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Estela de San Vicente de Toranzo. Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria

La estela de San Vicente de Toranzo es, sin lugar a duda, uno de los mejores exponentes arqueológicos de nuestra región en cuanto a estelas discoideas se refiere. Su hallazgo se produjo en el año 1988 y fue donada posteriormente al Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria – MUPAC por Aníbal González de Riancho y Javier González de Riancho. La tradición popular, y al parecer diferentes fuentes que no sabemos muy bien de donde se alimentan, sitúan su hallazgo a los pies del castro de La Espina del Gallego, pero se desconoce aún hoy su ubicación real en el momento de su aparición.

A nuestros días ha llegado el fragmento central de lo que debió ser una estela de dimensiones mucho mayores. Por una de las caras que llamaremos a modo de guía "principal" se puede observar un personaje a lomos de un caballo (con bridas, al igual que en la estela de Zurita de Piélagos) en lo que parece ser el comienzo de un salto o cabriola. El jinete en cuestión es cuanto menos llamativo, ya que está completamente desnudo, es imberbe, de cabeza redondeada sin pelo y porta en ambas manos unos objetos alargados que posteriormente analizaremos. Destacan en su fisonomía, además de los aspectos anteriores, la magnitud desproporcionada de su mano derecha y la potencia de su tren superior (los hombros en este caso). Toda la escena es rodeada por un anillo en relieve que por sus detalles o hendiduras puede recordar a los torques de tipo celtibérico o a una soga.

La otra cara, que denominaremos "secundaria" por tener menos elementos, presenta el conocido símbolo de la rueda rallada en su variante de esvástica. Morfológicamente es similar a las de las conocidas estelas de Lombera, aunque con la diferencia destacable de que posee 6 puntas en vez de 5 como sus vecinas del valle de Buelna. Está rodeada por varios anillos concéntricos, destacando el más externo que presenta un diseño "dentellado" en forma de triángulos, tan vez queriendo emular los rallos del sol.

Respecto a la cronología de la estela se cree que puede estar adscrita a la época romana en Cantabria, concretamente hacia el siglo I d.C. No sorprende esta afirmación ya que, como vimos en estelas como la de Zurita, se cree que los moradores de la antigua Cantabria (cántabros y romanos) mantuvieron sus costumbres y creencias religiosas incluso durante la ocupación del Imperio romano.

Bibliografía: Cántabros, origen de un pueblo. (Edita ADIC y Los cántabros). Autores: Angel Ocejo, Rafael Bolado del Castillo, Enrique Gutiérrez Cuenca, José Angel Hierro Gárate y Juan Carlos Cabria Gutiérrez.

 

Cara principal

Taranis galo

A diferencia de otras estelas como la de Zurita de Pielagos, la interpretación de su escenografía está bastante clara, si bien estamos ante dos vertientes complemente distintas: Es más que probable que estemos ante la imagen de un Dios, pero ni mucho menos debemos obviar que tal vez estemos ante un jinete guerrero. Apoyando la "divinidad" de la representación, no encontramos texto ninguno en la estela, de modo que tenía que ser una escena o personaje fácilmente identificable por los antiguos moradores de Cantabria. Si no fuese así, tendría alguna fuente epigráfica donde poder identificar al jinete en cuestión. A este respecto, desgracidamente, falta la parte inferior de la estela..nunca sabremos de su contenido, aunque trazando una circunferencia imaginaria no quedaría mucho espacio para otro elemento que no fuesen las patas del caballo.

Del mismo modo, los objetos que porta no se identifican con ningún tipo de armamento existente en la época prerromana/romana en el norte Peninsular. Las lanzas y dardos esculpidos en otras estelas de la misma época dejan claro lo que realmente son, armas. En este caso las hipótesis apuntan, con bastante acierto según mi opinión, a que pudiesen ser "piedras de rayo". También conocidas popularmente como ceraunias, las piedras de rayo son interpretadas por diversas culturas como objetos de origen celeste o divino, casi siempre con propiedades curativas o milagrosas. Si con toda información en la mano estuviésemos en lo cierto, hablaríamos de la primera imagen conocida de un Dios meramente "cántabro". Buscando equivalencias o divinidades similares encontramos un paralelo en el dios galo Taranis, divinidad (sin caballo eso sí) del trueno que empuña el rayo y la rueda solar o celeste. Incluso, a colación de este último, podemos apoyar esta teoría en las representaciones escultóricas elevadas sobre columnas en la Germania romana (siglo II-III d.C), en las que aparece un "Jupiter" germano a caballo blandiendo el rayo y la rueda solar en plena lucha contra un gigante. La representación cántabra en la estela (por ambas caras) puede que sea una mezcla de estas divinidades, ya que comparte diversidad de elementos (caballo, rayo, rueda solar, anillos que lo envuelven) para apoyar la teoría del "Jupiter" cántabro.

