997) o Tovar (1948).

Respecto a la forma de oso, cabe destacar que no es muy habitual en las téseras hispánicas la representación de estas figuras desde un plano vertical, sino que se suele representar de uno de los perfiles del animal, dando esta circunstancia aun mayor importancia arqueológica a este hallazgo. Aun así el significado del animal es difícil de precisar, ya que generalizando se puede pensar en una caracterización "mágico-religiosa". De todos modos, también se podría pensar que la representación de un oso venga dada por la estrecha relación de la población hermanada con este animal.

Desmonte en el acceso al molino de Vestas. Fuente: http://cantabriaeolicaracional.wordpress.com/ Desde el año 2009, cuando se tuvo la certeza de la instalación del molino de Vestas en las inmediaciones de Celada Marlantes, comencé a perder la fé en según que instituciones. Estamos hablando de un entorno arqueológico de incalculable valor sin estudiar a fondo. Tanto la empresa como la Consejería informaron de que se habían realizado estudios milimétricos para no dañar el castro de Las Rabas y su entorno...perdonad que lo dude. No por no creer que el seguimiento arqueológico estuviese correctamente realizado (me consta que uno de los mejores realizados hasta el momento), sino porque eran demasiadas las voces discordantes dentro del sector y cuando el río suena..agua lleva .

Para quien no lo sepa, Vestas es una multinacional danesa que se dedica a la venta, montaje y mantenimiento de aerogeneradores en España desde los años 80. Hace no muchos años desarrollaron un prototipo que incorporaba innovadoras tecnologías tanto en hardware como software. Según Vestas, con la instalación de su prototipo en Cantabria se pretendía poner a la región en lo alto de la investigación y desarrollo dentro de las energías renovables…a costa de instalar su prototipo en esta zona de increíble potencial arqueológico.

Decenas de arqueólogos, historiadores y personas de a pie protestaron sobre los trabajos que rodearon la instalación de este molino y ahí sigue, dominando lo que hace siglos fue un bastión prerromano (me da igual a 100, 200 o los metros que sea de distancia). Yo, a modo personal, no puedo evitar alzar la vista cada vez que me dirigo a Campoo mientras maldigo el maldito molino de Vestas.

Poderoso caballero es don dinero..

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  • EL COTERON

    El castro de El Coterón se ubica en lo alto de un monte cónico de roca caliza en la cabecera del valle de Entrambasaguas. Si cerramos los ojos e imaginamos la idílica forma de un asentamiento prerromano siempre se nos vendrá a la cabeza la imponente figura de yacimientos como el oppidum de Monte Bernorio o La Espina del Gallego..son demasiados años de mitos y leyendas ficticias que nos han forjado una imagen demasiado subrrealista y global de algo que no lo es. Y no quiere decir que muchos de los asentamientos de los antiguos cántabros estuviesen fuertemente fortificados, como los citados previamente, o incluso que sus antiguos moradores fuesen todo lo belicosos que el Imperio Romano quiso vender para justificar lo caro de su victoria. Ahora bien, existen yacimientos que aun perteneciendo a una cronología similar (Edad del Hierro) poco o nada tienen que ver con los castros que imaginamos. El Coterón es uno de los exponentes castreños "atípicos" de nuestra región, de hecho hasta su propia latitud es una excepción en el entorno.

    Nos encontramos en un territorio yermo en cuanto a asentamientos protohistóricos de envergadura se refiere, al menos conocidos hasta nuestros días. Paralelamente nos encontramos con un cierto nivel de estaciones hipogeas (cavidades o bóvedas con restos de enterramientos) que puede indicar que el potencial arqueológico en superficie este aún por descubrir. Uno de los ejemplos de mayor interés se ubica en la cercana localidad de Solorzano, concretamente en la cueva de Ruchano. Conocida desde antaño, alcanzó interés arqueológico a raíz del hallazgo en su interior de una espada de la Edad del Bronce (Almagro Gorbea, M. 1976). Este descubrimiento fue llevado a cabo por un miembro del colectivo espeleológico "Expedición Británica a Matienzo", concretamente en una represa natural situada en la zona profunda del rio que surge por la boca de la cavidad. Cabe la posibilidad, según se ha documentado, de que esa espada pueda formar parte de un rito de propiciación a las divinidades acuáticas, circunstancia bastante extendida en el ámbito religioso protohistórico en toda Europa.

    Volviendo al yacimiento de El Coterón, fue mencionado por primera vez como enclave de interés arqueológico por A.Arrendondo en su conocido artículo "Índice preliminar de poblados cántabros (riaños, cuetos y castros) en los que existen apariencias de restos de civilizaciones prerromanas, precélticas y anteriores, en la provincia de Santander y otras" de la publicación Altamira, identificandolo con el topónimo de Riaño de Hornedo. Detallaba "...terrazas y restos de los poblados cántabros de Cabargo y Rondillo" (Arredondo, 1976-77: 547), siendo esta afirmación una mera hipótesis sin ninguna base científica ni documental. Décadas más tarde el enclave seria visitado por Fernando V. Pablos quien identifica al Sur del cerro una terraza artificial que posteriormente, esta vez acompañado por Eduardo Peralta Labrador (2004), se reafirmaría como una construcción probablemente atribuible a la Edad del Hierro. Muchos pensarán equivocadamente, ¿Y ya está? ¿Dónde están las murallas? ¿Y las cabañas circulares?. Olvidemos los estereotipos y la mitología y volvamos a la realidad..¿Para qué murallas si no hay de qué defenderse? ¿Por qué han de existir cabañas si pudo ser un asentamiento estacional?. Tan solo el tiempo y una posible intervención arqueológica desvelarán las incognitas del castro de El Coterón.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)

    Agradecimientos: Antxoka Martínez Velasco

  • CASTILLO DE PRELLEZO

    El castro de Castillo (Prellezo, Val de San Vicente) es un yacimiento único en Cantabria. Muchos podrán pensar que no es ni el más espectacular, ni en el que más materiales se han podido obtener, ni siquiera el más vistoso. Pero eso si, no existe en la región otro castro similar, ya que las estructuras defensivas de este enclave castreño corresponden a fortificaciones características de los castros marítimos, abundantes en Asturias y Galicia pero sinigual en Cantabria. Se ubica en la rasa litoral occidental de Cantabria, sobre un promontorio marino en forma de península del que toma el nombre. Dicha península tiene una extensión aproximada de tres hectáreas, internándose en el mar por un punto denominado como "Punta de la Garita" y siendo el lugar ideal para este tipo de fortificaciones marítimas.

    La identificación del castro de Castillo como tal es relativamente reciente (Eduardo Peralta, F. Fernández y R. Ayllón en 2003), aunque la zona ha tenido interés arqueológico desde finales del siglo pasado, concretamente desde la década de los años 80. Fue por aquél entonces cuando el CAEAP, tras prospectar la cueva de Castillo, encontró diversos materiales del Paleolítico Superior y de la Prehistoria reciente. No confundamos esta pequeña cavidad con las cuevas del Monte Castillo. Los restos encontrados, además de algunos concheros mesolíticos en pequeñas cavidades próximas, pusieron ya este enclave en el mapa arqueológico de la región. No sería hasta Febrero de 2003 cuando, tras realizar un corte por la construcción de una pista de la concentración parcelaria, se identificó y notificó el hallazgo de la estructura castreña. Es a partir de este momento cuando Eduardo Peralta solicita el permiso para realizar una prospección visual, además del levantamiento topográfico y limpieza del corte citado, dando estos trabajos como resultado los datos que podemos citar en esta sección.

    Agradecimientos: Lino Mantecón Callejo