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Acceso a la cueva de Las Penas. Fotografía: Alis Serna Gancedo - Mª Ángeles Valle

La cueva de las Penas (Piélagos, Cantabria) es uno de los tesoros arqueológicos de Cantabria, clave para el conocimiento y la interpretación de uno de los periodos más oscuros de nuestra historia. Conocida anteriormente como la cueva de Los Perros, se encuentra ubicada a menos de un kilómetro del núcleo urbano de Mortera. Nos encontramos ante una cavidad que no destaca por su gran boca, de hecho su acceso actual se realiza a través de un pequeño hueco de unos 60 centímetros de alto por 1 metro de ancho. De todos modos, se cree que en el pasado pudo tener unos 3 metros de ancho, quedando cegada parcialmente por pequeños derrumbes hasta llegar a nuestros días. Posee unos 210 metros de desarrollo, de los cuales destaca una galería principal y un conjunto de otras más pequeñas que adquieren un carácter casi laberíntico. Para llegar a este punto hemos tenido que descender unos 15 metros desde la boca por una galería descendente y de estrechas dimensiones, encontrándonos finalmente con un piso inferior que tiene otra boca mucho más pequeña que la exterior, no apta para claustrofóbicos. Sería cerca de este punto donde los investigadores hallaron los restos de un pequeño muro de mampostería que impedía el paso al interior, como si sus constructores no quisiesen que nadie entrase, o más bien saliese, desde este punto hacia afuera. Veremos por qué más adelante, centrémonos ahora en el yacimiento en sí.

Fue descubierto en el año 2003 por miembros del GEIS-Carballo Raba, aunque su verdadero potencial arqueológico fue sacado a la luz por la Asociación Mortera Verde, principal valedora a la hora de realizar una excavación en sus entrañas. Fruto de este tesón se llevaría a cabo una intervención arqueológica dirigida por Ángeles Valle Gómez en dos años consecutivos (2004 y 2005). Fruto de esas actuaciones aparecieron una serie de restos tanto humanos como materiales sin precedentes en Cantabria, siendo su valor cualitativo como cuantitativo un claro exponente arqueológico no solo a nivel regional, sino nacional. Los restos humanos se localizaban exclusivamente en la zona interior de la cueva llamando poderosamente la atención que estuviesen colocados directamente sobre el frío ;suelo, sin presencia de fosa o zanja alguna y tras el citado muro que los "encerraba" en uno de los recodos de Las Penas. Es más que probable que la acción del agua, incluso de algunos animales, desplazase parte de cuerpos, ya que tan solo se localizaron las extremidades inferiores de uno de los individuos en conexión anatómica. Tras las diferentes intervenciones, y fruto de un complejo y elaborado mapa de dispersión, se pudo comprobar que todos los cuerpos se depositaron en un espacio relativamente pequeño en vez de repartidos por la cavidad. Los otros exponentes arqueológicos de la cueva de Las Penas son los objetos de adorno personal, concretamente el juego de 5 broches visigodos que albergaba. Hablamos, sin lugar a dudas, de uno de los aportes más significativos de este yacimiento al conocimiento de objetos relacionados con la indumentaria visigoda, concretamente de las guarniciones de cinturón. Ni mucho menos son los únicos elementos de atuendo personal, vestimenta o uso cotidiano que fueron encontrados en la cueva, son el colofón a un increíble y prolífero yacimiento que explicaremos con más detalle: restos de cuatro anillos, dos pendientes, un pequeño hacha, semillas de trigo, hojas de cuchillo, una cuenta de collar y un largo etc que nos transporta a finales del siglo VII-VIII d.C, en pleno apogeo hispano-visigodo.

