El campamento o castellum de El Pedrón (Cervatos, Campoo de Enmedio) es uno de los mejores ejemplos a la hora de conocer e interpretar la importancia estratégica de según qué recintos fortificados. En este caso en concreto, no hablamos de un asentamiento de gran superficie, ni siquiera de una imponente atalaya dominando los valles de Campoo. De hecho, de entre las cimas que lo rodean, se encuentra ubicado por debajo de casi todas ellas. Pero que este dato no nos lleve a sobrevalorarlo: Es más que probable que en sus inicios jugase un papel fundamental en el asedio del conocido castro de Las Rabas y que después se convirtiese en enclave de gran valor sobre el control de las comunicaciones y abastecimiento del imperio romano en Cantabria.
Las primeras noticias sobre el yacimiento proceden del conocido investigador Miguel Ángel Fraile López, quien a finales del siglo pasado hace una breve descripción de lo que interpretó inicialmente como un castro prerromano (Fraile, 1990: 130-131). Durante los años siguientes a su "puesta de largo" se cita en diversas obras por conocidos autores como Eduardo Peralta Labrador (Peralta, 2003: 52 nota 320, 307 Fig. 153), Miguel Cisneros (Cisneros et alii, 2008: 98, nº 156) e incluso por el propio Fraile en varias ocasiones (Fraile, 2004: nº 19 / Fraile, 2006: 15, 39). Todos ellos hace alusión a su origen "castreño", aunque comienzan a dudar sobre dicha atribución. No sería hasta el año 2008 cuando Rafael Bolado del Castillo, dentro del proyecto "El castro de Las Rabas y el Bellum Cantabricum: una propuesta para el estudio de la Edad del Hierro en Cantabria" diese origen a una nueva interpretación e identificación del yacimiento, la cual se aleja de la hipótesis del castro para acercarse (acertadamente) a la construcción militar romana (Bolado del Castillo et alii.). A partir de este momento, el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC) inicia el estudio del yacimiento dentro de un plan de actuación de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria. Los resultados de dicho estudio están todavía pendientes de publicación…(a esperar toca).
El campamento romano de El Pedrón no está formado un complejo recinto, ni mucho menos está dotado de grandes "elementos" constructivos. De hecho, está compuesto por una única estructura ovalada que alberga un área de unos 3.330 metros cuadrados y que posee ejes mayores de 237 (Noroeste-Suroeste) y 119 metros (Noreste-Sureste) respectivamente. Centrándonos en la planta, se puede observar perfectamente el desarrollo de un terraplén defensivo que desaparece en el sector sur-suroeste, punto donde las defensas naturales de la montaña hicieron innecesaria la construcción de ninguna estructura. No olvidemos que el pequeño cerro donde se ubica posee suaves pendientes en todas sus vertientes excepto en esta, donde el lapiaz cálido hace que el desnivel aumente considerablemente. El acceso al castellum parece hallarse en el extremo sur, donde existe una sencilla abertura o interrupción de la defensa que queda desalineada de los ejes principales.
En base a estas informaciones, aunque muchos pudiesen pensar que carecen de un contenido rotundo, se puede tener la certeza de que no pertenecía a una construcción prerromana, ya que la construcción de defensas con terraplenes a base de tierra y piedras lo acerca mucho más a los "agger" de los campamentos temporales o "castra" romanos. Esto, junto con la aparición de terra sigillata en el cercano campamento de La Poza (Cepeda, 2007: 375. 2008: 144) lo acercan sin lugar a dudas a la época romana, denotando así (posiblemente) una ocupación, tanto del citado campamento como de El Pedrón, mucho más prolongada de lo habitual. ¿Capacidad?. Por sus características y coincidencias con estructuras similares, se cree que pudo albergar entre 350-500 hombres aproximadamente.
Teniendo en cuenta todos los aspectos citados con anterioridad, tanto tamaño como estructuras, materiales y ubicación, el recinto de El Pedrón se incluiría dentro de los campamentos militares romanos de reducidas dimensiones que solían formar parte en los dispositivos de asedio como fortalezas auxiliares. Son varios los ejemplos que podemos citar en este sentido:
El asedio a la Espina del Gallego desde el campamento romano del Campo de Las Cercas y el campamento auxiliar o castellum de El Cantón.
El asedio al castro de La Loma desde el campamento romano de mismo nombre y los castella "A" y "B" (sin nombre como tales).
Y por qué no, el asedio al castro de Las Rabas desde el campamento de La Poza y el campamento auxiliar o castellum de El Pedrón.
En base a esta última hipótesis, no sería descabellado pensar que la datación de este yacimiento fuese coetánea a la del primer campamento de La Poza (recordad que existen dos superpuestos con cronología diferente), adscribiéndolo así en pleno proceso de las Guerras Cántabras, concretamente a la campaña del 25 a.C. dirigida por Antistio o incluso a la del año 26 a.C. Además, encajaría también dentro de la misma campaña de asedio del castro de la Espina del Gallego, del cual distan tan solo unos 30 kilómetros en línea recta. Tras esto, se presupone que El Pedrón pudo tener una actividad continuada, ya no como campamento auxiliar sino más bien como punto de control para proteger y salvaguardar una de las rutas principales de abastecimiento del ejercito romano. No olvidemos que se encuentra justo en la ruta de penetración natural que llega desde la Meseta a través del puerto de Pozazal.
