A medida que te adentras en el castro de La Pedrosa (conocido también como castro de Bustamante o Portillo Viejo) te das cuenta de que inequívocamente hubieses elegido ese lugar para vivir en la protohistoria: Amplitud visual desde lo alto en prácticamente todas direcciones, dominio y amplitud sobre los valles (hoy ocupados por el pantano del Ebro) y espectaculares defensas naturales con grandes cantiles hacía el Sur. En definitiva, tiene un aura especial..pero no por ello es un yacimiento que haya sido estudiado en profundidad. Todo lo contrario, nunca ha sido excavado ni puesto en valor. En un entorno privilegiado arqueológicamente hablando (con el castro de Orzales en la misma Península a escasos 3 km y con el campamento romano de El Cincho a unos 7km en línea recta), donde el Gobierno de Cantabria ha solicitado a la UE 330 millones de € para llevar los turistas en drones (con escala en Vega de Pas y Villasevil) y vehículos sin conductor a la zona. Evidentemente en Europa, aparte de reírse de quienes nos gobiernan, denegaron la propuesta. Seguro que si les hubiesen presentado a la UE un proyecto de dinamización turística basado en la investigación, puesta en valor turístico de yacimientos de la Edad del Bronce / Hierro y rutas naturales de inigualable belleza al menos no les hubiesen mirado como si fuesen tontos..
Volviendo al enclave, fue descubierto por Miguel Ángel Fraile López en la década de los 90 del siglo pasado. Su legado en cuanto al descubrimiento de diferentes yacimientos relacionados con la Edad del Hierro y romanización del territorio de Campoo (y otros) ha sido fundamental desde que inició su andadura tanto para sus propias investigaciones como para las de muchos otros. En este sentido sus aportaciones son claves en el conocimiento de la Cantabria antigua, mucho mayores incluso de quienes lo cuestionan por no estar titulado como arqueólogo / historiador. Curiosamente, aquellos que portan además del título una envidia como mínimo igual de grande que su ego, son los mismos que han basado parte de su trabajo en los yacimientos publicados por Fraile en libros como "Catálogo de castros cántabros" en 2004 (donde hace referencia al castro de La Pedrosa como castro de Bustamante) o como "Estudio geográfico de las Guerras Cántabras, Santander" en 2006.
Y desde entonces hasta nuestros días, nada más se sabe del castro de La Pedrosa a nivel científico salvo su inclusión en el Inventario Arqueológico de Cantabria - INVAC. Un enclave espectacular en lo natural y arqueológico que la gente de a pie apenas conoce. Un lugar donde habitaban aquellos de los que decimos sentirnos orgullosos (los antiguos cántabros), pero de los cuales renegamos a la hora de verdad para intentar colar a Europa un proyecto con drones que seguro que surgió tras unos buenos lingotazos de orujo. Cantabria Infinita lo llaman..
Ubicado en la península de La Lastra, el castro de La Pedrosa se ubica a una altitud de 925 metros. Tanto por su altura como sus dimensiones o ubicación, nos recuerda inequívocamente al castro de Orzales (en la misma Península y a la misma altura). Todo el sector Sur del enclave se encuentra perfectamente delimitado por cantiles que actúan a modo de defensa natural, haciendo imposible el acceso al mismo por esta vertiente. Al Norte, encerrando un recinto no mayor de una hectárea, se puede apreciar un minúsculo y desgastado terraplén.
Fraile aportó el dibujo de diferentes fragmentos cerámicos encontrados in situ (ver imagen), sin agregar más datos al respecto sobre la aparición de otro tipo de materiales. La tipología de la misma y el propio yacimiento nos transportan inequívocamente a un momento sin determinar de la protohistoria, más que probablemente a un momento entre la Edad del Bronce / Edad del Hierro. No obstante, la falta de un estudio más pormenorizado tanto del enclave como de otros materiales hace que no se pueda afirmar con rotundidad su cronología.
El castro de Abiada (Campoo de Suso, Cantabria) es otra de las joyas arqueológicas del valle de Campoo. Su peculiar ubicación y morfología, en un cerro alargado de grandes pendientes entre el río Guares y el barranco de La Señoruca y con una superficie plana ligeramente inclinada hacia el este, hacen de este enclave un yacimiento único en nuestra región. Este tipo de formaciones rocosas a modo de atalaya natural son más típicas de la zona norte de Palencia (Monte Cildá o Bernorio) o Burgos (Amaya, La Ulaña), aunque ni mucho menos es comparable ni en tamaño ni arqueológicamente hablando a estos "monstruos" de la historia de Regio Cantabrorum. De todos modos, esta última afirmación tal vez venga dada por el desconocimiento del castro (y posible campamento romano) de Abiada, básicamente porque estamos comparando yacimientos estudiados y excavados hasta la saciedad con un enclave que solo ha sido reconocido visualmente por investigadores y arqueólogos..ahhh, y visitado en más ocasiones por furtivos..en fin.
