Definir en un solo párrafo el significado del yacimiento de la Espina del Gallego (Corvera de Toranzo, Anievas y Arenas de Iguña) se nos hace prácticamente imposible. Su descubrimiento, estudio y excavación marcaron un antes y un después a la hora de buscar respuestas a muchos aspectos desconocidos de las Guerras Cántabras. Es otro de los claros ejemplos de ocupación prerromana (castro indígena), asedio y ocupación por parte del ejercito romano. Pero decenas de matices y hallazgos hacen de la Espina del Gallego un yacimiento diferente...único en Cantabria. En nuestra sección haremos hincapié sobre todo en su vertiente “romana” como castellum, aunque no debemos de olvidar que antes de ser asediado fue probablemente uno de los castros más importantes de Regio Cantabrorum. Apuntemos tan solo un pequeño dato en base a su ubicación como castro: desde su punto más alto se pueden observar al menos otros 9 recintos castreños..imaginemos lo importante que era este dato (defensivamente hablando) para sus antiguos moradores. Como no, los romanos no quisieron pasar por alto este matiz tan importante en la conquista del norte de Hispania, haciendo suya esta majestuosa atalaya.
Respecto a la toponimia del lugar, existen varias vertientes interpretativas. El término “gallego” tiene probablemente etimología latina a partir de un hipotético “Gallicus” relacionado con la ocupación romana del lugar. No es ni mucho menos descabellado tampoco pensar en el viento Noroeste (gallego) al que está expuesta su cima casi de continuo. Más difícil encontrar la fuente toponímica de “Espina”, aunque algunas fuentes (Castros y castras en Cantabria) citan que podría hacer alusión a la forma alargada y estrecha de la cima.
La primera referencia histórica (arqueológicamente hablando) de la Espina del Gallego se hace en el año 1988, concretamente en una publicación monográfica de Gonzalez de Riancho en la que se menciona la posible vía romana que recorre la cima de la sierra. No fue hasta el año 1996 cuando Eduardo Peralta Labrador destapó el tarro de las esencias en sus excavaciones y prospecciones en la sierra. Fue en estas actuaciones arqueológicas cuando se reconoció la estructura castreña del lugar, además de encontrar una punta de proyectil de catapulta de hierro (pilum catapultarium) y un denario romano tardorepublicano. La punta de proyectil se convertiría por aquel entonces en la primera prueba material de la presencia del ejército romano en la parte septentrional de Cantabria. Estos hallazgos fueron inmediatamente relacionados con el episodio narrado por Floro y Orosio de la toman de Aracelium/ Aracillum, siendo esta noticia un “boom” en los medios culturales y científicos de Cantabria. Desde entonces, año 1997, hasta 2002 se sucedieron de un modo casi continuo las excavaciones y prospecciones en el yacimiento, aflorando una gran riqueza material sobre todo ligada al ejercito romano.
Estructuralmente se definieron con claridad los recintos pertenecientes al castro indígena y los correspondientes al castellum (que veremos posteriormente). En el recinto superior o “acrópolis” se encontraron diversas estructuras, amurallamientos, un horno de hierro y un barracón de hasta 100 metros de largo (que veremos posteriormente). En la parte más baja del yacimiento se delimitaron dos recintos, los cuales correspondían a la parte “indígena” del yacimiento. Son destacables sus antiguas murallas ya que se cree que esta línea defensiva tenía una altura cercana a los 2 metros, además de una increíble anchura de 3,5 metros. No debemos de olvidar el foso que las rodeaba, el cual se cree que estaba dotado de estacas clavadas en su fondo. Por último, se identificaron al menos 20 estructuras prerromanas (establos, chozas, etc) en la ladera oeste del yacimiento.
Destacaremos por último que secciones como esta no se podrían escribir sin los increíbles trabajos publicados en libros como:
Os dejamos las portadas en la sección de "Imágenes" por si queréis reconocerlos a la hora de adquirirlos.