A modo de conclusión, no hay que olvidar que es imposible concretar con exactitud su cronología o vinculación militar con el asedio al castro de Las Rabas. ¿Qué casi todas las piezas y similitudes encajan?. Cierto, pero como bien sabemos, no debemos de vender la piel del oso antes de cazarlo, habrá que esperar a estudios futuros para esclarecer definitivamente el origen y pasado de El Pedrón.
Todos podemos disfrutar del campamento romano de El Pedrón, ya que aún sin ser un yacimiento visitable (refiriéndonos a un arqueo-sitio como tal) podemos recorrerlo a píe. Desde Regio Cantabrorum te pedimos que respetes el yacimiento y su entorno, ya que es deber de todos mantener viva la historia de Cantabria.
Definir en un solo párrafo el significado del yacimiento de la Espina del Gallego (Corvera de Toranzo, Anievas y Arenas de Iguña) se nos hace prácticamente imposible. Su descubrimiento, estudio y excavación marcaron un antes y un después a la hora de buscar respuestas a muchos aspectos desconocidos de las Guerras Cántabras. Es otro de los claros ejemplos de ocupación prerromana (castro indígena), asedio y ocupación por parte del ejercito romano. Pero decenas de matices y hallazgos hacen de la Espina del Gallego un yacimiento diferente...único en Cantabria. En nuestra sección haremos hincapié sobre todo en su vertiente “romana” como castellum, aunque no debemos de olvidar que antes de ser asediado fue probablemente uno de los castros más importantes de Regio Cantabrorum. Apuntemos tan solo un pequeño dato en base a su ubicación como castro: desde su punto más alto se pueden observar al menos otros 9 recintos castreños..imaginemos lo importante que era este dato (defensivamente hablando) para sus antiguos moradores. Como no, los romanos no quisieron pasar por alto este matiz tan importante en la conquista del norte de Hispania, haciendo suya esta majestuosa atalaya.
Respecto a la toponimia del lugar, existen varias vertientes interpretativas. El término “gallego” tiene probablemente etimología latina a partir de un hipotético “Gallicus” relacionado con la ocupación romana del lugar. No es ni mucho menos descabellado tampoco pensar en el viento Noroeste (gallego) al que está expuesta su cima casi de continuo. Más difícil encontrar la fuente toponímica de “Espina”, aunque algunas fuentes (Castros y castras en Cantabria) citan que podría hacer alusión a la forma alargada y estrecha de la cima.
La primera referencia histórica (arqueológicamente hablando) de la Espina del Gallego se hace en el año 1988, concretamente en una publicación monográfica de Gonzalez de Riancho en la que se menciona la posible vía romana que recorre la cima de la sierra. No fue hasta el año 1996 cuando Eduardo Peralta Labrador destapó el tarro de las esencias en sus excavaciones y prospecciones en la sierra. Fue en estas actuaciones arqueológicas cuando se reconoció la estructura castreña del lugar, además de encontrar una punta de proyectil de catapulta de hierro (pilum catapultarium) y un denario romano tardorepublicano. La punta de proyectil se convertiría por aquel entonces en la primera prueba material de la presencia del ejército romano en la parte septentrional de Cantabria. Estos hallazgos fueron inmediatamente relacionados con el episodio narrado por Floro y Orosio de la toman de Aracelium/ Aracillum, siendo esta noticia un “boom” en los medios culturales y científicos de Cantabria. Desde entonces, año 1997, hasta 2002 se sucedieron de un modo casi continuo las excavaciones y prospecciones en el yacimiento, aflorando una gran riqueza material sobre todo ligada al ejercito romano.
Estructuralmente se definieron con claridad los recintos pertenecientes al castro indígena y los correspondientes al castellum (que veremos posteriormente). En el recinto superior o “acrópolis” se encontraron diversas estructuras, amurallamientos, un horno de hierro y un barracón de hasta 100 metros de largo (que veremos posteriormente). En la parte más baja del yacimiento se delimitaron dos recintos, los cuales correspondían a la parte “indígena” del yacimiento. Son destacables sus antiguas murallas ya que se cree que esta línea defensiva tenía una altura cercana a los 2 metros, además de una increíble anchura de 3,5 metros. No debemos de olvidar el foso que las rodeaba, el cual se cree que estaba dotado de estacas clavadas en su fondo. Por último, se identificaron al menos 20 estructuras prerromanas (establos, chozas, etc) en la ladera oeste del yacimiento.
Destacaremos por último que secciones como esta no se podrían escribir sin los increíbles trabajos publicados en libros como:
Os dejamos las portadas en la sección de "Imágenes" por si queréis reconocerlos a la hora de adquirirlos.
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