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Sauna castreña del oppidum de Monte Ornedo. Fotográfia: Lino Mantecón Callejo

Es significativo que una de nuestras publicaciones esté dedicada en exclusiva a un único sondeo..pero su interés tanto arqueológico como interpretativo bien lo merecen. Tanto su contextualización en el interior del oppidum de Monte Ornedo (Valdeolea, Cantabria) como el papel que pudo jugar en la vida cotidiana de sus antiguos moradores hacen de la estructura que vamos a detallar a continuación un hallazgo único e irrepetible hasta el momento en Cantabria. Lo que llamaríamos en la "prensa amarilla" una exclusiva con letras mayúsculas: Estamos hablando de la única sauna castreña encontrada y documentada en el territorio de los antiguos cántabros, un hallazgo sin precedentes en décadas y décadas de investigación en nuestra región y el norte de Castilla y León.

Tanto su morfología, la disposición de sus estancias y sobre manera su funcionalidad la relacionan directamente con las saunas encontradas desde Portugal a Asturias, punto donde hasta el día de hoy parecía "cortarse" el flujo constructivo de las mismas. No olvidemos que todo el Noroeste hispánico posee una gran variedad de estructuras castreñas similares, pudiendo asemejarse incluso con las "burnt mounds" atlánticas o con los "fulachta fiadh" irlandeses si es que se confirma que estas últimas son estructuras de este tipo. Gracias a las dataciones radiocarbónicas de los materiales encontrados (que veremos más adelante) se puede enmarcar esta edificación en una avanzada II Edad del Hierro, concretamente entre el siglo II a.C. y el periodo de Las Guerras Cántabras, siendo este dato significativo por la importancia del oppidum de Monte Ornedo por aquel entonces ya no solo (según parece) como centro neurálgico, sino como referente respecto a las tradiciones o costumbres socioculturales de los cántabros.

La puesta en valor de este increíble hallazgo ha sido llevada a cabo por los conocidos arqueólogos e investigadores Pedro Ángel Fernández Vega (antiguo director del MUPAC y director del proyecto), Lino Mantecón Callejo, Rafael Bolado del Castillo, y Joaquín Callejo Gómez, quienes tras formar parte del equipo de excavación del oppidum de Monte Ornedo durante años han conseguido interpretar y contextualizar esta auténtica maravilla. De todos modos, su descubrimiento es aún hoy una auténtica incógnita. La primera cita sobre el edificio la realizó Adolft Shulten en los planos de Santa Marina a principios de siglo XX, sin siquiera saber el uso o cometido del complejo. Entre los años 2009 y 2010, en la primera gran campaña sobre el oppidum, Pedro Ángel Fernández Vega decide excavar en este punto citado décadas atrás. Sería posteriormente, unos dos años después y tras la intervención in situ, cuando todo el equipo comienza a vislumbrar la importancia de su trabajo y hallazgo. Gracias al sorprendente análisis y minucioso estudio en la revista Nº65 de Munibe (Antropologia-Arkeologia), podemos entender un poco más sobre su cometido y características.

Como se puede apreciar tan solo con esta pequeña introducción, estamos ante un hallazgo que por sí solo merece líneas y líneas de contenido. Algo tan revolucionario y único en nuestra región (arqueológicamente hablando) que deberá de reafirmar el trabajo continuado sobre uno de los yacimientos más prolíferos y con más potencial de toda Cantabria. ¿Será este el paso definitivo para una intervención arqueológica de grandes dimensiones tanto a nivel económico como socio-cultural?, ¿Estamos un poco más cerca de conocer el pasado indígena y romano de la zona? ¿Esta Juliobriga, que no Retortillo, cada vez más cerca?.

Fuente: Aranzadi - Munibe

 

La Sauna

Detalle del interior de la sauna. Fotografía: Lino Mantecón Callejo

El edificio fue construido en la vertiente sur del oppidum, concretamente en un aterrazamiento natural que obligo a dividirlo en dos sectores a diferente nivel.Posee unas dimensiones de 24,25 metros de largo por 16,30 de ancho en el sector Oeste, reduciéndose este eje hasta 10,30 metros en el flanco Este y dotándolo así de forma trapezoidal. En total ocupa una superficie de 303,74 metros cuadrados si incluimos las estructuras anexas, un tamaño considerable para este tipo de construcciones. En base a la división anteriormente citada, podemos hacer esta pequeña interpretación:

El Sector Norte o superior posee una gran sala con pasillo (en la imagen el Sector 1) y un patio central abierto (Sector 2) con una cisterna en una de sus esquinas para la recogida del agua. Al Este del recinto nos encontramos con otra sala de menores dimensiones que posee una sauna de arcilla (Sector 4 y 5).

De la terraza inferior, en el flanco Sur, se conoce una estructura anexa que cuenta con una rampa de acceso (Sector 9), otra pequeña “habitación” (Sector 6) y un depósito de cenizas (Sector 7). Estos dos sectores (6 y 7) están en la terraza superior o Norte. El 6, situado al Oeste era una especie de estructura con remate semicircular con la base compuesta por una capa carbonosa que quizás tenga que ver con un horno o con un vertedero de cenizas. El Sector 7 no se sabe con certeza que es, parece ser una especie de horno (no llega a habitación por lo que yo no lo llamaría así) o un simple hogar. De este último sector cabe destacar que no ha sido excavado en su totalidad, es por ello por lo que se cree que existen aún más estructuras o elementos a destacar en el conjunto.

Los muros de carga del complejo se han realizado mediante lienzos de mampostería con cara vista externa, mientras que el interior de los mismos fue construido mediante tierra compactada con abundante piedra suelta y cascajo, dándole esto mayor consistencia. El ancho de los muros oscila entre los 95 y 105 centímetros. Ya en el interior, han aparecido enlucidos de manteado de barro que aparecen sueltos por el suelo de las estancias. Curiosamente, a diferencia de lo que suele ocurrir al encontrar manteado relacionado con áreas de hábitat o cabañas, ninguno de los fragmentos conserva huellas de entrelazados vegetales. Es por esto por lo que se cree podría recubrir muros de mampostería o tapiales. También llama la atención la extrema dureza de los mismos, circunstancia que se asocia claramente al efecto del fuego y que desprende que el edificio es más que probable que se incendiase.