Nos encontramos, junto con el yacimiento de Riocueva (Entrambasaguas), ante uno de los mejores exponentes de enterramiento visigodo en cuevas, ya no solo en Cantabria sino en toda la Península Ibérica. En ambos yacimientos, y gracias al trabajo (en muchas ocasiones altruista) de nuestros investigadores y arqueólogos, se abrió un abanico de conocimiento sin precedentes en nuestra región. Hemos pasado de tener todas las piezas del puzzle desordenadas encima de la mesa a tener una construcción casi perfecta del porqué de este tipo de enterramientos. La muerte en extrañas circunstancias, el miedo a que las almas atormentadas volviesen a trastornar a los vivos, los "revenant" y los rituales que les rodeaban están muy lejos de afirmaciones ficticias: Son toda una realidad que debe ser tratada con la toda seriedad posible. Y si así no fuese, se debe de respetar y admirar por su tesón el trabajo de los investigadores y arqueólogos que divulgan y estudian con toda su pasión este fenómeno. La mayor o menor fortuna en la elección del medio donde exponerlo es algo con lo que debemos de contar para lo bueno y lo malo, buscando tal vez (aunque muchos no lo sepan) un apoyo con el que no se cuenta hoy en día en las instituciones. Quien se dedica a criticar gratuitamente por ello, y sobre todo quien no se haya equivocado nunca, que se meta en las cuevas y desvele sus secretos..el resto está de más.

Bibliografía: La utilización sepulcral de las cuevas en época Visigoda: los casos de Las Penas, La Garma y el Portillo del Arenal (Cantabria) - Jose Angel Hierro Gárate (MUNIBE Antropologia-Arkeologia)

Agradecimientos: Alis Serna Gancedo / Mº Ángeles Valle

 

Broches de la cueva de Las Penas expuestos en el MUPAC

Como bien hemos apuntado anteriormente, la cueva de Las Penas es prolífera en materiales relacionados con la vida cotidiana de época visigoda, destacando las cinco guarniciones de cinturón completas además de parte de otra. Por la tipología de todas ellas, liriforme con hebillas en forma de “D”, se datan entre finales del siglo VII d.C. y principios del VIII d.C. A partir de este momento, en base a la numeración de la imagen adjunta, veremos varias de las peculiaridades de cada uno de ellos haciendo hincapié en varios aspectos que aún en nuestros días los hacen únicos en la arqueología de norte peninsular.

La hebilla de todos ellos y la placa de los broches 2, 3, 4 y 5 está realizada en bronce, mientras que la placa del 1 esta compuesta de hierro con decoración damasquinada en latón de gran calidad y detalles en hilos de plata. Inicialmente se interpretó erróneamente que la decoración de este último era de oro, circunstancia que aún sin ser así no le resta ni mucho menos peso a la pieza, de excepcional valor arqueológico. Como podemos apreciar en la imagen, tan solo los broches 1 y 3 conservan los hebijones (lo que se introducía por el agujero del cinturón, como toda la vida), estando también la hebilla de los mismos decorada. Para los broches 2 y 3 existen paralelos en la península, destacando del último la interesante decoración esquemática del mitológico grifo (animal mitad león, mitad águila) dispuesta longitudinalmente y simétricamente. En cambio, la decoración del broche 5 no tiene paralelos conocidos ni para su tipología ni para su registro decorativo. Como podemos apreciar, a groso modo, está dividido en diez secciones en cada una de las cuales se incluye una rosácea esquematizada.

Una pieza única

Detalle de uno de los broches de la cueva de Las Penas

Por la excepcionalidad de la misma, entraremos más en detalle. Su decoración se puede dividir claramente en dos partes, ambas inspiradas en motivos cristianos. De izquierda a derecha, nos encontramos en primer lugar con la hebilla, que llama ya la atención por el material en la que está realizada. Toda la “base” de este broche está realizada en hierro, excepto este componente hecho en bronce. Esta peculiaridad nos da a entender que posiblemente, en un momento no conocido, perdió su hebilla original y fue sustituida por un juego nuevo realizado en piezas de este material. En otros paralelos hispano-visigodos ya se conoce esta circunstancia, siendo la reparación de partes de broche algo común.

En la parte central nos encontramos con una representación animal de lo que parece ser un carnero enfrentado a un motivo arboriforme. Esta decoración ha sido relacionada bien con el episodio del sacrificio de Isaac (Hierro et alii, 2006: 179) o bien con agnus dei (Dohijo, 2007: 147), ambas relacionadas con motivos cristianos. Una de las características que hace único a este broche es la orientación del motivo central. Lo habitual en este tipo de piezas es que el animal mire en la dirección contraria, conociéndose tan solo una placa de cinturón (un broche bizantino del Sur de Italia) en todo el mundo con esta disposición.

