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Castro del Alto de La Garma (Omoño, Ribamontan al Monte). Fotografía: Tanea Arqueología

El castro del Alto de La Garma (Omoño, Ribamontan al Monte) es un yacimiento único en Cantabria por diversos motivos. En primer lugar, es uno de los mejores ejemplos para conocer la progresión en el inicio de la construcción de poblados fortificados en el centro de la región Cantábrica. Sus orígenes se remontan en torno a los siglos VII-VI a.C, de ahí que hablemos de algo muy especial. Por otro lado, es de los pocos castros costeros que presentan características similares a los lugares fortificados de la I Edad del Hierro situados más al Sur (Campoo, Palencia y Burgos y León): Buen dominio visual, situación en altura, empleo preferente del barro y probablemente madera como materiales de construcción tanto en vivienda como en la fortificación, etc. Otro de los motivos por los que el Alto de La Garma es icónico dentro de nuestra región es por alguno de los hallazgos encontrados en su interior. Muchos pensarán que los castros prerromanos solo son importantes si se encuentra gran cantidad de materiales metálicos, grandes fragmentos de cerámica, adornos, joyas..pues en este caso lo más sencillo es de lo más importante: Se localizó (luego entraremos más en detalle) una pequeña concentración de semillas y gran cantidad de restos óseos de mamíferos, lo que denota que la tendencia a pensar (mitificada por las fuentes clásicas) que los cántabros eran unos bárbaros o que no cultivaban/comerciaban queda cada vez más alejada. Por último, y no menos importante, se encuentra en el entorno de la Cueva de La Garma, uno de los iconos del Paleolítico de la cordillera Cantábrica.

Ya en la década de los setenta fue visitado por Arturo Arrendo, quien lo calificó como castro cántabro y lo denominó "Pico Garma". De todos modos esta referencia nunca fue muy popular, pasando desapercibida durante muchos años. Habría que esperar hasta el año 1996 cuando Emilio Muñoz y la empresa GAEM, dentro de un marco de prospecciones intensivas en el monte de La Garma, reconocieron el lugar. Constataron la existencia de fortificaciones y localizaron algunos materiales cerámicos, signos inequívocos para su identificación. Al poco tiempo, ese mismo año, la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte compra las fincas de interés arqueológico, frenando así el avance forestal que ya había invadido gran parte del yacimiento en el momento de su descubrimiento (en la imagen de abajo se pueden apreciar los eucaliptos justo al lado de las excavaciones). Desde el año 1998 es Bien de Interés Cultural como integrante de la Zona Arqueológica de La Garma. En la actualidad no existe memoria definitiva sobre las actuaciones arqueológicas allí realizadas, aunque bien es cierto que existen relevantes artículos monográficos (Pereda 1999) y algunos trabajos generales en prensa que (Arias et al., 1999, 2000, 2003, en prensa; Arias y Ontañón 2008) merecen especial atención.

Bibliografía: Castros y castra en Cantabria.(Edita ACANTO)

Agradecimientos: Tanea Arqueología

 

Castro del Alto de La Garma. Fotografía: Tanea Arqueología

Se sitúa en la colina conocida como "La Arma", a unos 150 metros sobre el nivel del mar y a unos 5 kilómetros de la costa. Desde el alto se controla visualmente un sector clave de la costa central de Cantabria, concretamente se puede tener una panorámica entre los valles del Besaya y el Asón, dominando incluso al oeste la bahía de Santander. Sus condiciones naturales para la defensa hicieron de este emplazamiento el ideal para situar el poblado protohistórico, aunque dichas defensas tuvieron que ser reforzadas con estructuras artificiales como veremos a continuación. El recinto fortificado tiene planta ovalada irregular, delimitando unos 18.000 m2 aproximadamente. Su terreno queda definido en la actualidad por una línea de terreno alomado, formado por el derrumbe de dos cercas, que se sigue a lo largo de 350 metros. Gracias a la estratigrafía realizada se ha sabido que esas dos cercas corresponden a sendos periodos constructivos. En la capa más superficial de dicho "corte" se han encontrado un reducido número de fragmentos cerámicos realizados a mano (que detallaremos posteriormente). En contraposición con estos hallazgos se encuentran realizados en el segundo ciclo, donde sí se encontraron abundantes restos de cerámica, también a mano. Por último, el tercer ciclo edáfico corresponde al suelo actual, donde la colmatación de tierra que sucede al abandono del castro, formó el alomamiento que hoy conocemos. Para entendernos, el ciclo I será la parte más profunda del corte y el ciclo III el suelo que "pisamos" hoy en día. Aquí también se encontró cerámica a mano, pero en menor proporción.