El suelo no presenta estructura o cubierta ninguna, ya que está formado por un sencillo nivel de tierra apisonada. Respecto a la techumbre del complejo, se cree que estaba realizada por materiales orgánicos o vegetales, que ya que no se han encontrado ningún tipo de restos relacionados con tejas o similares. De lo que si se tiene constancia es que está cubierta se asentaba sobre varias rocas de gran tamaño dispuestas sobre la roca madre.

Para concluir con esta pequeña descripción, destacar que se conocen dos accesos al recinto. Uno por el lado Este, al lado del cenizal, y otro en la gran sala situada al Noroeste, del cual hablaremos más en detalle en los párrafos posteriores. A continuación, de un modo bastante resumido, veremos cada una de las salas o estancias del edificio.

La gran sala (Sector 1)

Se sitúa en el extremo Noroeste, tal y como podemos apreciar en el imagen superior. Posee una superficie útil de 61,10 m2 y una puerta de entrada desde el exterior, la mejor conservada y más prolífera en cuanto a materiales se refiere. Junto a ella se localizó una clavija de bisagra de hierro en L de sección cuadrangular, remate cónico y restos de pintura roja. En la misma base de la puerta, bajo el derrumbe de manteando, se localizó un tablón carbonizado del cual se cree que probablemente fue fruto de un incendio. La datación de esta madera arrojo una fecha entre el siglo II a.C y primera mitad del I a.C., arco cronológico que reafirma el resultado de los análisis realizados en la campaña 2010 sobre el manteado recogido en el mismo punto.

Respecto a los materiales recogidos en el resto de la sala, tan solo destacar herrajes, clavos, un objeto indeterminado de bronce y varios fragmentos cerámicos.

El patio abierto (Sector 2)

Al Sureste de la gran sala que hemos visto, se encuentra un patio rectangular de unos 5 metros y medio por 3 que ocupa una superficie de 17,22 m2. Este punto se encontraba al aire libre para recoger el agua y poder así almacenarla en una cisterna perforada al Suroeste del complejo. Del patio sabemos que estaba rodeado de columnas o pilares presumiblemente de madera, ya que tan solo se han encontrado los restos de cinco cimentaciones de piedra arenisca donde pudieron asentarse. Se cree además, que entre los pilares del lado oeste y norte pudo existir un entramado vegetal recubierto de barro a modo de pared. Los restos de este muro aparecen en forma de fragmentos de manteado en el perímetro del patio, curiosamente asociados a algunos clavos de hierro de gran tamaño y sin apenas piedra.

Es importante destacar que este patio abierto se encuentra construido en un nivel más bajo que las estancias situadas a Este y Oeste, todo ello con el objetivo de evitar el drenaje del agua que transportaba hacia la cisterna. Incluso aparece un pequeño desnivel de un 5% que favorecía el tránsito hacia la misma, algo realmente espectacular teniendo en cuenta que hablamos de una construcción de la Edad del Hierro. En este nivel fue recuperado un escoplo de hierro con mango de hueso o asta similar al ejemplar de Retortillo (Campoo de Enmedio, Cantabria) o los de la Cueva de Reyes (Matienzo).

Del mismo modo, llama la atención que las losas del patio se inclinan también levemente hacia el centro o interior, intentando actuar a modo de embudo o vierteaguas para llenar la cisterna. Las paredes internas por donde transcurre el agua están labradas en la roca madre, con cuatro paredes verticales escuadradas. Todos estos aspectos siguen acentuando la importancia de este sector, del cual pocos detalles se dejan al azar.

Respecto a los materiales hallados, además de los citados previamente, se recuperaron también dos asas con sus alcayatas correspondientes a un caldero de madera y un par de clavos en L. También se encuentran varias láminas de hierro asociadas al derrumbe de manteado, las cuales se asocian a labores de carpintería sobre las separaciones del citado “muro” o separación de entramado vegetal. Cerca de estas láminas, se encontró también una clavija de bisagra de hierro con pintura roja, de unos 7,4 centímetros de longitud.

Como último apunte, la vertiente Sur de este sector se encuentra afectada por una trinchera de la Guerra Civil, ya que como muchos saben el Monte Ornedo fue un importante enclave también en conflictos bélicos más contemporáneos.

Fíbula "omega" como las halladas en el vaso de la sauna (Sector 4)

La Cisterna (Sector 3)

Estamos ante uno de los elementos fundamentales, aun siendo de lo más sencillos, para que la sauna castreña funcionase correctamente: La cisterna. Aun localizándose inicialmente en la esquina Sureste del patio, se verifico posteriormente que se inscribía en el interior de la sala de la sauna (Sector 5). Su ubicación, fuera del patio pudo tener una doble funcionalidad: Que el agua estuviese cubierto y poder formar parte del abastecimiento del sistema de baños de vapor.

Consta de un muro semicircular abierto en su extremo occidental hacia el patio, de donde captaba el agua. Está realizado con una cara de mampuestos labrados del que apenas se conservan dos hiladas. Posee unas dimensiones interiores de 1,48 metros de diámetro. En su interior se hallaron diversos clavos, escorias, fragmentos de manteado, dos manos de molino de cuarcita y un pendiente “amorcillado” de bronce.

La Sauna (Sector 4)

Se ubica dentro de la sala de la sauna que veremos por posterioridad, levemente descentrada hacia el oeste sobre la pared norte. Aparece parcialmente excavada en la roca arenisca hasta una profundidad media de 1,46 metros. En este hueco se colocó un gran depósito artificial de arcilla compactada de forma semicircular que alcanza más de medio y medio de altura. El material utilizado funcionaria principalmente como aislante térmico, aunque también como impermeabilizante de las aguas que se verterían durante el baño de vapor.