Escena de caza de un jinete tracio. Museo de Sofia (Bulgaria) Por otro lado tenemos la hipótesis, menos compartida, del guerrero o héroe tal vez mitológico. Esta representación no es ni mucho menos desconocida en el mundo antiguo, todo lo contrario. Caballeros asirios, griegos, tracios, escitas y romanos son ejemplos para no dejar de lado esta teoría. Es más que llamativa la similitud de nuestra estela con una antigua representación tracia de un caballero en una escena de cacería que podéis observar en la fotografía adjunta. Podemos encontrar también imágenes “mitológicas” de este tipo en la cercana Clunia (Burgos), donde existe un héroe (o divinidad más humana) que hunde su lanza en la gran serpiente que se adapta circularmente al contorno de la estela..

Cara secundaria

Como hemos avanzado previamente, esta cara posee un fragmento de símbolo de rueda en su variante de esvástica de radios curvos en relieve. Este elemento se encuentra rodeado de dos anillos, también en relieve, y una cenefa de triángulos que parecen representar los rallos del sol. A este respecto, son varias las estelas "cercanas" geográficamente hablando que poseen este tipo de reborde solar como por ejemplo las grandes estelas cántabras de Barros o las estelas vizcaínas de Gorliz y Meñaca, sin olvidar ni mucho menos las dos estelas discoideas de Lombera (Los Corrales de Buelna, Cantabria) con las que comparte símbolo central con una variante en el número de radios.

Esta circunstancia no haría más que refrendar el origen "divino" de la representación en la primera cara, ya que se podría interpretar como la rueda solar portada por el dios Taranis y que también porta el "Jupiter" germano.

Info

DESTACADOS

  • CASTRO DE SAN CHUIS

    El castro de San Chuis (San Martín de Beduledo, Allende) es sin lugar a dudas uno de los castros más importantes de Asturias. Décadas de intervenciones arqueológicas han sacado a la luz un increíble poblado fortificado con siglos y siglos de ocupación. Un enclave cuyo origen puede remontarse probablemente al Bronce Final (siglo VIII a.C.), que vivió una época de crecimiento constante durante la Edad del Hierro y que pudo consolidarse como centro administrativo tras la conquista romana (I-II d.C), quien sabe si como civitas. Se eleva sobre una colina que domina los valles formados en torno al rio Arganza, afluente del Narcea. Su ubicación no es ni mucho menos casual, ya que se alza por encima de zonas y enclaves estratégicamente importantes en diferentes momentos de su historia. Como hábitat indígena, tanto su tamaño como su línea visual sobre los otros recintos castreños de las inmediaciones nos hablan de su relevancia, esto sin mencionar aún de su tipología constructiva. Del mismo modo, ya en época romana, nos encontramos ante un asentamiento que controla alguno de los principales itinerarios de la época, principalmente las denominadas como "rutas del oro". Por un lado, las vías que llegaban desde Astorga (capital del convento jurídico) hasta territorio trasmontano. Y por el otro, todos los ramales que recorrían las sierras del Valledor, Los Lagos y Río del Oro relacionadas con explotaciones auríferas y que llegaban hasta la costa. Llama poderosamente la atención que en un radio no superior a 10 kilómetros nos encontremos con varias explotaciones, algunas de ellas de las más ricas y extensas del Noroeste Peninsular.

    Fue descubierto por un vecino de Allende, D. José Lombardía Zardaín, a mediados de la década de los 90. Curiosamente, su fijación durante años por aquel pico de morfología escalonada y perfil cuanto menos llamativo le llevó a intentar atraer a diferentes investigadores hasta que finalmente, fruto del tesón de su descubridor, Francisco Jordá Cerdá y Elías Domínguez codirigieron las primeras excavaciones en el año 1962. Inicialmente se prolongaron durante el verano del citado año pero no sería hasta 1979, ya tan solo con el Dr. Jordá como director, cuando se sucediesen de un modo continuado en pequeñas campañas estivales hasta 1986. Durante todo este periodo, las excavaciones de San Chuis tomaban una dimensión arqueológica de lo más interesante por diversos motivos. El principal, el descubrimiento de más de una veintena de construcciones que, si bien es cierto que no fueron excavadas completamente, arrojaron un amplio abanico de materiales de origen muy variado. Desgraciadamente, aun adquiriendo esta relevancia científica, la difusión y apoyo de las instituciones no fue acorde con la importancia de los resultados. Siendo este castro por aquel entonces un referente en la investigación de la arquitectura castreña y su paso hacia la contextualización romana en todos los sentidos (destacando el ámbito doméstico), no tuvo mucha repercusión a nivel nacional.