Fue descubierto a finales de la década de los 80 por Miguel Ángel Fraile, quien haría hincapié en los derrumbes de terrazas labradas en la piedra, además encontrar restos de cerámica a mano en su interior (1989: 625, nº 40). Posteriormente Eduardo Peralta y Emilio Muñoz (1993: 63-64, nº 24), citarían el hallazgo de monedas romanas del siglo III d.C., aunque la "mayor" constancia de evidencias materiales es relativa al hallazgo, búsqueda en este caso, por parte de los clandestinos: Monedas (antonianos), puntas de fecha y otro tipo de materiales de tipo militar romano.
El castro de Los Agudos se encuentra en la divisoria de los municipios de Bárcena de Pie de Concha y la Hermandad de Campoo de Suso. Ubicado en el pico que le da nombre, esta atalaya natural forma parte de un cordal montañoso de orientación norte-sur entre las cuencas de los ríos Saja y Besaya. Se cree que este paso pudo ser una excelente vía de comunicación entre la zona campurriana y los valles costeros hace siglos, ya que el tránsito por puntos con menos altitud sería mucho más inseguro e impracticable por la más que probable masa forestal. No olvidemos que hablamos de una época previa a la construcción de la calzada romana que comunicaba Portus Blendium con Iuliobriga, pudiendo ser este cordal y el de Palombera unos de los más utilizados por los antiguos cántabros según se cree.
Fue descubierto en el año 1995 por Eduardo Peralta, F. Fernandez y R. Ayllón en la conocida y prolífica (por el número de enclaves encontrados) campaña de prospecciones arqueológicas para la localización de emplazamientos de la Edad del Hierro en la vertiente costera de Cantabria (Peralta y Ocejo, 1996). A partir de este momento sería citado por varios autores, aunque desgraciadamente ninguno de ellos ha podido realizar hasta el día de hoy ningún tipo de actividad arqueológica en el mismo. En el año 2006 fue incluido por la arqueóloga Ángeles Valle Gómez en un informe sobre patrimonio arqueológico del municipio de Bárcena de Pie de Concha para la inclusión en las Normas Subsidiarias, y posteriormente anexionado al INVAC en el año 2007 por el arqueólogo Jose Angel Hierro Gárate. Desgraciadamente, aun realizándose todos estos esfuerzos, sigue sin tener declaración de Bien De Interés Cultural (BIC) quedando expuesto a cualquier plantación forestal, instalación de antenas de telefonía u otros factores que puedan ponerlo en riesgo.
El castro de Retorín (Seña-Tarrueza, Cantabria) es otro gran candidato a ser estudiado en el futuro, ya que en nuestros días y al igual que yacimientos como el castro de El Cincho, se encuentra entre un frondoso encinar cantábrico que hace impracticable actividad alguna. La gran diferencia respecto al castro citado es que Retorín, aún sin ser un enclave donde se haya practicado intervención arqueológica alguna, ha sido prolífero en cuanto a materiales hallados en superficie. Y todo partiendo de la base de que, en efecto, si se ha realizado algún tipo de "excavación" para sacarlos a la luz, pero por unos arqueólogos algo diferentes: Los topos. Y no, no estoy bromeando, ya que aun siendo una circunstancia peculiar puede ocurrir como bien experimenté de primera mano en el oppidum de Monte Bernorio, donde aparecían materiales en las pequeñas montoneras de tierra tan típicas de su actividad.
Volviendo al yacimiento, se encuentra ubicado junto a la localidad de Seña, entre los municipios de Limpias y Laredo. Su privilegiada situación, en la margen oriental de la desembocadura del Rio Asón-Gándara, y su morfología cónica hicieron de este alto un punto ideal para un posible asentamiento. Fue descubierto por Fernando Valentín Pablos Martínez en 2004 en el transcurso de una ruta de senderismo. Ya entonces se atisbo el potencial arqueológico de Retorín, sobre manera por la citada concentración de materiales en superficie, por lo que fue comunicado a la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria. Tras la entrega y posterior catalogación de las piezas en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, en Febrero de 2005 se contrasta la noticia por el arqueólogo Pedro Rasines del Río, incluyéndose dos meses más tarde en el INVAC (Inventario Arqueológico de Cantabria) con categorización de asentamiento al aire libre. En 2006, gracias sobre manera a la iniciativa del arqueólogo Jesús Ruiz Cobo, se publica el primer artículo relacionado con el castro de Retorín en la conocida Revista Sautuola número XII, dando esto lugar a pensar en la potencia arqueológica del enclave aún sin haber sido excavado. Desgraciadamente desde entonces poco o nada más se sabe de este increíble y misterioso lugar a nivel científico, del que seguiremos esperando expectantes alguna novedosa noticia.
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