Por último, en el extremo distal, nos encontramos con una cruz potenzada dentro de un campo circular. Destacar que las cruces inscritas en círculos son típicas de la decoración hispano-visigoda, existiendo paralelos en placas de cinturón dentro de la arqueología peninsular como los ejemplares 100 y 101 de la colección de la Bética (Ripoll, 1998: 155, 332-334) o el paralelo más próximo de una placa procedente de Monte Cildá en manos de un particular (Ruiz Gutiérrez, 1993: 274 y lám. 18).

Fusayola de hueso entre los restos humanos de Las Penas. Fotografía: Alis Serna Gancedo - Mª Ángeles Valle

Uno de los aspectos que concede a la cueva de Las Penas la categoría de yacimiento único es la cantidad de materiales atípicos en ajuares funerarios que se ha encontrado. Como veremos inicialmente, pendientes, anillos y otros elementos relacionados con la indumentaria son mucho más comunes..por el contrario, armas y/o instrumentos de uso cotidiano son menos frecuentes.

Dentro del apartado de "comunes" podemos incluir el hallazgo de dos pendientes, una cuenta de collar y restos de cuatro anillos. Respecto a los primeros, destacar que uno está formado por un hilo de plata enrollado que abraza una pequeña cuenta de vidrio. Existen paralelos claros de esta pieza en un ejemplar de la necrópolis alcalaína del Camino de los Afligidos. El segundo de los pendientes es de tipo amorcillado y está realizado en bronce, siendo más difícil encontrar un paralelo peninsular en el arco cronológico visigodo por tener una tipología relacionada con el mundo romano. De todos modos, se conocen piezas similares en el sur de la Galia, datadas a comienzos del siglo VI d.C. Otro de los materiales más comunes es la cuenta de collar, eso si de un modo diferente por encontrarse de un modo aislado. Sobre todo porque lo común en los contextos sepulcrales de época visigoda es que aparezcan formando parte de collares completos o semicompletos, es decir con un número elevado de cuentas. Destacar que es de tipo gallonado y está fabricada en pasta vítrea de color azul cobalto. Por otro lado, el hallazgo de los anillos, si responde al "estándar" en el mundo tardoantiguo peninsular. Se encontraron uno de hierro y tres de bronce, existiendo dudas sobre uno de estos últimos y una posible inscripción en el mismo. Desgraciadamente el estado de conservación no permite hacer un estudio más detallado sobre esta afirmación.

Para comenzar con los hallazgos "atípicos" o descontextualizados en los enterramientos visigodos, comenzaremos con la presencia de una pequeña hacha de hierro. Se trata de una pieza sobre la que se ha propuesto un uso estrictamente bélico, aunque no se puede descartar por la polivalencia de este tipo de objetos cualquier otro uso. Completando el conjunto de armas nos encontramos con una hoja de cuchillo de hierro, un regatón (posiblemente de lanza del mismo material) y algunos posibles fragmentos de cuchillo que completarían este extraño "ajuar". Por otro lado, se hallaron también instrumentos relacionados con el trabajo textil: dos fusayolas, un gran fragmento de cerámica y otro de piedra (posiblemente utilizados a modo de contrapeso) y varios objetos de hueso semiesféricos con una perforación central considerados en un primer momento como botones pero que posteriormente serian identificados como fusayolas, sobre las cuales se encontraron tambien unos ganchos de hierro pertenecientes a un huso.

Junto a todos estos objetos se localizaron restos de al menos tres recipientes cerámicos, posiblemente ollas, con "perfil en S" y de tosca factura. Estos materiales son bastante comunes en este tipo de enterramientos en cuevas, encontrando paralelos cercanos en cuevas como la del Portillo del Arenal (Valle et alii, 1998).

Restos humanos en la cueva de Las Penas. Fotografía: Alis Serna Gancedo - Mª Ángeles Valle

Otro de los aspectos que dan un increíble valor arqueológico a la cueva de Las Penas son sus restos humanos. Los estudios antropológicos realizados hace ya unos años por miembros del equipo, encabezados por la médico forense y antropóloga Silvia Carnicero , han sido claves para conocer el tipo de población ante la que se encontraban los investigadores y poder así trazar una línea de interpretación. Su trabajo ha sido fundamental para apoyar las hipótesis, cada vez más cerca de ser una rotunda afirmación, de yacimientos tan importantes como este y como el de Riocueva (Entrambasaguas, Cantabria), iconos a nivel nacional en cuanto a enterramientos visigodos en cuevas. Los trabajos en 2006 determinaron que el número de individuos depositados en la cueva eran 13, siendo casi todos de perfil juvenil: 5 son infantiles, destacando un feto de 30 semanas de gestación, 7 subadultos menores de 25 años y un único individuo que ofrece dudas en cuanto a su edad (25-35 años). Respecto al sexo de los mismos, solo se ha determinado el sexo de los subadultos, de los cuales se sabe que hay 3 mujeres y 4 varones. Se ha podido constatar, gracias al análisis paleopatológico, que no existan evidencias graves o lesiones traumáticas que hubiesen podido causar el fallecimiento.

