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Castro de La Corona de Cueto Moroso

El castro de La Corona de Cueto Moroso (Bostronizo, Los Corrales de Buelna) se encuentra ubicado en pleno corazón de Cantabria, dominando la vertiente Este del desfiladero de Las Hoces que durante siglos ha modelado el rio Besaya. Toponímicamente puede resultar un enclave bastante interesante, ya que ante nosotros se abre un abanico de posibilidades cuanto menos curioso. La cima del Cueto Moroso invita a pensar en la totalidad del monte y en la posible relación (toponímica) con la iglesia cercana de fabricación mozárabe: San Román del Moroso. Otra de las posibles atribuciones de su nombre puede remitirse a los "Moros" de la mitología popular, los cuales eran a menudo guardianes de ruinas que albergaban tesoros antiguos. En este caso en concreto, puede que tenga origen en el radical céltico *mor- (pedregal), de modo que puede incluso hacer referencia a los grandes derrumbes de las líneas defensivas de la muralla del recinto.

En cualquiera de los casos, el castro de La Corona de Cueto Moroso se encuentra rodeado de elementos de "leyenda" que avivan aún más su milenario pasado. Algo más al norte, siguiendo la línea de cumbre y un poco por debajo, se encuentra una roca aflorante conocida como "La Piedra del Altar" la cual, según se cree, pudo haber tenido algún valor simbólico o religioso para los antiguos habitantes de la zona. Un poco más hacia el norte, siguiendo la misma dirección y a escasos kilómetros, nos topamos de frente con la Peña del Moro (370 metros), toponímicamente de similares características y en cuya cima se cree haber vislumbrado también algún tipo de estructura de carácter arqueológico..el tiempo lo dirá.

El yacimiento fue descubierto en 1995 por Eduardo Peralta Labrador, quien lo identificó durante una serie de prospecciones orientadas a la detección de yacimientos de hábitat de La Edad del Hierro (Peralta Labrador, 2003:73). Durante los siguientes años, el castro ha sido citado en varias ocasiones por el mismo descubridor, aportando un material fotográfico del mismo de gran valor e interés arqueológico. Desgraciadamente, a parte de las tareas de prospección y documentación, no se ha realizado trabajo arqueológico ninguno en su interior. De momento solo queda esperar..como en decenas de yacimientos de nuestra región..una pena.

Bibliografía: Castros y castra en Cantabria.(Edita ACANTO)

 

Esquema de las estructuras en el castro de La Corona del Cueto Moroso

Gracias a la forma cónica y redondeada del Alto del Cueto Moroso, de unos 600 metros de altitud, su cima resulta bastante cómoda como superficie habitable, ya que en ese punto apenas tiene desnivel. Todo los contrario ocurre en la vertiente norte del alto, donde la fuerte pendiente nos lleva directamente hacia el valle del Besaya y por lo que es más que probable que las estructuras de cierre del castro fuesen o bien innecesarias o bien de pequeño calado. Es por esto por lo que en la actualidad tan solo son visibles los derrumbes de muralla del sector Sur del yacimiento. Es en este punto donde se hacen más evidentes las terrazas sucesivas que podemos apreciar en la imagen, algunas de ellas contenidas por murallas. Al posible acceso del castro se llega a través de un antiguo camino en zig-zag, desde el cual ya observamos las primeras estructuras de interés. La “puerta” como tal tendría un umbral de 12 metros de anchura, complementada además con un brazo interior que impide la entrada frontal como ocurre en muchos recintos castreños, impidiendo así un acceso cómodo a un posible enemigo. Este brazo tendría una longitud total de aproximadamente 20 metros de longitud.

Ya en el interior, podemos apreciar un terraplen que alberga una amplia plataforma, en la cual se observa además el primer derrumbe de una gran muralla. Este conjunto de talud y terraza se dispone como un “cinturón doblado” de dos vertientes que abrazan la cima, una de 200 metros de largo por otra de 400 metros, es decir de una longitud total de 600 metros aproximadamente. En todo este “cinturón” podemos apreciar una anchura de unos 17 metros de un modo uniforme. A partir de aquí el recinto se subdivide en tres terrazas sucesivas, separadas entre sí por unos 80 metros aproximadamente, finalizando en torno a la cumbre a modo de “acrópolis. Este último recinto tendría una superficie aproximada de 1 hectárea y media, siendo el área total del castro de aproximadamente 5 hectáreas. No olvidemos que la estimación está basada en la hipotética prolongación de las estructuras defensivas hacia el norte del yacimiento, las cuales no existen debido a que la orografía del terreno las hizo innecesarias.;

CRONOLOGÍA

Desgraciadamente, la cronología del mismo solo puede atribuirse en base a la tipología de sus estructuras, ya que es otro yacimiento sin actividad arqueológica y por lo tanto, sin materiales hallados…de todos modos, su especial ubicación además de sus características hacen que gane con mucha fuerza la teoría de que se trate de un poblado fortificado de la Edad del Hierro. Teniendo en cuenta su tamaño total (unas 5 hectáreas aproximadamente) se puede decir que es uno de los más extensos de su tipología encontrados en Cantabria, circunstancia por la cual se creé además que pudo tratarse de un enclave de importancia en su época.