El más antiguo de los recintos identificados se encuentra en el ciclo II y se ha identificado como una estrecha cera de piedra realizada con mampostería (arenisca en este caso), la cual sirve como estructura de contención a una plataforma terraplenada en el interior. Cabe destacar en este punto que es un recinto bastante "simple" estructuralmente hablando, compartiendo cierto parecido (salvando las distancias) con otros castros vecinos. Concretamente es muy similar al sistema defensivo en el castro de Los Baraones (Palencia), ubicado cronológicamente en la I Edad del Hierro. ¿Qué porque no tenía enormes estructuras defensivas?..no nos equivoquemos no todos los castros o poblados cántabros debieron tener la necesidad imperiosa de protegerse de un modo tan ostentoso, básicamente porque no tendrían esa necesidad.

Es más que posible que existiese una puerta de acceso en la parte sudoriental del castro, aunque la construcción de una pista forestal ha alterado mucho este sector como para afirmarlo rotundamente. Aún así, gracias a la fotografía aérea y otros aspectos como las defensas naturales de este sector, se ha podido llegar a esta conclusión. Respecto a posibles estructuras habitables, se han reconocido varias en el interior de la fortificación, concretamente en tres sectores del yacimiento. Se trata de zócalos de piedra en torno a los 6 metros de diámetro que en ningún caso llegan a definir la planta completa. Sus características son muy típicas en las construcciones de la Edad del Hierro en el noroeste peninsular. El ejemplo mejor conservador se encuentra en el sector 1, donde existe un zócalo formado por dos hiladas de arenisca que dibuja una estructura en arco. Se colocó directamente sobre la roca madre , pudiendo tener como objetivo servir de apoyo a las paredes de una cabaña de aparente planta circular. Existen restos similares en el sector 6 (con una sola hilera de piedra) y en el sector 11 del yacimiento, aunque en este último es muy complicada su interpretación por haberse destruido en parte con las labores forestales que comentábamos al inicio.

En base a todos los resultados, se cree que gran parte de las estructuras habitables (cabañas) formaban un anillo perimetral paralelo a la muralla defensiva, considerándose esto por autores como J. Camino (2002: 146-147) un hecho deliberado en la mayor parte de los castros del área cantábrica central.

La cantidad de los mismos, aun siendo modesta en comparación con los encontrados en otros castros, es relevante. Uno de los aspectos que han influido en la precariedad (o ausencia incluso) de muchas de las piezas ha sido la acidez del suelo, afectando esto directamente a la ausencia de restos óseos (no en todos los sectores) y al estado de la cerámica encontrada. Como bien comentábamos antes, los fragmentos cerámicos encontrados a diferentes niveles corresponden a vasijas realizadas a mano, cocidas en ambiente reductor, con paredes de color negruzco y alisadas en su cara exterior. Por la morfología de las mismas, parecen corresponder a grandes recipientes de almacenamiento de boca amplia, así como ollas y cuencos.

Se han recuperado además un núcleo y varias piezas de sílex poco características, además de ocho fragmentos de molino de mano en arenisca tan típicos de los hábitats castreños. Respecto a los hallazgos metálicos poco podemos decir, aunque si es cierto que nos llevan a pensar que existía actividad metalúrgica en el poblado. Existen restos de cobre y bronce adheridos a fragmentos de pared de un horno (sector 1), además de un punzón de bronce.


CRONOLOGIA

Se han realizado diferentes dataciones por Termoluminiscencia y Radiocarbono, de las cuales se ha podido determinar que gran parte de los hallazgos del sector 1 y una muestra del sector 5 corresponden con toda probabilidad a la segunda mitad del II milenio a.C, situando sus orígenes en la Edad del Bronce. Esto no quiere decir que la fortificación como tal surgiese en esta época, ya que otras dataciones nos revelan que la misma se construye a comienzos de la I Edad del Hierro, en torno a los siglos VII-VI a.C. En este momento se delimitó un área de unos 18.000 m2 en torno a la cima de la montaña, utilizándose durante un periodo relativamente prolongado y degradándose por el paso del tiempo. Seria aproximadamente en torno a los siglos VI-V a.C cuando se replantearía la estructura fortificada, de dimensiones más reducidas y aprovechando restos del aterrazamiento antiguo.

En base a los resultados más antiguos (datados por termoluminiscencia) se cree incluso que los pobladores que a mediados del II milenio a.C. enterraron sus muertos en cuevas de la vertiente meridional del monte, también desarrollaron cierta actividad en la cima del mismo, como por ejemplo la deforestación de la colina donde se asentaría el posterior castro.