En las inmediaciones de los cuerpos aparecieron lo que inicialmente se interpretó como una ofrenda funeraria en forma de alimentos..nada más alejado de la realidad. Gracias al enorme trabajo de los componentes del Proyecto Mauranus, encabezados por José Ángel Hierro Gárate y Enrique Gutiérrez Cuenca (acompañados por un elenco de increíbles profesionales), la interpretación de este hallazgo dio un giro de 180º para encauzarnos en un camino mucho más tenebroso, siniestro y que abría una nueva vía de investigación en el contexto funerario de las cuevas. El trigo quemado (como se aprecia en la imagen) en la cueva de Las Penas es parte, posiblemente, de un rito pagano relativo a la quema de semillas de cereal con el fin de asegurar el bienestar de los vivos. Existe una referencia escrita sobre esta costumbre, prohibida por la Iglesia desde la Edad Media, extraída del Penitencial de Silos (siglo X d.C.):

"Mulier si grana arserit ubi mortuus est homo pro sanitate viventium I annum poeniteat" ("Si una mujer quemase granos donde hay un hombre muerto para [garantizar] la salud de los vivos, cumplirá un año de penitencia").

Semillas de cereal quemado en el suelo de Las Penas. Fotografía: Alis Serna Gancedo - Mª Ángeles Valle

Esto, unido a la quema, separación y destrozo de las cabezas ya esqueletizadas de TODOS los individuos de la cueva de Las Penas lleva a pensar que en aquella época existía un miedo desmedido a los "revenants". Se tiene constancia de que hace más de 1.300 años los enterramientos ya se realizaban en cementerios "tradicionales", veasé por ejemplo la necrópolis de Santa Maria de Hito, quedando los abrigos y cuevas reservados para todos aquellos muertos en extrañas circunstancias. De este modo quedarían aislados del resto de la población, sobre todo por la costumbre o creencia que les llevaba a pensar que los difuntos que hubiesen tenido una mala muerte retornarían a perturbar a los vivos. Es por esto por lo que se podía llegar a pensar que si les destrozaban la cabeza y aislaban (recordemos ahora el muro de mampostería de la entrada a la sala citado al principio) jamás podrían volver.

La quema de cereal, en este caso trigo como se puede apreciar en la imagen, seria además el modo pagano de seguir "atando" al cadáver dentro de las frías galerías de las cuevas.

VISITAS

La cueva de Las Penas no es un yacimiento visitable. Para más información al respecto póngase en contacto con la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte.

Info

   

Imagenes

DESTACADOS

  • CASTRO DE PENDIA

    En muchas ocasiones asociamos de manera inconsciente la importancia de un castro por su extensión total. Evidentemente los hallazgos materiales también aportan un estatus mayor o menor, pero a veces parece que la superficie marca de manera inequívoca la posibilidad de albergar un gran número de casas y personas, por lo tanto de magnificar su simbología. Curiosamente, en el caso que nos ocupa, nos encontramos con un recinto de dimensiones reducidas, de ubicación y metodología constructiva un tanto extraña y enigmática. Es por esto (y por otros motivos que veremos a continuación) por lo que estamos ante uno de los enclaves castreños más importantes de Asturias. Tanto su emplazamiento, enclavado en un risco de topografía inusual, como la desproporción entre sus potentes murallas y el pequeño recinto que protege, nos dan a entender que era un lugar especial. Y no solo eso, en su interior además del número de cabañas que albergaba (tanto circulares como rectangulares), nos encontramos con dos saunas castreñas similares a las descubiertas en Coaña..algo tiene el castro de Pendia para albergar dos de estos edificios cuando en la totalidad de Cantabria solo se ha encontrado uno de ellos (Sauna de Monte Ornedo, Valdeolea).