Nos centraremos principalmente en las realizadas dentro del castellum de la Espina del Gallego, concretamente en sus enormes barracones. Son estas actuaciones un referente arqueológicamente hablando, ya que en ellas se han encontrado diversos materiales no solo importantes en el yacimiento, sino en el contexto histórico de Cantabria. Para apoyar nuestras explicaciones podemos observar la imagen de la derecha, de modo que podamos entender un poco más de las excavaciones allí realizadas.
Debido al hallazgo en el año 1996 del denario tardorromano en este sector, se comenzaron los trabajos en este mismo lugar un año después (1997). Esta área se dividió en cinco cuadros de 2x2 metros, ocupando una superficie total de 20 metros cuadrados. Como podemos observar, esta prospección se realizó sobre las murallas más al norte de los barracones.
Inicialmente se pudo documentar en el interior de este edificio un encachado muy rústico a base de fragmentos de lajas planas, entre las cuales se pudo observar dos agujeros de poste que ocupan el espacio central de la estructura. Pero el hallazgo más significativo de este sector no fueron estas estructuras, sino un lote de monedas romanas con una fuerte pátina oscura. Se trata de ocho denarios dispersos en un total de 2 m2, coincidiendo en el lugar donde fue encontrado el primero un año antes. Su cronología (que veremos en la siguiente sección) es muy limitada y acotada en el tiempo, lo que refuerza la hipótesis de barracón militar romano por tratarse más que posiblemente de la paga/s de un soldado. En el año 2002 se realizó la última campaña en esta área. El objetivo de esta campaña era la unión de los cuadros excavados previamente, además de poder observar más en detalle la estructura del edificio.
Tal y como vemos en la imagen, en ese mismo año (1997) se acometieron más intervenciones en el área sur del edificio. El porqué es sencillo: en el área 1 esta tarea no pudo completarse. En cuanto a materiales encontrados en este sector, podemos destacar las tachuelas de sandalia (clavi caligae) y clavos de hierro, todos ellos alterados químicamente por el suelo y las condiciones extremas del yacimiento.
En este área se utilizó otro método de excavación, concretamente se planteó una trinchera transversal para verificar una sección completa del barracón. En esta área se demostró definitivamente la alineación de los muros con los documentados en las áreas 1 y 2, lo que confirmaba la continuidad del edificio durante un mínimo de 84 metros. De todos modos, gracias a las fotografías aéreas, se podría determinar una longitud total de aproximadamente 100 metros.
Estructuralmente, sobre todo en el interior, se encontraron diferencias reseñables respecto a los áreas excavados previamente. Fue por este motivo por el que en 2002 se retomaron las actividades con el mismo, pudiendo comprobar que en amplias zonas del suelo se encontraban áreas fuertemente enrojecidas por efecto de un intenso calor. Otro de los hallazgos interesantes de este sector fue una atarjea (desagüe) en la pared occidental, pudiendo interpretarse como parte un sistema de ventilación. Estas dos evidencias han llevado a pensar que esta parte del barracón fue utilizada para actividades metalúrgicas u horno. Para apoyar y reforzar aún más esta teoría, a parte de las típicas tachuelas de sandalia (clavi caligae), se encontraron pequeños fragmentos de escorias de hierro y hierros mal conservados.
Para obtener mayor información sobre la posible compartimentación de los barracones se excavó en la parte “central” tal y como podemos observar en la imagen. Se pudo corroborar la existencia de una estancia militar cuadrangular de aproximadamente 5 metros y medio de lado, aunque en este sector no se terminó de excavar. Podemos destacar la existencia de una puerta de comunicación interna en este sector, la cual llama la atención por un pequeño peldaño que salva una diferencia de nivel entre habitáculos. Por destacar alguno de los materiales encontrados, haremos referencia a las tachuelas (clavi caligae) aquí encontradas.