VISITAS

Todos podemos disfrutar del castro de la Corona de Cueto Moroso, ya que aún sin ser un yacimiento visitable (refiriéndonos a un arqueo-sitio como tal) podemos recorrerlo a píe. Desde Regio Cantabrorum te pedimos que respetes el yacimiento y su entorno, ya que es deber de todos mantener viva la historia de Cantabria.

Info

   

DESTACADOS

  • EL CUERNO DE BEZANA

    El castro del Cuerno de Bezana, o Pico Nava, es una auténtica incógnita rodeada por un enorme parque eólico no exento de polémica en los últimos años. Independientemente de la destrucción del valor patrimonial de un enclave incluido en el Inventario Arqueológico de Burgos, la solicitud de ampliación del conocido como "Parque eólico de Montejo de Bricia" tuvo mucha controversia en el año 2016. Varios grupos como la Plataforma de defensa de los Valles del Sur de Cantabria denunciaron que tanto la ampliación del número de aerogeneradores como de la potencia generada por los mismos era perjudicial para las personas de las localidades adyacentes. Los expertos recomiendan la instalación de estos molinos a no menos de dos kilómetros de las viviendas más próximas dado que los habitantes cercanos pueden sufrir problemas como el conocido "síndrome de la turbina eólica". En este caso, tenemos turbinas a menos de 500 metros de áreas residenciales. Si el "daño" fuese solo arqueológico no hubiese estado ni tan mal.

    Y con todo, en Cantabria pretendemos hacer algo similar en yacimientos que son Bienes de Interés Cultural y que afectan a escenarios clave de las Guerras Cántabras. Si si, como lo lees. La Consejería de Medio Ambiente (la de Cultura ni se habrá enterado, con la torrija de siempre) ha paralizado la ejecución de alguno de esos proyectos por no cumplir diferentes medidas o bien medioambientales o bien de seguridad. Destacan los parques eólicos que se ubicarán, si nadie lo remedia, entre el yacimiento de La Espina del Gallego y el campamento romano de Cildá (destrozándolos por supuesto) y el que afecta también al oppidum de Monte Ornedo, el castro más grande de nuestras fronteras. Verdaderamente desconozco las leyes sobre patrimonio que existen en la provincia de Burgos, pero si en Cantabria se instalasen esos parques eólicos estaríamos saltándonos a la torera la Ley de Patrimonio de Cantabria 11/1998.

    Sea como fuere, para el Cuerno de Bezana es ya demasiado tarde. Un enclave realmente espectacular (paisajísticamente es increíble) dominando los valles del Sur de Cantabria. Un más que posible asentamiento prerromano que nunca ha sido investigado más allá de alguna que otra prospección visual donde se han detectado fragmentos de cerámica en superficie o citas en obras como "Los Cántabros antes de Roma" de Eduardo Peralta o en el "Catálogo de castros cántabros" de Miguel Ángel Fraile. Una aberración que, si nadie hace nada, volveremos a ver repetida en Cantabria en los próximos años.

    Bibliografía: "Los alfoces de Arreba, de Bricia y de Santa Gadea Los valles de Bezana y de Zamanzas. (Historia de las Merindades de Burgos)". María del Carmen Arribas Magro.

  • EL CASTRO

    El Castro (Quintanilla de Rucandio, Valderredible) forma, junto al cercano castellum de El Castro II, un yacimiento de increíbles dimensiones. Ya no solo eso, sino la tipología de ambos enclaves y una posible contextualización de los mismos en la época de las Guerras Cántabras o posterior control del territorio, hacen de él un auténtico diamante en bruto. El castro se sitúa sobre una enorme atalaya natural de fuertes cantiles, circunstancia idónea para establecer un poblado prerromano con un dominio visual (hacia el paso del puerto de Carrales) y unas defensas naturales privilegiadas. Salvando las distancias, esta plataforma rocosa nos recuerda morfológicamente a otras grandes "atalayas" como Peña Amaya, el campamento romano de La Muela o el castro de Abiada, en los cuales destaca la ausencia de grandes defensas construidas por la mano del hombre salvo en sus accesos.