Ocupa una superficie total de 13,3 m2, de la cual 7,66 m2 serían útiles. En el centro de la misma se ha dejado un hoyo o vaso rectangular de 1,77 x 0,70 m y 1,19 m de profundidad. Al borde de este vaso, a unos 30 centímetros, fueron localizados los restos de un madero dispuesto de Oeste a Este, así como cinco clavos de 1 cm de grosos y cabeza circular. Según se interpreta, es más que probable que estos materiales formasen parte de un asiento de madera donde colocarse para tomar un baño de vapor. En el interior del citado vaso se recuperaron también cantos de arenisca fina o cuarcitas entre los que se han constatado algunas afiladeras y manos de molino fragmentadas. Todos estos materiales se encuentran afectados por el calor, con manchas carbonosas que hacen pensar estas piedras fueron calentadas y depositadas en el fondo, igual que en las saunas contemporáneas. Gracias a diversos carbones hallados en este sector, sobre los que se realizó una datación por C14, se ha podido reafirmar nuevamente la cronología del complejo, adscribiéndose a la II Edad del Hierro entre finales del siglo III a.C y el siglo I a.C.

Por último, entre los materiales procedentes del relleno del vaso se encontraron dos galbos fabricados a mano y nada más y nada menos que cuatro fíbulas “omega. Todas ellas están alteradas por la acción del fuego y fueron encontradas en el estrato más profundo. Este hallazgo, aún sin poder hacer un datación exacta sobre el mismo, permite contextualizar nuevamente la sauna y su actividad entre los siglos II a.C. y I a.C.

Sala de la sauna (Sector 5)

Como era de esperar, esta sala era el contenedor del espacio anteriormente explicado. Ocupa una superficie aproximada de 44,41 m2 y se sitúa en la terraza superior del edificio, rematándose al Este con una cabecera trapezoidal. Los elementos más destacables de la misma, a parte de la sauna como tal, son sus muros. El situado al norte, de 8,25 metros de longitud, no sigue la misma dirección que el citado en la gran sala (Sector 1), sino que se cierra levemente hacia el Sur tal y como podemos apreciar en la imagen. A continuación nos encontramos con el muro Este, de una longitud de 10,30 metros aproximadamente. La anchura del mismo oscila entre varias medidas, alcanzando en su extremo norte un total de 1,60 metros, rematándose con grandes bloques de arenisca. Se desarrolla con estas características durante casi 3 metros, abriéndose al final del mismo una estrecha puerta de apenas 50 a 85 cm de ancho, rematada al exterior por un parámetro de piedra de apenas 25 cm de ancho y una cara en forma de clavícula. Tras acceder al interior por este acceso, encontramos un suelo enlosado de piedra arenisca que ocupa un pequeño cuadrante a modo de recibidor de 1,25 x 1,30 metros.

El muro Oeste de esta sala limita con uno de los lienzos de la gran sala (Sector 1) explicada previamente. En él se abre un pequeño espacio que curiosamente está justo enfrente de la puerta de entrada acceso. En este punto, a escasos 20 centímetros del vano, se encontró una mancha de carbón de un tablón más que posiblemente asociado a varios herrajes de hierro, lo que denota que este espacio o vano tuvo una pequeña puerta de madera que comunicaba la gran sala con el espacio que nos ocupa.

Aun existiendo la posibilidad de dos accesos a la sauna, correspondientes a los muros Este y Oeste, se cree que el principal y más utilizado fue el del Este ya que se observó durante la excavación una zona deprimida con una coloración más oscurecida fruto del tránsito al interior.

Estructura desconocida (Sector 6)

Detalle de la cisterna (Sector 3) de la Sauna de Monte Ornedo. Fotografía: Lino Mantecón Callejo

Consta de dos muros realizados con la misma técnica que engloban un pequeño espacio de 3,43 m2. Entre ambos se asienta una torta de arcilla amarilla de 1,98 x 1,57 metros, destacando en su epicentro una cubierta circular de aproximadamente 100 cm de diámetro y 40 de profundidad máxima.

Aun no siendo una de las estructuras más impresionantes del complejo, en su interior se encontraron varios objetos de metal como un clavo, una grapa de hierro, varios fragmentos de bronce, además de dos afiladeras y varios cantos de cuarcita o arenisca similares a los encontrados en el “vaso” de la sauna.

El cenizal (Sector 7)

Esta área se encuentra situado al Oeste del complejo castreño, concretamente junto un pasillo-rampa elevado. Justo aquí, bajo el derrumbe, se recuperó un objeto metálico que, aun asemejándose a un pilum incendiarium, poco o nada tiene que ver según se cree. Se trata de un objeto de 35 cm con forma apuntada, una única aleta lateral, enmangue tubular, sección de astil cuadrangular. Se cree que puede tener algo que ver con algún tipo de herramienta prerromana, aunque su tipología lo acerca más a un artefacto bélico (posiblemente relacionado con las Guerras Cántabras) sin precedentes en nuestra región.

Destacan también otro tipo de materiales como fragmentos de cerámica a mano y un borde de cerámica oxidante a torno de un cuenco carenado. Este último tiene paralelos cercanos en el castro de Las Rabas.

Pasillo-rampa (Sector 8)

Este sector no es uno de los más destacados ni en estructuras ni en hallazgos materiales, aunque su contexto también es importante dentro del conjunto. La zona externa de este pasillo fue adecuada mediante un pequeño aterrazamiento para permitir el acceso y la circulación del servicio. La roca madre existente en las inmediaciones de la puerta Noroeste fue retallada para suavizar su inclinación natural y permitir así un paso más cómodo y accesible.

Estructura desconocida (Sector 9)

Estamos por último en la terraza más baja del complejo, la cual fue tan solo excavada perimetralmente. Los muros son exactamente iguales al resto del edificio, englobando un total de 82,07 m2 y realizados con mampostería al exterior y tierra y cascajo en el interior. Estructuralmente destacan los esquinales Sureste y Suroeste, siendo estos redondeados.