Como hemos comentado previamente, en la campaña de 1997 se encontraron varias monedas en uno de los barracones (contubernia) del sector norte. El lote lo componen 9 denarios emitidos entre los años 114-113 a.C. y 42 a.C. por diferentes familias patricias romanas. No debemos de hacer referencia directa a la última de las fechas (42 a.C.) con el periodo de ocupación romana del campamento, ya que esto nos puede inducir a error. Aceptar que en este año la Espina del Gallego ya estaba tomada por el ejército romano nos llevaría fuera de la cronología de ocupación romana en las Guerras Cántabras. No olvidemos tampoco que el castellum y los barracones romanos son posteriores a la toma y ocupación de este castro, lo que cronológicamente nos sitúa ya en la “Postguerra”, es decir por encima del año 19 a.C.
En otra vertiente, viendo el número total de monedas, resulta más apropiado hablar de ocultación más que de un tesorillo o perdida fortuita de alguno de los soldados que allí moraron. Alguna de estas monedas estaba forrada, lo que se relaciona directamente con parte de un pago destinado a un soldado por sus servicios..esta claro que para su desgracia nunca lo cobró.
Otro de los objetos de gran valor arqueológico relacionado con el yacimiento de la Espina del Gallego se encontró en la campaña de excavaciones del año 1998. Se trata de un entalle romano encontrado en el sector norte del yacimiento, concretamente al norte del barracón militar y junto a un horno de reducción de mineral de hierro. Es una pequeña piedra semipreciosa grabada de color anaranjado, la cual presenta varios símbolos alegóricos identificados con diferentes divinidades. Estos “objetos” se engastaban en un anillo y eran de uso personal. Su función principal en el mundo romano era firmar o sellar documento, identificando cada uno de los motivos que contiene a una persona concreta..como un sello actual o escudo de armas por ejemplo.
Este hallazgo en el contexto militarizado de la Espina del Gallego, lleva a pensar que esta pieza era propiedad de algún oficial en el campamento, ya que estos entalles no eran ni mucho menos típicos de un soldado raso.
El campamento o castellum de El Pedrón (Cervatos, Campoo de Enmedio) es uno de los mejores ejemplos a la hora de conocer e interpretar la importancia estratégica de según qué recintos fortificados. En este caso en concreto, no hablamos de un asentamiento de gran superficie, ni siquiera de una imponente atalaya dominando los valles de Campoo. De hecho, de entre las cimas que lo rodean, se encuentra ubicado por debajo de casi todas ellas. Pero que este dato no nos lleve a sobrevalorarlo: Es más que probable que en sus inicios jugase un papel fundamental en el asedio del conocido castro de Las Rabas y que después se convirtiese en enclave de gran valor sobre el control de las comunicaciones y abastecimiento del imperio romano en Cantabria.
Las primeras noticias sobre el yacimiento proceden del conocido investigador Miguel Ángel Fraile López, quien a finales del siglo pasado hace una breve descripción de lo que interpretó inicialmente como un castro prerromano (Fraile, 1990: 130-131). Durante los años siguientes a su "puesta de largo" se cita en diversas obras por conocidos autores como Eduardo Peralta Labrador (Peralta, 2003: 52 nota 320, 307 Fig. 153), Miguel Cisneros (Cisneros et alii, 2008: 98, nº 156) e incluso por el propio Fraile en varias ocasiones (Fraile, 2004: nº 19 / Fraile, 2006: 15, 39). Todos ellos hace alusión a su origen "castreño", aunque comienzan a dudar sobre dicha atribución. No sería hasta el año 2008 cuando Rafael Bolado del Castillo, dentro del proyecto "El castro de Las Rabas y el Bellum Cantabricum: una propuesta para el estudio de la Edad del Hierro en Cantabria" diese origen a una nueva interpretación e identificación del yacimiento, la cual se aleja de la hipótesis del castro para acercarse (acertadamente) a la construcción militar romana (Bolado del Castillo et alii.). A partir de este momento, el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC) inicia el estudio del yacimiento dentro de un plan de actuación de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria. Los resultados de dicho estudio están todavía pendientes de publicación…(a esperar toca).