    Las primeras noticias sobre el castro de Pendia se remontan al año 1898. Por aquel entonces Bernardo Acevedo y Huelves realiza una primera aproximación de yacimiento: "..una colina cercada en lo antiguo con muralla seca a pizarra, afectando la forma de anfiteatro..". Años más tarde, en 1929, Alejandro García Martínez ampliaría la primera descripción de un modo más detallado y conciso, comenzándose las excavaciones pocos años después (1934) por un vecino de Boal, José Artime. Serian Antonio García y Bellido y Juan Uría Ríu quienes a partir de 1940 excavarían de forma simultanea tanto en Pendia como en Coaña, dejando a la vista gran parte de la maravilla que conocemos en nuestros días. A partir del año 1999 se reactivarían las intervenciones dentro del Plan Arqueológico de la Cuenca del Navia con el objetivo final de consolidar las estructuras y seguir investigando las mismas. Desde 2003 y hasta la actualidad, habitualmente en periodo estival y no siempre de un modo continuo, se realizan diversos trabajos de excavación, restauración y conservación bajo la dirección de Ángel Villa Valdés y Fernando Rodríguez del Cueto. Destacar en este apartado que fue declarado Monumento el 26 de Enero de 1981.

    No cabe duda que nos encontramos ante uno de los castros más espectaculares y prolíferos de toda la región. Es por ello por lo que las visitas y el atractivo turístico del mismo ha aumentado de manera significativa durante desde hace décadas, haciendo de Pendia un destino obligado si queremos conocer más sobre el antiguo territorio de Regio Cantabrorum. Todo un ejemplo para las instituciones cántabras, mucho más ocupadas en promocionar la prehistoria regional y dejando totalmente de lado los yacimientos relacionados con la Edad del Hierro.

    Agradecimientos: Ángel Villa Valdés. Fotografías: Castros de Asturias
    Bibliografía: VILLA VALDÉS, A. (2007): "Intervención en los edificios termales en el castro de Pendia (Boal): reexcavación, lectura y consolidación con Addenda Judicial", en Excavaciones Arqueológicas en Asturias 1999-2002. Oviedo, 283-294.
    VILLA VALDÉS, A.(2009): "Los yacimientos", en A. Villa (Ed): Castro de Chao Samartín. Oviedo, 69-81.

  • CASTRO DE ABIADA

    El castro de Abiada (Campoo de Suso, Cantabria) es otra de las joyas arqueológicas del valle de Campoo. Su peculiar ubicación y morfología, en un cerro alargado de grandes pendientes entre el río Guares y el barranco de La Señoruca y con una superficie plana ligeramente inclinada hacia el este, hacen de este enclave un yacimiento único en nuestra región. Este tipo de formaciones rocosas a modo de atalaya natural son más típicas de la zona norte de Palencia (Monte Cildá o Bernorio) o Burgos (Amaya, La Ulaña), aunque ni mucho menos es comparable ni en tamaño ni arqueológicamente hablando a estos "monstruos" de la historia de Regio Cantabrorum. De todos modos, esta última afirmación tal vez venga dada por el desconocimiento del castro (y posible campamento romano) de Abiada, básicamente porque estamos comparando yacimientos estudiados y excavados hasta la saciedad con un enclave que solo ha sido reconocido visualmente por investigadores y arqueólogos..ahhh, y visitado en más ocasiones por furtivos..en fin.

    Fue descubierto a finales de la década de los 80 por Miguel Ángel Fraile, quien haría hincapié en los derrumbes de terrazas labradas en la piedra, además encontrar restos de cerámica a mano en su interior (1989: 625, nº 40). Posteriormente Eduardo Peralta y Emilio Muñoz (1993: 63-64, nº 24), citarían el hallazgo de monedas romanas del siglo III d.C., aunque la "mayor" constancia de evidencias materiales es relativa al hallazgo, búsqueda en este caso, por parte de los clandestinos: Monedas (antonianos), puntas de fecha y otro tipo de materiales de tipo militar romano.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria.(Edita ACANTO)
    Fotográfia: «Castro la lomba abiada» de PinoEfe - Trabajo propio.