En el interior de esta sala/s se recuperó una hebilla de cinturón en “D” compuesta por una placa, una aguja decorada y la hebilla en sí. Se cree que su adscripción cronológica no corresponde con la época de apogeo del oppidum, perteneciendo posiblemente a una época posterior donde si encontramos paralelos en el mundo militar romano, si bien están apareciendo ejemplares de hebillas similares de adscripción prerromana como es el caso de Monte Bernorio.

Info

ARQUEOSITIO

CAMESA-REBOLLEDO

La visita es guiada y se realiza en grupos de 25 personas como máximo todo el año. Tiene una duración aproximada de 45 minutos. El Centro está adaptado para personas con movilidad reducida.

HORARIO

Cerrado el 1 y 6 de enero, el 24, 25 y 31 de diciembre.

Temporada baja: Del 15 de octubre al 15 de abril.

Cerrado de lunes a jueves y del 8 al 31 de enero.

Abierto todos los viernes de 9:30h a 15:30h (última visita 14:40h).

Sábados, domingos y festivos de 9:30h a 14:30h (última visita 13.40 h) y de 15:30h a 17:30h (última visita 16:40 h).

Abierto en Semana Santa, del 26 de marzo al 7 de abril.

Temporada alta:

Cerrado todos los lunes, excepto el 20 de mayo.

Abierto de martes a domingo de 9:30 h a 14:30h (última visita 13:40h) y de 15:30h a 19:30h (última visita 18:40h).

   

DESTACADOS

  • PEÑA DEL CASTRO

    El recinto prerromano de Peña del Castro (La Ercina, León) fue uno de los bastiones vadinienses de la antigua “Regio Cantabrorum”. Se encuentra en la parte más occidental de la antigua Cantabria y en la actualidad las actuaciones arqueológicas allí realizadas han hecho que este yacimiento haya vuelto a la primera línea de las noticias culturales y arqueológicas.

    El castro como tal presenta dos cinturones de muralla bien definidos y a la vista como se puede apreciar en la imagen principal. Entre dichas murallas existen tres espacios claramente separados. El primero de ellos, en la parte inferior del castro, tiene una extensión de 1,22 hectáreas aproximadamente, pudiéndose observar un gran derrumbe hacia el oeste. Desgraciadamente se pueden observar también en este espacio grandes huecos realizados por expoliadores ocasionales..una auténtica pena. Es en este sector donde se puede apreciar indicios de reutilización en época Alto Medieval, exactamente igual que en otros castros situados en el entorno del Macizo de Peñacorada. En el segundo de los recintos, situado a unos 50 metros por encima del primero, tiene unos 4.500 metros cuadrados aproximadamente. Por último, justo a continuación de este recinto, se encuentra el tercero y último. Ocupa una extensión aproximada de 6.085 metros cuadrados y al ser la parte más alta del castro hace las labores de acrópolis.

    Las murallas que lo protegen por la vertiente “más débil” tienen un grosor que oscila entre los 2,30 y los 2,70, siendo estas estructuras similares a las que se puede observar cualquiera de las estructuras defensivas observadas en el área cántabra de la Montaña Oriental. En el lado Norte y Sur del castro no fue necesaria la construcción de grandes muros, ya que las grandes estructuras calizas (farallones) existentes actual de protección natural. No se observan restos de fosos, a no ser que hayan sido colmatados por el derrumbe de la enorme muralla. Eso sí, esta última aparece completamente arrasada (“Castrum Tamen captum deruit est”).

    Por último, cabe destacar que existe un camino próximo al castro con un paso en peña que llama verdaderamente la atención denominado como paso de “La Gobia”. Posiblemente este corte y otro que existe en las cercanías en dirección a la Devesa, son los que dieron el nombre a la Acisa, término que toponímicamente hablando es bastante común en otros lugares del imperio romano: castra intercisa, intorcisa que deriva del verbo latino "intercido" separar por corte.


  • CASTRO DE LAS LLERAS

    El castro de Las Lleras (San Felices de Buelna) se encuentra enmarcado en la vertiente Sur de la Sierra del Dobra, donde existen un buen número de vestigios y otras localizaciones castreñas. En este sentido debemos destacar que Las Lleras es uno de recintos menos elevados de la zona (alrededor de 465 metros), ya que el resto superan los 500 metros de altitud. Fue identificado de un modo fortuito por el investigador y espeleólogo J. F. Arozamena Vizcaya en el año 1977. Su presencia por la zona se debía al rescate del cadáver de un espeleólogo accidentado en la sima de La Arenosa, la cual dista unos 400 metros del castro y que está ubicada en el crestón calizo que apreciamos en la imagen. Desde su descubrimiento, el castro de Las Lleras ha sido citado por lo mejor del panorama arqueológico regional: Bohigas (1978 y 1986-87), por Muñoz et alii (1991), Reigadas Velarde (1995), González Echegaray (1997), Pumarejo et alii (2000), Peralta (2002 y 2003) y Peralta y Serna (2006)..aunque desgraciadamente nunca ha habido una campaña de prospección o excavación como tal.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria.(Edita ACANTO)

  • MONTE CILDA

    El monte Cildá (Olleros de Pisuerga, Palencia) es otro de los baluartes de los antiguos cántabros. Se cree que albergo la cuidad cántabra de Vellica, de hecho y a diferencia del Monte Bernorio, tambien citado como posible ubicación de la misma, importantes autores como Adolf Schulten, Iglesias Gil, García Guinea y Joaquín Gonzalez Echegaray así lo atestiguan. Fue habitada desde el siglo I a.C, siendo citada por primera vez por Claudio Ptolomeo entre los pueblos cántabros (“Vellika”). De todos modos sigue existiendo la duda de si Vellica y Bergida eran la misma ciudad pero con diferentes interpretaciones en las fuentes antiguas. Al igual que el Monte Bernorio, ocupa un lugar privilegiado en cuanto a su ubicación estratégica. Al Este del castro se encuentra el Cañon de la Horadada desde donde se puede observar una gran llanura donde se cree que se llevó a cabo la conocida batalla de Vellica.