El castra aestiva de El Alambre (Fuencaliente de Lucio, Burgos) forma parte de la élite campamental romana relacionada con el conflicto bélico de las Guerras Cántabras. No olvidemos que nos encontramos cerca uno de los "puntos calientes" de la contienda, concretamente en las inmediaciones del campamento romano de El Castillejo y el oppidum de Monte Bernorio. Se encuentra ubicado en un cerro situado al Suroeste de la citada localidad, en un paraje denominado "El Alambre", topónimo que le da nombre. Fue descubierto en 2003 por el equipo conformado por Eduardo Peralta Labrador, Federico Fernández y Roberto Ayllón, dentro de su conocida campaña de prospecciones arqueológicas de la zona que saco a la luz varios yacimientos romanos. Cabe destacar que el hallazgo vino dado por una referencia dada Miguel Ángel Fraile López, quien les puso sobre la pista de un posible castro indígena en las inmediaciones del lugar. Con posterioridad, aun teniendo casi la certeza de que nos encontramos ante un campamento romano, Fraile ha preferido interpretarlo como un asentamiento castreño de la Edad del Hierro (Fraile, 2006, 19 y 86).
De lo que no cabe duda es que nos encontramos ante un recinto defensivo de grandes dimensiones, en una cima elevada rodeada por pendientes pronunciadas a modo defensa natural y con varias "fuentes" de agua adyacentes (el arroyo El Alambre por el Este y el río Lucio por el Norte), circunstancias todas idóneas para su construcción. Desgraciadamente, la actividad agrícola en alguno de los sectores y la falta de protección del yacimiento, pueden llevar a pensar que se ha perdido parte de la historia del mismo por el camino. Esperemos que futuras intervenciones arqueológicas nos muestren un poco más de lo que parece un enclave vital para el asedio y control del territorio de los antiguos cántabros.
El campamento de Curriel.los (Concejos de Aller y Lena, Asturias) es sin duda uno de los iconos de la conquista y posterior dominio del Imperio Romano no solo en Asturias, también del norte de Hispania. Su entramado estructural, su ubicación a más de 1.600 metros de altitud, su dominio sobre la vía Carisa (también se puede ver la costa en días despejados) y su posición en un paso estratégico desde la Meseta hacen de este yacimiento un lugar especial. Se ubica en el pico de La Boya, cuya altitud máxima es de 1.727 metros. Concretamente se extiende por la plataforma que componen dos pequeños cerros redondeados (ver en el mapa) unidos por una pequeña depresión. Incluso esta altitud hacia dudar en el pasado sobre su más que posible adscripción cronológica, además de otros elementos como veremos a continuación.
A diferencia de otros enclaves cercanos que han sido hallados en estas últimas décadas (pocos años en algún caso), Curriel.los es conocido desde hace mucho más tiempo, si bien es cierto que su potencial arqueológico y el volumen e importancia de lo allí encontrado es más contemporáneo. La existencia del yacimiento fue dada a conocer en el año 1858 por el erudito y militar Elías García Tuñon, quien quedó fascinado por el hallazgo de restos de unos yelmos romanos. Es por ello por lo que, contando además con parte de las enormes estructuras defensivas que encontró, creyó que estaba antes unos restos estructurales de origen indígena relacionados con el escenario bélico del Monte Medulio. Esta hipótesis inicial fue desacreditada a principios de siglo XX, cayendo en el olvido. De todos modos, Curriel.los seguiría durante décadas siendo considerado un poblado de la Edad del Hierro con posible reutilización romana (González, 1966:268), incluso sin tener nada que ver con el Bellum Cantabricum et Asturicum. Pero el avance del conocimiento en la castrametación romana, la aparición de nuevos elementos estructurales y las diferentes evidencias llevaron a los investigadores a no tener dudas sobre su adscripción meramente romana, aun siendo un campamento con muchas peculiaridades respecto a una construcción "canónica".
