
La Lomba (Campoo de Enmedio, Cantabria), también conocido como castro de Aldueso, ocupa un magnifico espolón con fuertes defensas naturales desde el que se controla visualmente gran parte del valle de Campoo y el acceso desde la cuenca del Besaya. La superficie de su cima es bastante regular, salvo algún afloramiento rocoso disperso, dotándolo de un área habitable de consideración si suponemos que toda ella se encontrase poblada. La altura oscila entre los 850 y 865 metros con una cota máxima de 876, siendo este dato fundamental para comprender su estratégica posición.
Fue descubierto por Miguel Ángel Fraile en la década de los 80 del siglo pasado, citándose con posterioridad el descubrimiento de algunos interesantes materiales (1990: 627, nº 47) que son claves para contextualizarlo al menos en parte. Tuvimos que esperar hasta no hace mucho tiempo (entre el otoño de 2009 y verano de 2010) para que una intervención confirmase lo que todo el mundo pensaba. Tanea Arqueología, de la mano de Yolanda Diaz Casado, abordo una actuación arqueológica cuyo objetivo era certificar que tanto las informaciones respecto a los materiales hallados como la posible extensión del poblamiento no era una mera hipótesis. Las prospecciones iniciales dieron sus frutos desde el primer momento, ya que mientras se identificaban las estructuras documentadas aparecieron cuatro fragmentos cerámicos en superficie. A partir de este punto, tanto los trabajos de topografía como la posterior prospección con georradar arrojaron algo más de luz en la investigación, detectándose una serie de anomalías (todas ellas a un metro de profundidad) donde se realizaría a posteriorí una segunda intervención que transformaría la hipotética cronología en algo mucho más tangible como veremos a continuación.
Es complicado hacer un análisis de las estructuras del castro de La Lomba, ya en el caso de existir son apenas inapreciables. No digo con esto que no existiesen o que no existan (aún ocultas), pero es cierto que a parte de los diferentes aterrazamientos más o menos diferenciables, poco o nada podemos ver. De todos modos, si atendemos a sus medidas máximas (600 m de largo por 130 m de ancho) y a la magnitud de sus defensas naturales, podríamos encontrarnos con un yacimiento que pudiese ocupar unas 5 hectáreas sobre la totalidad del espolón, aumentado a 8 si hiciésemos “habitable” todo el entorno del mismo.
Como bien hemos apuntado, se observan algunas terrazas al Suroeste que se prologan parcialmente por el sur. Es curioso también el escalonamiento del reborde en la cima del espolón en su extremo noroeste. Por último, se interpreta que el acceso al castro de La Lomba pudiese estar ubicado en el extremo Suroeste, orientado según se interpreta hacia el Sur.
Su descubridor, basándose en los materiales encontrados y en la ubicación del mismo, lo adscribe cronológicamente como castro de La Edad del Hierro (1990: 129-130). A partir de los mismos datos, arqueólogos e investigadores de renombre como Eduardo Peralta Labrador o Emilio Muñoz son de la misma opinión (1993: 61, nº 16), si bien es cierto que una interpretación demasiada amplia cronológicamente hablando.
Gracias a la intervención arqueológica realizada por Tanea Arqueología, se ha conseguido cerrar un poco más el cerco sobre su cronología. Los restos cerámicos del "Sondeo 2" y el contexto donde se encontraron no dejan lugar a dudas: Apunta a finales de Edad del Bronce – principios de la Edad del Hierro. Ahora bien, la datación del cuchillo afalcatado nos lleva hasta el siglo V a.C, en pleno auge de la Edad del Hierro..a partir de aquí las dudas siguen acechando en el horizonte del yacimiento. ¿Estamos ante un poblamiento continuado del castro? ¿Es La Lomba un enclave estacional? ¿la pieza metálica esta fuera de contexto?. Todavía queda mucho por descubrir en este yacimiento, esperemos que haya tiempo para poder actuar ya que durante estos últimos años la sombra de una cantera se cierne sobre esta maravilla..viva el vino..nuevamente.
En primera instancia, los cuatro fragmentos citados con anterioridad, no eran lo suficientemente clarificadores como para estrechar el cerco cronológico del castro de La Lomba. De ellos se sabe casí con absoluta seguridad que correspondían a tres vasijas diferentes por el tipo de pasta, textura y su diferente grosor. Dos de ellos corresponden a la misma pieza, incluso encajan perfectamente, y llama poderosamente la atención que se hallasen por separado. Los restos cerámicos eran un buen indicio pero no eran suficientes desde un punto de vista cronológico. Es por esto, junto con a las anomalías detectadas en la pasada de georradar, por lo que se considera realizar una intervención arqueológica mucho más profunda y con unos sondeos situados en los “puntos calientes” tras el primer análisis.
La nueva actuación se desarrolla en el verano de 2010, abriéndose varios sondeos que finalmente serian prolíferos en cuanto a materiales de toda índole. De los tres sondeos realizados, destacaría por su abundancia y calidad el denominado “Sondeo 2”: 32 fragmentos cerámicos a mano (de color oscuro y rojizo en su mayoría), 203 restos identificables de fauna y un número más que importante de manteado de barro (de las estructuras habitables). De la cerámica destacan bordes de variedad redondeada, tres de ellos con decoración a base de incisiones lineales, incluso de tipo ajedrazado. Respecto al material metálico encontrado cabe destacar un puñal de hierro de hoja afalcatada. Esta increíble pieza aparece en dos partes, roto insitu puesto que los restos estaban en conexión. Su estado de conservación era delicado, ya que además de la rotura citada, se desintegraba con facilidad. Es por esto por lo que se depositó de inmediato en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria para realizar labores de consolidación y restauración del mismo.