    Las primeras prospecciones fueron llevadas a cabo en 1891 por mediación de Claudio Lopez Bru, segundo Marqués de Comillas y también mecenas de las excavaciones realizadas ese mismo año en el Monte Bernorio. En dichas excavaciones se encontraron una treintena de estelas funerarias correspondientes al siglo III d.C. Ya en el siglo XX la Diputación de Palencia financió estudios llevados a cabo por el arqueólogo Miguel Ángel García Guinea. En este sentido fue quien descubrió junto a su equipo las murallas defensivas y multitud de objetos (estelas sepulcrales, aras, inscripciones honorificas y un largo etc) que dieron la importancia inicial que hoy ya tiene el yacimiento del Monte Cildá. Cabe destacar también a Eduardo Peralta Labrador ya que fue él quien documento la primera tésera cántabra conocida hasta entonces. Se encontró en muy buen estado, conteniendo una inscripción de origen celta. A partir del año 2002 se reanudaron las excavaciones, financiadas por la Junta de Castilla y León. Aún así es un yacimiento prácticamente por descubrir, ya que las catas realizadas han sido escasas. Desgraciadamente el Monte Cildá está incluido en la Lista Roja de patrimonio en peligro, ya que su conservación corre peligro de deterioro.


  • CASTRO DE LA PEDROSA

    A medida que te adentras en el castro de La Pedrosa (conocido también como castro de Bustamante o Portillo Viejo) te das cuenta de que inequívocamente hubieses elegido ese lugar para vivir en la protohistoria: Amplitud visual desde lo alto en prácticamente todas direcciones, dominio y amplitud sobre los valles (hoy ocupados por el pantano del Ebro) y espectaculares defensas naturales con grandes cantiles hacía el Sur. En definitiva, tiene un aura especial..pero no por ello es un yacimiento que haya sido estudiado en profundidad. Todo lo contrario, nunca ha sido excavado ni puesto en valor. En un entorno privilegiado arqueológicamente hablando (con el castro de Orzales en la misma Península a escasos 3 km y con el campamento romano de El Cincho a unos 7km en línea recta), donde el Gobierno de Cantabria ha solicitado a la UE 330 millones de € para llevar los turistas en drones (con escala en Vega de Pas y Villasevil) y vehículos sin conductor a la zona. Evidentemente en Europa, aparte de reírse de quienes nos gobiernan, denegaron la propuesta. Seguro que si les hubiesen presentado a la UE un proyecto de dinamización turística basado en la investigación, puesta en valor turístico de yacimientos de la Edad del Bronce / Hierro y rutas naturales de inigualable belleza al menos no les hubiesen mirado como si fuesen tontos..

    Volviendo al enclave, fue descubierto por Miguel Ángel Fraile López en la década de los 90 del siglo pasado. Su legado en cuanto al descubrimiento de diferentes yacimientos relacionados con la Edad del Hierro y romanización del territorio de Campoo (y otros) ha sido fundamental desde que inició su andadura tanto para sus propias investigaciones como para las de muchos otros. En este sentido sus aportaciones son claves en el conocimiento de la Cantabria antigua, mucho mayores incluso de quienes lo cuestionan por no estar titulado como arqueólogo / historiador. Curiosamente, aquellos que portan además del título una envidia como mínimo igual de grande que su ego, son los mismos que han basado parte de su trabajo en los yacimientos publicados por Fraile en libros como "Catálogo de castros cántabros" en 2004 (donde hace referencia al castro de La Pedrosa como castro de Bustamante) o como "Estudio geográfico de las Guerras Cántabras, Santander" en 2006.

    Y desde entonces hasta nuestros días, nada más se sabe del castro de La Pedrosa a nivel científico salvo su inclusión en el Inventario Arqueológico de Cantabria - INVAC. Un enclave espectacular en lo natural y arqueológico que la gente de a pie apenas conoce. Un lugar donde habitaban aquellos de los que decimos sentirnos orgullosos (los antiguos cántabros), pero de los cuales renegamos a la hora de verdad para intentar colar a Europa un proyecto con drones que seguro que surgió tras unos buenos lingotazos de orujo. Cantabria Infinita lo llaman..

    Bibliografía: "Catálogo de castros cántabros" (2004). Miguel Ángel Fraile López.


  • CASTRO DE LOS PEÑOS

    El castro de Los Peños se sitúa entre las localidades de Fontecha y Fresno del Río (Campoo de Enmedio), concretamente en una elevación que domina un amplio territorio hacia el sur. Sus características tipológicas (fortificación amurallada) y su emplazamiento en altura (entre los parajes de "Arvejales" y "El Castro"), unido a su posición estratégica citada en el párrafo anterior, hacen de él un enclave castreño por antonomasia. Como veremos más adelante, no es un yacimiento que impresione ni por su tamaño ni por la grandiosidad de sus estructuras, pero esto no quiere decir que no tenga relevancia histórica. Fue descubierto por el arqueólogo e investigador Ramón Bohigas Roldán en la década de los años 70 del siglo pasado, aunque la primera referencia escrita sobre el mismo se produce 20 años después por tanto por su descubridor (1990: 120) como por Miguel Ángel Fraile (1990: 128-129, 627), quien lleva a cabo una recogida de materiales en superficie en la década de los 80. En este sentido destacaría la presencia de cerámicas a mano y algún fragmento de molino de arenisca, aunque no existe documentación alguna sobre los mismos a parte de la cita.