  • CASTRO DE LA ULAÑA

    El castro de la Ulaña (Humada/Burgos) se encuentra situado en una increíble atalaya natural entre las localidades de San Martín de Humada, Los Ordejones y Humada, dando esta última nombre al municipio donde se situa. El cerro donde se ubica posee una altitud de entre 1.120 y 1.226 metros, ocupando una extensión aproximada de 285 hectáreas. La primera referencia sobre su existencia la cita J.A. Abásolo en la "Carta arqueológica de la provincia de Burgos. Partidos judiciales de Castrojeria y Villadiego", publicada en el año 1978. Concretamente escribe sobre un castro que ocupa una extensión aproximada de 1,5 km, con murallas que alcanzan hasta 2,5 metros de alto y que proporcionaron fragmentos cerámicos. Del mismo modo, en esa misma carta arqueológica, publica la existencia de otro castro que estaría ubicado un nivel inferior, con muralla y puerta de acceso.

    El yacimiento de La Ulaña tiene una extensión aproximada de 586 hectáreas, ocupando 285 la plataforma superior caliza donde se ubicaba el castro. Sobre este dato nos vemos en la obligación de hacer un alto en el camino. No, no existe un error de transcripción en los datos. Por hacer una comparación con el mayor castro prerromano encontrado en Cantabria en cuanto a su extensión, debemos de señalar al castro de Monte Ornedo (Valdeolea) posee 19 hectáreas . La comparación es odiosa por las diferentes características de cada uno de ellos, pero la diferencia ahí queda. Esto lo convierte en el mayor castro de la II Edad del Hierro de la Península Ibérica y uno de los más extensos de Europa. Respecto a las estructuras "habitables", se han encontrado un total de 267, de las cuales hay gran parte que responden a un espacio cronológico más cercano al nuestro, aun siendo antiguas. De todos modos, muchas de ellas son prerromanas, existiendo una gran variedad en cuanto a su forma: ovaladas, rectangulares, circulares, en forma de la letra griega "pi" y un largo etc.

    Su ubicación, como en la gran mayoría de los castros de la zona, no es algo casual. Se sitúa sobre un cerro natural de orografía muy escarpada, siendo muy complicado su acceso debido al fuerte desnivel que posee. El lado más "accesible" (aún sin serlo realmente) se encuentra al Norte del Castro, situándose en este punto casi la totalidad de sus accesos. Por el contrario desde el Sur resultaba prácticamente imposible alcanzar la plataforma superior, al menos a lo largo de 3 kilómetros, ya que existen una serie de farallones naturales que en muchos casos alcanzan los 60 metros de altitud (de ahí que no exista muralla en esa vertiente). Veamos a continuación su estructura defensiva y características más destacables.


  • LA POBLACION DE SUSO

    El castro de La Población de Suso (Campoo de Suso, Cantabria) es otro de esos enclaves por el cual estás acostumbrado a pasar decenas y decenas de veces y en el que nunca te fijarías. Esto, desgraciadamente, se convierte en una tradición en nuestra tierra, ya que la puesta en valor de arqueo-sitios o musealización de yacimientos (con unos simples paneles informativos) queda reservada para dos o tres afortunados. Volviendo al castro, se sitúa al Sureste de la localidad que le da nombre, concretamente en una pequeña colina cuyo lado Oeste presenta un abrupto relieve. Por el contrario, tanto el Norte como el Este son mucho menos escarpados, mientras que en su lado Sur encontramos una lengua de tierra que comunica la elevación con su entorno. Es por lo tanto, tal y como veremos en la identificación de sus estructuras, el flanco más accesible y a la vez más fortificada del yacimiento.

    Respecto a su hallazgo poco se sabe. Se cree que se produjo a mediados del siglo XX, pero nadie ha determinado la autoría real de su descubrimiento. Es por aquel entonces cuando comienza a ser referenciado por diversos autores como por ejemplo Joaquín González Echegaray (1966:108). El único estudio del yacimiento que ha llegado hasta nuestros días es obra de Miguel Ángel Fraile (1990: 121-122). El castro de La Población de Suso es, sin lugar a dudas, otro enclave castreño que permanecerá en el olvido otras tantas décadas más por parte de la administración, haciéndose tan solo eco de él cuando algún investigador o arqueólogo se arriesgue y consiga sacar de sus entrañas el milenario pasado que atesora. Mientras tanto, seguirá expuesto a la acción del hombre, pudiendo acabar a modo de cantera como otros tantos de su alrededor..una auténtica pena..

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)

    Agradecimientos: Antxoka Martínez Velasco