VISITAS

Todos podemos disfrutar del castro del Alto de La Garma, ya que aún sin ser un yacimiento visitable (refiriéndonos a un arqueo-sitio como tal) podemos recorrerlo a píe. Desde Regio Cantabrorum te pedimos que respetes el yacimiento y su entorno, ya que es deber de todos mantener viva la historia de Cantabria.

Info

   

DESTACADOS

  • CASTRO DE LA CORONA

    El castro de La Corona es uno de los últimos recintos prerromanos descubiertos y publicados en la comarca lebaniega. Su ubicación no parece una mera casualidad, ya que se encuentra situado en un cueto de cima bastante uniforme y llana que domina el estratégico paso entre Sierras Albas y Collau Aruz, vía principal de acceso desde la Meseta. Respeto a su nombre cabe destacar que varía dependiendo del municipio donde nos encontremos, teniendo en cuenta que se encuentra en la divisoria de Vega de Liébana y Pesaguero donde se conoce como "Cueto Moro". Se encuentra a unos 1.300 metros de altitud, entre los collado del Salce por el Norte y la Varga por el Sur. Un poco más alejado (sobre el castro) se encuentra el conocido paso de Cabriles, lugar en el que se hallaron restos prehistóricos y que nos da a entender que estamos ante una localización que tuvo presencia humana desde tiempos inmemoriales.

    Fue descubierto por Gonzalo Gómez Casares hace muy pocos años, en 2010, publicándose por primera vez en "Castros y Castra en Cantabria. Fortificaciones desde los orígenes de la Edad del hierro a las guerras con Roma (ACANTO)". Curiosamente su hallazgo se produjo siguiendo la hipótesis de que por cada necrópolis megalítica de los cordales lebaniegos y su correspondiente "área de pasto" debería existir un poblamiento o castro. En otros casos conocidos como el de la Cueva de El Puyo (Miera, Cantabria), una de las necrópolis de la II Edad del Hierro más importantes del norte Peninsular, se intentó encontrar un recinto castreño sin éxito..pero aquí hubo suerte. En base la existencia de túmulos megalíticos en Campunuera (dentro del cordal del Pico Jaru) y la gran extensión de pastos en la zona, se pudo encontrar este yacimiento.

    Este es otro claro ejemplo de que, lejos de la creencia (avalada por los muchos hallazgos y yacimientos de la zona, eso sí) que sitúa casi en exclusiva la actividad de los antiguos cántabros en zonas más próximas a Campoo y la cuenca del Besaya, existen otros territorios como el lebaniego que sorprende cada vez más por ser un foco de nuevos hallazgos. Estamos ante una comunidad protohistórica que poco a poco va saliendo a la luz y de la que no solamente somos conscientes en nuestros días, ya que el descubrimiento de nuevos campamentos romanos en la zona hace pensar que el Imperio también era consciente de esta prolífera actividad.

    Bibliografía: Castros y castra en Cantabria. (Edita ACANTO)
    Agradecimientos: Gonzalo Gómez Casares

  • CASTRO DE LA LOMA

    El castro de La Loma (Santibañez de la Peña, Palencia) es el mayor exponente en cuanto al conocimiento sobre las guerras cántabras se refiere. Hasta el momento es el castro más importante aparecido en la comarca del Alto Carrión, y se sabe que estuvo ocupado durante la IIª Edad del Hierro por una comunidad de cierta importancia. La gran cantidad de vestigios aquí encontrados además del valor arqueológico del conjunto del yacimiento, no solo del castro sino de los campamentos romanos que lo rodean, hacen de este lugar un enclave único. Fue hallado por el conocido investigador reinosano Miguel Ángel Fraile en el año 2003, siendo posteriormente excavado por una de las eminencias en el mundo de la arqueología en nuestra región: Eduardo Perarlta Labrador. En este sentido debemos destacar que muchos de los yacimientos relacionados con las guerras cántabras, como el castro de La Loma, "salen a la luz" a principios de este milenio, siendo además excepcionales escenarios en la investigación de la época prerromana y romana en el territorio de los antiguos cántabros.