    Respecto a su cronología, Fraile y Bohigas lo atribuyen a la Edad del Hierro sin más detalles, si bien es cierto que poco se puede hacer a este respecto sin intervención alguna o sin la presencia de materiales que puedan reducir este arco temporal. En este planteamiento tanto Eduardo Peralta Labrador como Emilio Muñoz (1993: 61-62, nº 17) son de la misma opinión.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)

    Agradecimientos: Antxoka Martínez Velasco

  • CASTRO DE ESPINILLA

    El castro de Espinilla es uno de los máximos exponentes en Cantabria…de como NO hay que hacer las cosas. Es uno de los tantos ejemplos que recorren nuestro territorio de Norte a Sur y de Este a Oeste, siendo el más reciente (y sangrante) el caso de la Huerta de Quintana en Suances. Por que el problema, nada tiene que ver con el interés o no sobre la arqueología. O con que si "los amigos de las piedras" frenan con sus alegatos el avance de las nuevas construcciones. Tiene que ver con las medidas de control sobre patrimonio tanto a nivel local como regional, que sin duda son paupérrimas desde hace décadas. Porque no nos equivoquemos, las pautas existen y han sido redactadas desde hace tiempo…pero nadie las pone en marcha. Y lo peor, ya nadie las defiende publicamente (no sería el primer caso de estigmatización en Cantabria por hacerlo)

    El resumen del castro de Espinilla es el siguiente: Miguel Ángel Fraile lo descubre en la década de los 80 y lo publica poco después (1990) en "Historia Social y económica de Cantabria hasta el siglo X". En 1997 ya es incluido como enclave a estudiar por arqueólogos e investigadores de renombre como Emilio Muñoz y Eduardo Peralta en "Memorias 1996/1997" de la Asociación Cántabra para la Defensa del Patrimonio Subterraneo" – ACDPS, añadiendo además 7 pautas para la conservación y protección futura de este tipo de yacimientos (que las instituciones nunca llevaron a cabo). En el año 2000 comienzan las obras de acondicionamiento y mejora de la vía CA-183, vía que conduce a Alto Campoo y arteria principal de la Hermandad de Campoo de Suso. "¿De donde sacamos la tierra/arena para acometerlo?" se debió preguntar el regidor/a por aquel entonces. "Tu tira de este cerro, que nos pilla a mano". Y efectivamente, el castro de Espinilla es totalmente arrasado para sacar material de construcción sin que pase absolutamente nada. Y de paso se construye una nave ganadera (el propietario no tiene culpa ninguna, si el ayuntamiento le da el permiso que sabe él) . Y cierto, en este caso no estaba incluido en el Inventario Arqueológico de Cantabria (que no notificado, que lo estaba), circunstancia que se daría allá por el año 2007. ¡Más de 30 años después!. Incluso Fraile en su publicación "Catálogo de castros cántabros. Santander" (año 2004) lo dibuja con su perfil original..tal vez para rememorar lo que se ha perdido por este descontrol.

    Un Inventario Arqueológico de Cantabria totalmente desactualizado, que es papel mojado aunque contenga el yacimiento en cuestión (Huerta de Quintana en Suances llevaba décadas incluido y mira tú), unas autoridades locales preocupadas de sacar el voto del vecino (el patrimonio después, y por Ley es su obligación) y una Consejería de Cultura que desde hace décadas yace inerte a la espera de que haya un cambio de legislatura..y vuelta a empezar. Eso sí, no subas tu a sacar unas fotografías de las estructuras que te pueden acusar de estar prospectando visualmente sin permiso y te convertirás en el puto satán (y así lo venderán). Cantabria Infinita lo llaman…

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)

  • CUETO DE MOGRO

    El castro del Cueto de Mogro (Miengo, Cantabria) se encuentra situado en un lugar privilegiado, concretamente frente a la desembocadura del río Pas. Fácilmente identificable por su forma cónica, domina un amplio territorio que abarca desde el vecino municipio de Piélagos hasta la conocida Sierra de la Picota, pudiéndose identificar desde aquí sin problema los altos de El Cuco, El Doblo, Tolio y Picota (que le da nombre a la sierra). Se cree, con argumentos muy válidos, que su descubridor fue el padre Jesus Carballo, ya que el año 1943 hace referencia a un castro en el Valle de Pielagos que poseía "triple parapeto" y situado "cerca de Renedo" (Carballo, 1943:187). No existe una referencia directa al castro que nos ocupa, de hecho el señor Carballo nunca se caracterizó por realizar localizaciones geográficas de gran exactitud en sus hallazgos, pero hay apenas dudas de que hablaba de él por varios motivos:

    • Su ubicación: El Cueto de Mogro se encuentra bastante cerca de la localidad que citó en su investigación (Renedo). Si bien es cierto que no pertenece al valle de Piélagos, se encuentra situado "muy en el límite", concretamente en el municipio de Miengo.

    • El aparato defensivo: Curiosamente el Cueto de Mogro posee un sistema defensivo muy poco común dentro de los castros costeros conocidos en Cantabria. Al día de hoy es muy complicado encontrar recintos similares en la zona, ya que la actividad forestal ha podido "ocultar" muchos yacimientos de tipología similar del mismo modo que lo ha hecho en este.

    Pasarían más de 30 años hasta que volviese a ser citado en alguna fuente, ya que Arredondo volvió a hacer referencia al mismo en su clásico artículo de 1976-77 (Arredondo, 1976-77:541). Metidos de lleno en pleno siglo XXI, un yacimiento como este carece de protección alguna (BIC), quedando a expensas de que la parte menos dañada del castro lleve el mismo camino que la ya destruida.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria.(Edita ACANTO)

  • EL COTERON

    El castro de El Coterón se ubica en lo alto de un monte cónico de roca caliza en la cabecera del valle de Entrambasaguas. Si cerramos los ojos e imaginamos la idílica forma de un asentamiento prerromano siempre se nos vendrá a la cabeza la imponente figura de yacimientos como el oppidum de Monte Bernorio o La Espina del Gallego..son demasiados años de mitos y leyendas ficticias que nos han forjado una imagen demasiado subrrealista y global de algo que no lo es. Y no quiere decir que muchos de los asentamientos de los antiguos cántabros estuviesen fuertemente fortificados, como los citados previamente, o incluso que sus antiguos moradores fuesen todo lo belicosos que el Imperio Romano quiso vender para justificar lo caro de su victoria. Ahora bien, existen yacimientos que aun perteneciendo a una cronología similar (Edad del Hierro) poco o nada tienen que ver con los castros que imaginamos. El Coterón es uno de los exponentes castreños "atípicos" de nuestra región, de hecho hasta su propia latitud es una excepción en el entorno.