    El Castro fue descubierto por Ernesto García-Soto Mateos en el año 1989, realizándose años más tarde (2001) otra prospección visual por él mismo para determinar el alcance del yacimiento. No se ha documentado la presencia de materiales ni el hallazgo de los mismos, si bien las características de su acceso así como el contexto general del yacimiento (castro y castellum romano) llevan a pensar a los investigadores que estamos ante un enclave de la Edad del Hierro, sin concretar eso si la cronología exacta del mismo. Será vital en el futuro, además de proteger el yacimiento mediante las medidas legales correspondientes, realizar una intervención arqueológica que pueda determinar tanto la importancia del mismo como sus orígenes.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)

    Agradecimientos: Antxoka Martínez Velasco

  • CASTRO DE LERONES

    Entre los arboles de una inmensa plantación forestal, a cerca de 1.000 metros de altitud, se encuentra otro de los ejemplos del abandono que sufren muchos de nuestros yacimientos por los que tanto nos gusta rasgarnos las vestiduras y así hablar de los antiguos cántabros y nuestra heredada valentía: El castro de Lerones (Cabezón de Liébana, Cantabria). Se encuentra situado sobre la localidad que le da nombre, concretamente sobre una elevación del cordal que desciende de la Sierra de Peña Porrera. Esta atalaya natural domina gran parte del valle de Pesaguero, por lo que se creé que pudo tener un papel clave a la hora de controlar la entrada en Liébana desde el valle de Polaciones o incluso desde la meseta a través de Piedrasluengas.

    El recinto fue descubierto a finales del siglo pasado, concretamente en el año 1991, por Gonzalo Gómez de Casares, quien acompañado por Angel Ocejo, Raúl Molleda y Manuel Bahillo identificó las estructuras correspondientes. Posteriormente sería citado como castro por arqueólogos de renombre como Eduardo Peralta Labrador y Enrique Muñoz, aunque siempre de un modo simplificado debido a que no existen investigaciones ni estudios sobre el mismo. En los últimos años, el castro de Lerones ha pasado a formar parte del INVAC (Inventario Arqueológico de Cantabria).

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)

  • PEÑA AMAYA

    Amaya es uno de los baluartes de la antigua Cantabria, elevándose esplendorosa sobre la llanura burgalesa. Esta enorme atalaya (1377 metros de altitud) ha sido habitada desde la Prehistoria, alcanzando gran auge en cuanto a presencia humana se refiere a finales del siglo X a.C. Es a partir de este punto donde Amaya comienza a tener una importancia destacable, convirtiéndose en uno de los principales castros cántabros en la Edad del Hierro. La raíz del topónimo "Amaya" quiere decir "am(ma)" o "madre", implicando que su nombre Amaya o Amaia es referido a "ciudad madre", implicando que su nombre Amaya o Amaia es referido a “ciudad madre” o como se denominaría más adelante "capital". No se sabe a ciencia cierta si Amaya fue en esencia capital de los cántabros prerromanos, ya que ninguna fuente clásica así lo recoge. Además no se han obtenido evidencias arqueológicas que así lo reflejasen, teniendo mucho más peso (por ejemplo) los hallazgos de Celada Marlantes, La Ulaña o Monte Bernorio. La misma idea de "capitalidad" no parece muy acertada para unas gentes organizadas en clanes, habitantes de poblados elevados sobre montes interconectados visualmente. De todos modos apoyados en la toponimia y ese aire místico y legendario, muchos creen que si fue la antigua capital de los cántabros.

    Este bastión estratégico que domina el acceso de la meseta a territorio cántabro fue conquistado por los romanos en el transcurso de las guerras cántabras (29-19 a.C.) quienes fundaron entonces la cuidad de Amaya Patricia. La cita más antigua de Amaya la encontramos en el Itinerario de Barro, serie de cuatro placas/tablillas con las vias romanas del noroeste peninsular que data del siglo III d.C.. En la placa número I del citado Itinerario se señala el recorrido de la Vía Legione VII Gemina ad Portum Blendium que, partiendo de Legio VII Gemina (León), tiene su final en Portus Blendium (Suances):

    [VIA] L(EGIONE) VII GEMINA AD PORTVM

    BLE(N)DIVM

    RHAMA VII MIL(L)IAS

    AMAIA XVIII

    VILLEGIA V

    LEGIO I[III] V

    O[C]TA[V]IOLCA V

    IVLIOBRIGA X

    ARACILLVM V

    PORTVS BLEN[DIVM]

    [C(aius) LEP(idus) M(arci filius)] II. VIR

    Otro de los datos que nos indican su importancia estratégica y militar es que el mismísimo Cesar Augusto tuvo instalado un campamento en las proximidades de Amaya. Poco más se supo en los III siglos posteriores hasta la llegada de los visigodos. Es a partir de aquí donde su nombre vuelve a sonar con fuerza. De todos modos ahora nos ocupa hablar de sus orígenes y su desarrollo en la época romana, habrá tiempo más delante de centrarnos en Amaya y su esplendor en la época visigodaducado de Cantabria.