    No cabe duda de que San Chuis es un yacimiento especial. Sus diferentes etapas de hábitat, sus estructuras defensivas, los materiales encontrados y las diferentes teorías sobre la militarización (no masificado, sino de flujo constante) del enclave tras la conquista romana, hacen de este castro un destino de lo más atractivo desde la vertiente arqueológica e incluso turística. Esto, unido a la belleza natural que lo rodea y a su estado de conservación, nos invita a revivir la historia de la romanización del Norte de Hispania de un modo sin igual. En Cantabria, tendremos que seguir esperando...

    Agradecimientos: Ángel Villa Valdés. Fotografías: Castros de Asturias
    Bibliografía: "El Pico San Chuis: reseña de un yacimiento pionero en la investigación castreña en Asturias". Ángel Villa Valdés, Sautuola / XII. Instituto de Prehistoria y Arqueología Sautuola - Santander (2006).

  • EL CASTRO

    El Castro (Quintanilla de Rucandio, Valderredible) forma, junto al cercano castellum de El Castro II, un yacimiento de increíbles dimensiones. Ya no solo eso, sino la tipología de ambos enclaves y una posible contextualización de los mismos en la época de las Guerras Cántabras o posterior control del territorio, hacen de él un auténtico diamante en bruto. El castro se sitúa sobre una enorme atalaya natural de fuertes cantiles, circunstancia idónea para establecer un poblado prerromano con un dominio visual (hacia el paso del puerto de Carrales) y unas defensas naturales privilegiadas. Salvando las distancias, esta plataforma rocosa nos recuerda morfológicamente a otras grandes "atalayas" como Peña Amaya, el campamento romano de La Muela o el castro de Abiada, en los cuales destaca la ausencia de grandes defensas construidas por la mano del hombre salvo en sus accesos.

    El Castro fue descubierto por Ernesto García-Soto Mateos en el año 1989, realizándose años más tarde (2001) otra prospección visual por él mismo para determinar el alcance del yacimiento. No se ha documentado la presencia de materiales ni el hallazgo de los mismos, si bien las características de su acceso así como el contexto general del yacimiento (castro y castellum romano) llevan a pensar a los investigadores que estamos ante un enclave de la Edad del Hierro, sin concretar eso si la cronología exacta del mismo. Será vital en el futuro, además de proteger el yacimiento mediante las medidas legales correspondientes, realizar una intervención arqueológica que pueda determinar tanto la importancia del mismo como sus orígenes.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)

    Agradecimientos: Antxoka Martínez Velasco

  • CASTRO DE ABIADA

    El castro de Abiada (Campoo de Suso, Cantabria) es otra de las joyas arqueológicas del valle de Campoo. Su peculiar ubicación y morfología, en un cerro alargado de grandes pendientes entre el río Guares y el barranco de La Señoruca y con una superficie plana ligeramente inclinada hacia el este, hacen de este enclave un yacimiento único en nuestra región. Este tipo de formaciones rocosas a modo de atalaya natural son más típicas de la zona norte de Palencia (Monte Cildá o Bernorio) o Burgos (Amaya, La Ulaña), aunque ni mucho menos es comparable ni en tamaño ni arqueológicamente hablando a estos "monstruos" de la historia de Regio Cantabrorum. De todos modos, esta última afirmación tal vez venga dada por el desconocimiento del castro (y posible campamento romano) de Abiada, básicamente porque estamos comparando yacimientos estudiados y excavados hasta la saciedad con un enclave que solo ha sido reconocido visualmente por investigadores y arqueólogos..ahhh, y visitado en más ocasiones por furtivos..en fin.

    Fue descubierto a finales de la década de los 80 por Miguel Ángel Fraile, quien haría hincapié en los derrumbes de terrazas labradas en la piedra, además encontrar restos de cerámica a mano en su interior (1989: 625, nº 40). Posteriormente Eduardo Peralta y Emilio Muñoz (1993: 63-64, nº 24), citarían el hallazgo de monedas romanas del siglo III d.C., aunque la "mayor" constancia de evidencias materiales es relativa al hallazgo, búsqueda en este caso, por parte de los clandestinos: Monedas (antonianos), puntas de fecha y otro tipo de materiales de tipo militar romano.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria.(Edita ACANTO)
    Fotográfia: «Castro la lomba abiada» de PinoEfe - Trabajo propio.

  • CASTRO DE LA GUARIZA

    El castro de La Guariza (Fontibre, Campoo de Suso) es otro claro ejemplo, uno más, del abandono al que se encuentran expuestos muchos yacimientos de nuestra región. Evidentemente no es un Monte Ornedo o Castro de Las Rabas, los cuales son referentes arqueológicos en nuestra región, pero esto no quita para que puedan albergar innumerables secretos dignos de ser admirados. De hecho, mucha gente se sorprende de que este enclave haya sido incluso un castro prerromano, sobre manera porque apenas existe información sobre él.