Todos estos hallazgos serían VITALES para delimitar un arco cronológico mucho más exacto, el origen y poblamiento del castro de La Lomba. No se puedo encontrar ningún tipo de estructura estable como tal (cabañas, pozos, etc), pero la presencia de manteado de barro no deja ningún lugar a dudas. En el denominado "Sondeo 2" los materiales se encontraron sobre lechos de piedra de pequeño tamaño y abundantes manchas de carbón cuya cronología apunta a finales de Edad del Bronce – principios de la Edad del Hierro. La datación absoluta del cuchillo afaltacado proporciona una fecha del siglo V a.C, en el apogeo de la Edad del Hierro.
Todos podemos disfrutar del castro de La Lomba, ya que aún sin ser un yacimiento visitable (refiriéndonos a un arqueo-sitio como tal) podemos recorrerlo a píe. Desde Regio Cantabrorum te pedimos que respetes el yacimiento y su entorno, ya que es deber de todos mantener viva la historia de Cantabria.
El castro de La Corona es uno de los últimos recintos prerromanos descubiertos y publicados en la comarca lebaniega. Su ubicación no parece una mera casualidad, ya que se encuentra situado en un cueto de cima bastante uniforme y llana que domina el estratégico paso entre Sierras Albas y Collau Aruz, vía principal de acceso desde la Meseta. Respeto a su nombre cabe destacar que varía dependiendo del municipio donde nos encontremos, teniendo en cuenta que se encuentra en la divisoria de Vega de Liébana y Pesaguero donde se conoce como "Cueto Moro". Se encuentra a unos 1.300 metros de altitud, entre los collado del Salce por el Norte y la Varga por el Sur. Un poco más alejado (sobre el castro) se encuentra el conocido paso de Cabriles, lugar en el que se hallaron restos prehistóricos y que nos da a entender que estamos ante una localización que tuvo presencia humana desde tiempos inmemoriales.
Fue descubierto por Gonzalo Gómez Casares hace muy pocos años, en 2010, publicándose por primera vez en "Castros y Castra en Cantabria. Fortificaciones desde los orígenes de la Edad del hierro a las guerras con Roma (ACANTO)". Curiosamente su hallazgo se produjo siguiendo la hipótesis de que por cada necrópolis megalítica de los cordales lebaniegos y su correspondiente "área de pasto" debería existir un poblamiento o castro. En otros casos conocidos como el de la Cueva de El Puyo (Miera, Cantabria), una de las necrópolis de la II Edad del Hierro más importantes del norte Peninsular, se intentó encontrar un recinto castreño sin éxito..pero aquí hubo suerte. En base la existencia de túmulos megalíticos en Campunuera (dentro del cordal del Pico Jaru) y la gran extensión de pastos en la zona, se pudo encontrar este yacimiento.
Este es otro claro ejemplo de que, lejos de la creencia (avalada por los muchos hallazgos y yacimientos de la zona, eso sí) que sitúa casi en exclusiva la actividad de los antiguos cántabros en zonas más próximas a Campoo y la cuenca del Besaya, existen otros territorios como el lebaniego que sorprende cada vez más por ser un foco de nuevos hallazgos. Estamos ante una comunidad protohistórica que poco a poco va saliendo a la luz y de la que no solamente somos conscientes en nuestros días, ya que el descubrimiento de nuevos campamentos romanos en la zona hace pensar que el Imperio también era consciente de esta prolífera actividad.
Situado sobre el pueblo de Colio (Cillorigo de Liébana), el castro de El Peñuco es otro claro ejemplo del abandono que sufren muchos yacimientos en Cantabria. Relegado a un segundo o tercer plano, este abrupto enclave en el cual se ha llegado a citar la presencia de puntas de flecha de hierro, se encuentra en nuestros días plagado de matojos. Y ni tan mal, ya que en el pasado en vez de esto se observaron varias catas furtivas que nos han robado a buen seguro gran parte de su milenario legado. Se sitúa sobre un resalte formado por bandas de areniscas y conglomerados cuarcítificos, con planta rectangular y laderas bastante pronunciadas en casi todas sus vertientes salvo en el orientado hacia el Noroeste. Aquí encontramos un pequeño istmo que conecta este sector con la prolongación de la sierra donde se ubica. Podemos identificar esta formación a pocos metros de la salida del conocido desfiladero de La Hermida en dirección a Potes. Si alzamos la vista a la derecha, en un pequeño cordal estrecho y alargado por debajo de los Picos de Europa, podremos observarlo en la lejanía.
Las primeras reseñas sobre el interés arqueológico de El Peñuco fueron dadas por José María de La Lama en los años 70, si bien en un primer momento lo identificó como una estructura defensiva altomedieval. No le faltaría razón, ya que a este periodo se pueden atribuir las estructuras situadas en el flanco Oeste de la cima, sobre todo una pequeña muralla de pequeñas dimensiones claramente adscrita a la época citada. Esta datación se vería apoyada por los abundantes fragmentos de cerámica a torno que son encontrados en las laderas del monte, principalmente en la sur. De todos modos, poco o nada comparte este "sector"” con un gran terraplén que cierra toda la ladera Sur y Oeste, del cual se llega a pensar que es mucho más característico de emplazamientos protohistóricos que no medievales como veremos a continuación.
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