    Nos encontramos en un territorio yermo en cuanto a asentamientos protohistóricos de envergadura se refiere, al menos conocidos hasta nuestros días. Paralelamente nos encontramos con un cierto nivel de estaciones hipogeas (cavidades o bóvedas con restos de enterramientos) que puede indicar que el potencial arqueológico en superficie este aún por descubrir. Uno de los ejemplos de mayor interés se ubica en la cercana localidad de Solorzano, concretamente en la cueva de Ruchano. Conocida desde antaño, alcanzó interés arqueológico a raíz del hallazgo en su interior de una espada de la Edad del Bronce (Almagro Gorbea, M. 1976). Este descubrimiento fue llevado a cabo por un miembro del colectivo espeleológico "Expedición Británica a Matienzo", concretamente en una represa natural situada en la zona profunda del rio que surge por la boca de la cavidad. Cabe la posibilidad, según se ha documentado, de que esa espada pueda formar parte de un rito de propiciación a las divinidades acuáticas, circunstancia bastante extendida en el ámbito religioso protohistórico en toda Europa.

    Volviendo al yacimiento de El Coterón, fue mencionado por primera vez como enclave de interés arqueológico por A.Arrendondo en su conocido artículo "Índice preliminar de poblados cántabros (riaños, cuetos y castros) en los que existen apariencias de restos de civilizaciones prerromanas, precélticas y anteriores, en la provincia de Santander y otras" de la publicación Altamira, identificandolo con el topónimo de Riaño de Hornedo. Detallaba "...terrazas y restos de los poblados cántabros de Cabargo y Rondillo" (Arredondo, 1976-77: 547), siendo esta afirmación una mera hipótesis sin ninguna base científica ni documental. Décadas más tarde el enclave seria visitado por Fernando V. Pablos quien identifica al Sur del cerro una terraza artificial que posteriormente, esta vez acompañado por Eduardo Peralta Labrador (2004), se reafirmaría como una construcción probablemente atribuible a la Edad del Hierro. Muchos pensarán equivocadamente, ¿Y ya está? ¿Dónde están las murallas? ¿Y las cabañas circulares?. Olvidemos los estereotipos y la mitología y volvamos a la realidad..¿Para qué murallas si no hay de qué defenderse? ¿Por qué han de existir cabañas si pudo ser un asentamiento estacional?. Tan solo el tiempo y una posible intervención arqueológica desvelarán las incognitas del castro de El Coterón.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)

    Agradecimientos: Antxoka Martínez Velasco

  • CASTRO DE NESTARES

    En este desconocido enclave se cumple la paradoja de que, aun conociéndose como castro de Nestares en el ámbito académico, no se ubica ni en la citada localidad ni en el municipio que la contiene. Más bien se encuentra ubicado en el vecino (por muy poco) municipio de la Hermandad de Campoo de Suso, si bien es cierto que esta cercanía geográfica hizo que fuese nombrado así en sus orígenes.

    Nos encontramos ante un yacimiento que, probablemente por el desconocimiento del mismo, fue prácticamente arrasado para construir el edificio de abastecimiento de aguas con su correspondiente gran depósito a finales del siglo pasado. Verdaderamente en los tiempos que corrían ni había los medios (como el Inventario Arqueológico de Cantabria) ni una ley de Patrimonio que velase por este tipo de enclaves…no como en Suances (Parking) o en el castro del Cincho de Yuso (2019) que con todas las Leyes vigentes, hicieron lo mismo que hace 30 años sin ellas…Cantabria Infinita lo llaman.

    Volviendo al enclave, fue identificado en el año 1980 por Miguel Ángel Fraile López, siendo incluido y documentado por primera vez en "Historia social y económica de Cantabria hasta el siglo X" (1990) y en el "Catálogo de Castros Cántabros" editado por el mismo autor en el año 2004. En este último, y suponiendo que se quiso plasmar como era previa construcción del edificio, este no aparece en la ilustración.

    Y a partir de este momento..olvido tanto académico como institucional. Un enclave cuyo interés arqueológico sigue intacto en según que sectores (en otros se arrasó por completo), no parece suscitar expectativa alguna. Además, en una zona cuyo potencial sigue aún latente en yacimientos como la estructura campamental de Salces, el castro de La Guariza, el castro de Fontible/Argüeso y otros tantos enclaves aun sin estudiar o incluso sin identificar. Habrá que esperar, nuevamente..


  • CASTILLO DE PRELLEZO

    El castro de Castillo (Prellezo, Val de San Vicente) es un yacimiento único en Cantabria. Muchos podrán pensar que no es ni el más espectacular, ni en el que más materiales se han podido obtener, ni siquiera el más vistoso. Pero eso si, no existe en la región otro castro similar, ya que las estructuras defensivas de este enclave castreño corresponden a fortificaciones características de los castros marítimos, abundantes en Asturias y Galicia pero sinigual en Cantabria. Se ubica en la rasa litoral occidental de Cantabria, sobre un promontorio marino en forma de península del que toma el nombre. Dicha península tiene una extensión aproximada de tres hectáreas, internándose en el mar por un punto denominado como "Punta de la Garita" y siendo el lugar ideal para este tipo de fortificaciones marítimas.