Está claro que la contextualización e investigación de Curriel.los ha marcado un antes y un después en el conocimiento de la conquista romana de Asturias. Gracias a la importancia de los restos materiales y estructurales, podríamos decir para entendernos (las comparaciones son odiosas) que nos encontramos con lo que supuso el hallazgo y estudio de la Espina del Gallego para Cantabria hace ya alguna década. Hoy en día, la proliferación de nuevos "campamentos de alta montaña" lleva camino de cambiar el mapa de las Guerras Astur-Cántabras como ocurrió por aquel entonces: L.laguezos, A Granda das Xarras o A Recacha en Asturias y Castro Negro, el Castellum de Vistrió o el campamento de Pando en Cantabria son ejemplos de este avance en la investigación. Eso sí, siempre y cuando las administraciones apoyen este tipo de proyectos que tanto conocimiento aportan a la cultura general.
El campamento romano o castellum de Vistrió (Pesaguero, Cantabria) es, sin lugar a dudas, uno de los hallazgos arqueológicos más relevantes de los últimos años en nuestra región. En cualquier otro contexto geográfico, incluso cronológico, estaríamos hablando igualmente de un enclave con un inmenso potencial para el conocimiento de las estructuras campamentales romanas. Pero teniendo en cuenta tanto su ubicación y características, como su posible adscripción cronológica podemos decir que estamos ante uno de los campamentos romanos de campaña situados a mayor altitud de Cantabria (el establecimiento militar romano más alto de la Península sería la turris del Robadorio, no muy lejos de allí), en un escenario de alta montaña y controlando uno de los accesos naturales al valle de Liébana desde el Sur (y a una de las zonas más elevadas del extremo oriental de la Cordillera Cantábrica).
Es en este punto donde, más que sugestionados y absorbidos por los ecos guerrero-legendarios de la resistencia cántabra frente a las legiones, llegamos a plantearnos…¿Y si estuviésemos más cerca del Monte Vindio, uno de los últimos baluartes de los antiguos cántabros en la guerra de 26-25 a. C.?. Cierto es que esta pregunta no tiene aún demasiado apoyo científico basado en hallazgos reales, pero la interpretación de las fuentes clásicas (más acertada o no), cierta toponimia y otros posibles restos aún por estudiar aunque ya localizados apuntan a que este antiguo lugar de refugio indígena, sobre el cual se dice que los cántabros allí retirados se jactaban de que antes subirían las aguas del Oceano que las legiones romanas, pudo estar en el entorno montañoso que nos ocupa. Resulta tentador sumarnos a esa hipótesis y asumir que quizá este campamento pudo tener algo que ver con el asedio al legendario monte, aunque en ese sentido casi todo esté aún por demostrar.
En cuanto a Liébana, desde principios del presente siglo algunos investigadores, entre los que destaca Gonzalo Gómez Casares, han hallados varios yacimientos fortificados relacionados con la Edad del Bronce-Hierro en la comarca. Curiosamente, y a diferencia de otros grandes oppida al Sur de Cantabria, Burgos y Palencia, estos no presentaban signos de asedio evidente, como si la comunidad indígena del gran valle hubiese vivido en relativa tranquilidad. Esto, unido a la casi nula presencia de campamentos o estructuras defensivas de tipología romana (Robadorio) en el entorno, desligaba el nexo entre estos asentamientos y las Guerras Cántabras. Pero ahora, ante este hallazgo, surgen las preguntas: ¿Por qué tenemos una estructura campamental romana justo en el Collado del Vistrió? ¿Qué se pretendía controlar o asediar? ¿Cuántos legionarios albergaría y para qué? ¿Estamos más cerca de…?. Demasiadas cuestiones que esperan respuesta.