    Situado a unos 1.124 metros de altitud, el castro de La Loma posee una extensión aproximada de unas 10,18 hectáreas, superficie que denota su importancia como "oppidum". De hecho, muchas de las teorías existentes hasta este momento apuntan a que el castro de La Loma pudiese haber sido la capital del pueblo cántabro de los Camáricos (o Tamáricos según la fuente). El geógrafo romano Ptolomeo ya ubicó en el siglo II d.C. la capital de este pueblo, Camárica, en la zona meridional de la antigua Cantabria. Este dato, junto con la aparición de varias inscripciones romanas en localidades palentinas relativamente cercanas (Ruesga y Dehesa de Montejo) referente a la ciudad de Camárica y alimentado por la fuerte presencia militar y datos de asedio del castro, hacen pensar que La Loma pudiese ser la capital de este conocido "populus cántabro". De todos modos, hasta que no existan datos arqueológicos concluyentes, esta afirmación no deja de ser una teoría con muchos fundamentos a favor y otros en contra. No olvidemos que Ptolomeo la cita en el siglo II d.C., momento en el cual es más que probable que el castro de La Loma estuviese totalmente arrasado y extinto tras las diferentes campañas de las guerras cántabras.

    Independientemente de que fuese o no Camárica, de lo que no cabe la menor duda es de la importancia de este "oppidum". Su punto más accesible se encuentra en el sector nordeste y norte, siendo el suroeste y sureste su sección mejor "protegida" por los accidentes geográficos, ya que se encuentra parcialmente acantilado hacia el estrechamiento de la Hoz donde se unen los ríos Valdivia y Las Heras y el arroyo de San Roman. Es en el primero de los sectores (nordeste/norte) donde se encuentra uno de los puntos más impresionantes de todo el yacimiento: el derrumbe la muralla. Por la cara externa de la misma alcanza más de doce metros de altura desde la cima hasta la base del terraplén, completándose la misma con un foso exterior en V de cuatro metros de anchura por otros tantos de altura tallados en el subsuelo rocoso. Hasta el momento, esta obra de gran envergadura no ha sido documentada en ningún otro castro del antiguo territorio cántabro. Ya no solo nos da a entender que el castro de la Loma fuese un gran poblamiento indígena, sobre todo por la gran cantidad de mano de obra necesaria para su construcción, sino que para arrasarlo completamente fuese necesario un contingente romano de enormes proporciones.

    Fuente: "La conquista romana de la Montaña Palentina: el asedio de La Loma" (Santibáñez de la Peña). Autor: Eduardo Peralta Labrador

  • CASTRO DE AHEDO DE BUTRON

    Cuando llegas al castro de Ahedo de Butrón, o Pico Casares como indica la toponimia, te das cuenta de que estás en un lugar especial por varios motivos. El primero de ellos es que se puede llegar perfectamente en coche desde el pueblo, sin la necesidad de un todoterreno. Cierto es que estuve en época electoral, circunstancia por la cual tal vez (y digo "tal vez") la pista estuviese recién arreglada: Ni un bache. Y segundo, estamos en un pequeño recinto castreño ubicado en un entorno realmente espectacular, con un dominio visual hacia el Norte/Noroeste cuya panorámica se queda corta en cualquier fotografía. Sencillamente impresionante. Podría convertirse perfectamente en un castro visitable sin necesidad de mucha infraestructura, ya que tanto el acceso como las vistas y el asentamiento que lo conforman hacen que sea un atractivo turístico/paisajístico y cultural de gran índole. Pero nuestros vecinos, al igual que nosotros en Cantabria, están centrados en cosas más importantes..demos gracias a que aún no lo hayan convertido en un parque eólico.

    Las primera referencia documental del castro se realizó en el año 1984, concretamente en la carta Arqueológica de los partidos judiciales de Sedano y Villarcayo, redactada por aquel entonces por el recientemente fallecido Ramón Bohigas Roldán, Jacinto Campillo Cueva y José Angel Churruca García. Hace décadas ya se hacía referencia al potencial del citado castro, haciéndose hincapié en la imposibilidad de encontrar materiales (a parte de las estructuras de las que luego hablaremos) en superficie por la cubierta vegetal que cubre prácticamente su totalidad. Sería nuevamente referenciado en la archiconocida obra "Los cántabros antes de Roma" de Eduardo Peralta Labrador (2003), donde se destacaba nuevamente como enclave castreño adscribible a la Edad del Hierro al igual que en la publicación anterior.

    Y a partir de aquí..más de lo mismo: Silencio administrativo y ninguna investigación en su interior. Un enclave potencial perfectamente visitable tanto en lo arqueológico como en lo paisajístico y cultural y que permanece en el olvido. Si tenéis la suerte de visitarlo, hacedlo a primera hora de la mañana donde muchos de los corzos que viven tranquilos en sus inmediaciones os acompañarán en el paseo.

    Bibliografía: "CARTA ARQUEOLOGICA DE LA PROVINCIADE BURGOS. PARTIDOS JUDICIALES DE SEDANO Y VILLARCAYO". Ramón Bohigas Roldán, Jacinto Campillo Cueva y José Angel Churruca García - KOBIE N. º XIV, 1984