    La identificación del castro de Castillo como tal es relativamente reciente (Eduardo Peralta, F. Fernández y R. Ayllón en 2003), aunque la zona ha tenido interés arqueológico desde finales del siglo pasado, concretamente desde la década de los años 80. Fue por aquél entonces cuando el CAEAP, tras prospectar la cueva de Castillo, encontró diversos materiales del Paleolítico Superior y de la Prehistoria reciente. No confundamos esta pequeña cavidad con las cuevas del Monte Castillo. Los restos encontrados, además de algunos concheros mesolíticos en pequeñas cavidades próximas, pusieron ya este enclave en el mapa arqueológico de la región. No sería hasta Febrero de 2003 cuando, tras realizar un corte por la construcción de una pista de la concentración parcelaria, se identificó y notificó el hallazgo de la estructura castreña. Es a partir de este momento cuando Eduardo Peralta solicita el permiso para realizar una prospección visual, además del levantamiento topográfico y limpieza del corte citado, dando estos trabajos como resultado los datos que podemos citar en esta sección.

    Agradecimientos: Lino Mantecón Callejo


  • CASTRO DE LERONES

    Entre los arboles de una inmensa plantación forestal, a cerca de 1.000 metros de altitud, se encuentra otro de los ejemplos del abandono que sufren muchos de nuestros yacimientos por los que tanto nos gusta rasgarnos las vestiduras y así hablar de los antiguos cántabros y nuestra heredada valentía: El castro de Lerones (Cabezón de Liébana, Cantabria). Se encuentra situado sobre la localidad que le da nombre, concretamente sobre una elevación del cordal que desciende de la Sierra de Peña Porrera. Esta atalaya natural domina gran parte del valle de Pesaguero, por lo que se creé que pudo tener un papel clave a la hora de controlar la entrada en Liébana desde el valle de Polaciones o incluso desde la meseta a través de Piedrasluengas.

    El recinto fue descubierto a finales del siglo pasado, concretamente en el año 1991, por Gonzalo Gómez de Casares, quien acompañado por Angel Ocejo, Raúl Molleda y Manuel Bahillo identificó las estructuras correspondientes. Posteriormente sería citado como castro por arqueólogos de renombre como Eduardo Peralta Labrador y Enrique Muñoz, aunque siempre de un modo simplificado debido a que no existen investigaciones ni estudios sobre el mismo. En los últimos años, el castro de Lerones ha pasado a formar parte del INVAC (Inventario Arqueológico de Cantabria).

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)

  • CASTRO DE SEBRANGO

    El castro de Sebrango (Camaleño, Cantabria) se ubica sobre una plataforma que forma parte del cordal situado entre los pueblos de Mogrovejo y Sebrango, localidad que le da nombre. La cumbre más alta de la sierra en la que se encuentra pertenece a la vertiente lebaniega del Macizo Central, y se prolonga por los puertos de Áliva. Se cree que el recinto fortificado pudo actuar como punto de control en dicho paso. Muy próximo a él existe un rellano conocido bajo el topónimo "Llan de La Peña", que hace referencia a una superficie aterrazada cercana que nada tiene que ver con el yacimiento que nos ocupa ni con el vecino castro de mismo nombre.

    Fue descubierto y puesto en valor por Gonzalo Gomez de Casares a principios de la década de los 90, citándose muy brevemente en publicaciones anteriores bajo el nombre de Llan de la Peña y más recientemente en el libro "Castros y Castra en Cantabria" editado por ACANTO, en el cual ya aparece bajo el nombre actual). Cabe destacar una cita de Eutimio Martino relativa a un "Castillo de Vuodo" en uso en el siglo XIII d.C., tal vez atribuible al entorno cercano del castro, si bien es cierto que no hay ningún tipo de información arqueología que así lo atestigüe. Se cree más bien que hace referencia a algún tipo de estructura en la "vecina" Peña Oviedo.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)

  • CHAO SAMARTIN

    Fuera de los límites de Regio Cantabrorum se encuentra el yacimiento de Chao Samartín (Grandas de Salime, Asturias), una de las joyas castreñas por excelencia del norte de la Península. A diferencia de muchos de los castros situados en Cantabria, Chao Martín posee una extraordinaria secuencia estratigráfica que ha permitido su estudio y catalogación del mismo hasta niveles que aquí desgraciadamente tan solo podemos soñar. Es, en definitiva, un icono que queremos resaltar ya no solo por sus características e historia, sino por su musealización y puesta en valor.

    Su existencia como antigua fortificación fue ya reflejada en diccionarios geográficos elaborados durante los siglos XVIII y XIX, aunque no fue reconocido como castro hasta el año 1967 por José Manuel González, quien lo visitó por indicación (y en compañía) de José Lombardia Zarzaín. Habría que esperar hasta el año 1990 para conocer las primeras excavaciones “oficiales” del mismo, concretamente durante la elaboración del inventario arqueológico del concejo. Desde este momento hasta el año 2009 se sucedieron con regularidad diversas campañas de excavación como parte del Plan Arqueológico Director de la Cuenca del Navia. Hasta el año 1994 las excavaciones fueron dirigidas por Elías Carrocera Fernández (Profesor de la Universidad de Oviedo), tomando el mando un año después Ángel Villa Valdés y su equipo de técnicos. Estos últimos serian (y son) los grandes impulsores del yacimiento y de su divulgación.

    El origen del castro de Chao Samartín se remonta a la Edad del Bronce, concretamente en torno al año 800 a.C. Se cree que en este periodo se establecieron sobre la explanada superior sus primeros pobladores, creando un recinto fortificado donde poder asentarse. Ya en la Edad del Hierro el castro sufre una fuerte "remodelación", adoptando las típicas características estructurales de aquella época: fosos, murallas de módulos, cabañas de grandes dimensiones para servicio comunitario, una sauna castreña..incluso talleres metalúrgicos para la transformación de oro, plata y bronce. Son estos aspectos los que denotan la importancia del castro.

    Tras las Guerras Astur-Cántabras, Chao Samartín fue romanizado y convertido en una prospera capital administrativa bajo el control del ejército imperial. Su final fue tan inverosímil como inesperado, ya que fue completamente destruida por un terremoto en el siglo II d.C, quedando totalmente despoblada como civitae hasta tiempos altomedievales, cuando sus ruinas serían reutilizadas como necrópolis en tiempos de la monarquía asturiana.