    Fue descubierto por Miguel Ángel Fraile en la década de los 80 del siglo pasado. De hecho, el único estudio (que no excavación) realizado sobre este enclave fué publicado por él mismo en el año 1990, donde llegaba a indicar que se trataba de un asentamiento de la Edad del Hierro. La siguiente cita sobre La Guariza se publica en el año 1997, donde Eduardo Peralta y Emilio Muñoz comparten la cronología argumentada años antes por Fraile en la publicación "La problemática de la conservación de los castros prerromanos de Cantabria: inventario y propuestas de actuación". La última vez que el yacimiento toma cierto "protagonismo" es gracias a la actualización del Inventario Arqueológico de Cantabria (2007) de la mano de José Ángel Hierro Garate, quien se encarga de documentar y estudiar el estado del yacimiento. Las imágenes de esta publicación corresponden a esa toma de contacto.

    Su localización, muy cerca de la posible estructura campamental de Salces, hace pensar que esta última fuese un castellum romano que sirviese para asediar el castro prerromano de La Guariza.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria.(Edita ACANTO)

    Agradecimientos: Jose Angel Hierro Gárate

  • CASTRO DE LA LOMA

    El castro de La Loma (Santibañez de la Peña, Palencia) es el mayor exponente en cuanto al conocimiento sobre las guerras cántabras se refiere. Hasta el momento es el castro más importante aparecido en la comarca del Alto Carrión, y se sabe que estuvo ocupado durante la IIª Edad del Hierro por una comunidad de cierta importancia. La gran cantidad de vestigios aquí encontrados además del valor arqueológico del conjunto del yacimiento, no solo del castro sino de los campamentos romanos que lo rodean, hacen de este lugar un enclave único. Fue hallado por el conocido investigador reinosano Miguel Ángel Fraile en el año 2003, siendo posteriormente excavado por una de las eminencias en el mundo de la arqueología en nuestra región: Eduardo Perarlta Labrador. En este sentido debemos destacar que muchos de los yacimientos relacionados con las guerras cántabras, como el castro de La Loma, "salen a la luz" a principios de este milenio, siendo además excepcionales escenarios en la investigación de la época prerromana y romana en el territorio de los antiguos cántabros.

    Situado a unos 1.124 metros de altitud, el castro de La Loma posee una extensión aproximada de unas 10,18 hectáreas, superficie que denota su importancia como "oppidum". De hecho, muchas de las teorías existentes hasta este momento apuntan a que el castro de La Loma pudiese haber sido la capital del pueblo cántabro de los Camáricos (o Tamáricos según la fuente). El geógrafo romano Ptolomeo ya ubicó en el siglo II d.C. la capital de este pueblo, Camárica, en la zona meridional de la antigua Cantabria. Este dato, junto con la aparición de varias inscripciones romanas en localidades palentinas relativamente cercanas (Ruesga y Dehesa de Montejo) referente a la ciudad de Camárica y alimentado por la fuerte presencia militar y datos de asedio del castro, hacen pensar que La Loma pudiese ser la capital de este conocido "populus cántabro". De todos modos, hasta que no existan datos arqueológicos concluyentes, esta afirmación no deja de ser una teoría con muchos fundamentos a favor y otros en contra. No olvidemos que Ptolomeo la cita en el siglo II d.C., momento en el cual es más que probable que el castro de La Loma estuviese totalmente arrasado y extinto tras las diferentes campañas de las guerras cántabras.

    Independientemente de que fuese o no Camárica, de lo que no cabe la menor duda es de la importancia de este "oppidum". Su punto más accesible se encuentra en el sector nordeste y norte, siendo el suroeste y sureste su sección mejor "protegida" por los accidentes geográficos, ya que se encuentra parcialmente acantilado hacia el estrechamiento de la Hoz donde se unen los ríos Valdivia y Las Heras y el arroyo de San Roman. Es en el primero de los sectores (nordeste/norte) donde se encuentra uno de los puntos más impresionantes de todo el yacimiento: el derrumbe la muralla. Por la cara externa de la misma alcanza más de doce metros de altura desde la cima hasta la base del terraplén, completándose la misma con un foso exterior en V de cuatro metros de anchura por otros tantos de altura tallados en el subsuelo rocoso. Hasta el momento, esta obra de gran envergadura no ha sido documentada en ningún otro castro del antiguo territorio cántabro. Ya no solo nos da a entender que el castro de la Loma fuese un gran poblamiento indígena, sobre todo por la gran cantidad de mano de obra necesaria para su construcción, sino que para arrasarlo completamente fuese necesario un contingente romano de enormes proporciones.

    Fuente: "La conquista romana de la Montaña Palentina: el asedio de La Loma" (Santibáñez de la Peña). Autor: Eduardo Peralta Labrador