Volviendo al yacimiento en sí, fue descubierto por José Ángel Hierro Gárate en el año 2012 gracias a la fotografía aérea e imágenes satélite de la zona. Tras dar parte al Servicio de Patrimonio, en Septiembre de ese mismo año visitó el lugar con Gustavo Sanz Palomera, arqueólogo del Gobierno de Cantabria, y Pepe Diego Estébanez, comprobando in situ la existencia de una estructura defensiva de cronología indeterminada aunque sin duda antigua. Tras plantear por primera vez su posible carácter campamental romano en una nota del artículo "Las Guerras Cántabras" del libro editado por ADIC Cántabros. Origen de un pueblo, su definitiva identificación como tal llegó el año pasado, cuando el propio José Ángel Hierro Gárate, Enrique Gutiérrez Cuenca y Rafael Bolado del Castillo descubrieron, gracias a la revisión de fotografías aéreas antiguas, la existencia de una puerta en clavícula en la zona superior. Fue presentado en "sociedad" dentro del I Encuentro Arqueológico Las Guerras-Ástur-Cántabras celebrado en Gijón (Octubre de 2014), donde esos tres autores dieron a conocer una serie de nuevos hallazgos posiblemente relacionados con las Guerras Cántabras en las ponencia "Avances en la identificación de nuevos escenarios del Bellum Cantabricum (1): hacia el corazón de Cantabria" y "Avances en la identificación de nuevos escenarios del Bellum Cantabricum (2): ¿Más cerca del Mons Vindius?". Como podemos comprobar, estamos ante un hallazgo "recién salido del horno" y todo lo que venga a partir de este 2015 responderá muchas de las cuestiones planteadas anteriormente. Esperemos que no sea otro de los yacimientos que queden en el olvido administrativo, ya que tal vez estemos a las puertas de aclarar un poco más sobre una época apasionante en Regio Cantabrorum
Pisoraca fue uno de los enclaves estratégicos más importantes dentro de la expansión del Imperio Romano por el norte de Hispania. En ella se acantonó la poderosaLegio IIII Macedónica (entre otras tantas legiones) entre los años 19 a.C al 40 d.C, antes de su salida de la península. El nombre de Pisoraca es como tal, según varias teorías, una palabra de raíz céltica, apoyándose esta teoría por el sufijo "aca" similar a "briga", muy común en esta lengua. Se cree también que el antiguo asentamiento da nombre al rio que discurre justo a su lado: el Pisuerga. Siguiendo con sus orígenes, Pisoraca no nació como un enclave meramente romano, sino que tras diversas campañas arqueológicas se ha certificado la existencia de un poblamiento indígena anterior a la llegada de los romanos. Se cree que en este asentamiento era, a nivel etnológico, la confluencia de Vacceos, Turgomos y Cántabros, aunque no se sabe a ciencia cierta a quien pertenecía realmente o de donde provenían sus pobladores. De hecho, Ptolomeo cita "Sisaraca" como cuidad túrmoga al igual que Floro, que los alude como murbogos. Otras vertientes los ligan directamente con los Vacceos, pero no existen referencias escritas que apoyen firmemente esta teoría.
Los restos de este asentamiento se encuentran repartidos por todo el casco urbano de Herrera de Pisuerga. Los últimos descubrimientos en sus alrededores no hacen más que atestiguar que, además de ser un paso de vital importancia en las comunicaciones con la Meseta, por sus inmediaciones pasaba la calzada romana Via Legione VII Gemina ad Portum Blendium, arteria principal de comunicación del Imperio romano entre León (Legio VII Gemina) y Suances (Portus Blendium). De hecho, Pisoraca era el comienzo de la Calzada romana del valle del Besaya que la unía con la villa costera.
El lugar se convirtió en un importante nudo de comunicaciones de salida hacia los puertos cantábricos y para el transporte de esclavos y los cereales de Tierra de Campos hacia Flaviobriga, Portus Blendium y Portus Victoriae.
El campamento romano de La Cabaña es otro ejemplo más (y van decenas en estos últimos años) de destrucción de patrimonio en Cantabria, esta vez por la falta de comunicación entre estamentos gubernamentales. Imaginaros que se localiza un yacimiento, se incluye en el Inventario Arqueológico, se lanza una comunicación automática a todas aquellas Consejerías que puedan tener algo que ver (Medio ambiente por montes, Industria por construcción de polígonos o similares) y al Ayuntamiento correspondiente, que a su vez lo tiene en cuenta de cara a futuras actuaciones de ordenación urbana u otras acciones constructivas. Y ahora, después de seguir soñando despierto tras beberte 4 gintonics, te das cuenta de que vives en Cantabria. Una comunidad autónoma donde hay Consejerías trabajando poco más que en Excel/Access, que no tiene publicado ni comunicado el Inventario Arqueológico de Cantabria y que permite que los pocos yacimientos que si han seguido un "cauce" normal (descubrimiento e información a la Consejería de Cultura, inclusión en inventario, comunicación a municipio e inclusión en su Plan General de Ordenación urbana) se destruyan igualmente como el de Portus Blendium.
Pues si, el campamento romano de la Cabaña es otro de esos yacimientos destruidos. Y para colmo, después de realizar una intervención de urgencia tras ser arrasado totalmente, se verifica que su potencial arqueológico era inmenso ya no solo en periodo romano sino como punto estratégico en la Guerra Civil. Fue descubierto en el año 2012/2013 por Jose Ángel Hierro Gárate gracias a las fotografías satélite de la zona. Esta herramienta es fundamental a la hora de prospectar visualmente en busca de estructuras antiguas no conocidas y a la que cualquiera puede acceder desde casa sin necesidad de desplazarse al lugar, además de poder comparar imágenes de otras décadas (hasta el vuelo americano de los años 50). De este modo, la perspectiva es aún mayor. Su hallazgo sería notificado a la Consejería de Cultura para su posterior estudio y sería "presentado en sociedad” en el I Encuentro Arqueológico Las Guerras Ástur-Cántabras (Gijón, Octubre de 2014) dentro la ponencia "Avances en la identificación de nuevos escenarios del Bellum Cantabricum". Hasta aquí, todo en orden. En 2015 se produciría un enorme incendio en la zona que arrasaría con el eucaliptal que ya poblaba el campamento de La Cabaña, si bien las estructuras defensivas más al norte se podían vislumbrar aún entre la maleza, tal y como se puede observar en las imágenes anexas. Las únicas que existen…y que existirán ya que finales de 2015 / principios de 2016 serían totalmente arrasadas por maquinaria pesada en la "limpieza para replantar”. Tal sería el destrozo que no quedaba resto de que el monte hubiese estado quemado tras la remoción de tierras. Tras esta barbaridad el denominado Proyecto Agger (Jose Angél Hierro Garate, Rafael Bolado del Castillo, Enrique Gutiérrez Cuenca y Eduardo Peralta Labrador) solicita un permiso en la Consejería de Cultura para realizar una prospección metálica de urgencia (costeada por ellos mismos) antes de que se volviese a replantar el enclave. Los resultados serían más que asombrosos (los veremos a continuación) viendo como había quedado el campamento romano tras el paso de la maquinaria.
Tras ver la luz los resultados a mediados de 2017, con una gran repercusión en los medios de comunicación regionales, el campamento de La Cabaña fue protagonista de diferentes conferencias en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria o en el ciclo de Guerras Cántabras. ¿A partir de aquí? Pues otro eucaliptal ya en marcha, con lo que tras su plantación, en el momento en que se corte no lo harán con maquinaria de la calle del caramelo y del país de la piruleta (como nos quieren hacer ver siempre desde el Gobierno Regional). Se hará con maquinaria pesada y a buen seguro sin seguimiento arqueológico como casi siempre. Total, está en el monte y no deja de ser un campamento romano contextualizado casi con total certeza en la campaña del año 25 a.C. de las Guerras Cántabras..Cantabria Infinita lo llaman..
2025 © RegioCantabrorum. Todos los derechos reservados. Términos y condiciones legales - Política de Cookies - Developed by