La estructura campamental de Jerramaya (San Felices de Buelna) es otra gran desconocida del panorama arqueológico de nuestra región. La riqueza patrimonial de la Sierra del Dobra no pasa ni mucho menos desapercibida, ya que yacimientos como el castro de Las Varizas, Las Lleras o Pico del Oro se han ganado por derecho propio un hueco en la historia de Regio Cantabrorum. De todos modos, no parece interesar (sino no se entiende) la conservación y puesta en valor de los mismos, ya que canteras al aire libre, pistas forestales utilizadas para hacer motocross y otros elementos similares pueblan este entorno impunemente.
Volviendo a lo importante, se sitúa sobre una pequeña elevación de la citada sierra, muy cerca del pico "Canto Jerraluz" y de su vertiente norte. En las inmediaciones se encuentra también el "Sumidero de Las Palomas", una profunda dolina donde nace una fuente del mismo nombre y que desagua a través de dicha cavidad en el río Besaya. El yacimiento fue descubierto por Reigadas Velarde en el año 1989, citándose pocos años después en la "Carta Arqueológica de San Felices de Buelna (1991)". Cabe destacar que en esta obra de Enrique Muñoz et alii se alude de modo erróneo, ya que identifican el enclave con el nombre de Canto Jerraluz en referencia al cercano pico. Poco después el mismo descubridor publicaría un breve estudio del lugar (Reigadas Velarde, op cit.:44-48), aunque tendrían que pasar algunos años para que Eduardo Peralta y Mariano Luis Serna Gancedo atribuyesen (con reservas) la estructura a un posible castellum romano de campaña (Peralta y Serna, 2004:124-125).
Sería el verano de 2017 quien marcase un antes y un después en el estudio y catalogación del enclave, ya que los ayuntamientos de Torrelavega y San Felices de Buelna se pondrían de acuerdo para proceder a su protección como Bien de Interés Cultural. Para ello llevarían a cabo una campaña de investigación que contextualizaría el yacimiento de una vez por todas, quedando atrás su uso como pista de quads y motos de trial y parando (esperemos) la merma más que evidente de la altura en los derrumbes de la fortificación tardoantigua.
La cima donde se ubica la estructura de Jerramaya es prácticamente llana y oval, circunstancia que favorece la construcción de este tipo de defensas tan típicas del mundo romano. Podemos apreciar el levantamiento de un terraplén o posible agger de algo más de metro y medio de media, posiblemente construido con el material extraido del foso. Resulta bastante sencillo apreciar in-situ este derrumbe, sobre manera en los sectores Noreste y Oeste. Es precisamente aquí donde se vislumbran restos de un murete de piedra arenisca que complementan la estructura. En cambio, en el sector sur, no parece existir ningún tipo de afloramiento rocoso, habiéndose cerrado únicamente la estructura con tierra y tal vez complementados con tapines de césped.
El espacio que encierra tiene un área aproximada de 4.000 m2, siendo sus ejes mayores de 102x53 metros. Posee tan solo un único acceso, no muy evidente, en el extreño Noroeste de la fortificación. Consta de un estrello pasillo en rampa flanqueado por una prolongación del agger hacia el interior, tal y como se observa en esta imagen. Este punto es de los que más controversia ha suscitado, ya que si se tratase de un típico castellum romano sería más que probable que estuviese dotado de un acceso en clavícula como los encontrados en el campamento de Campo de Las Cercas o incluso en el castellum de El Cantón. De todos modos, no tendría que ser necesariamente así, ya que no podemos adentrarnos en el contexto en el que se construyó la fortificación. Volviendo a los elementos estructurales, nos encontramos en el flanco norte una segunda barrera defensiva que es inapreciable sobre el terreno pero que podemos observar gracias a las ortofotos. Pudo tratarse de una plataforma para albergar algún tipo de estructura que necesitase nivelación, ya que su cara interna parece poco marcada, como si se tratase de un lugar "aterrazado".
Por último, aunque no pertenezcan a lo que se considera como estructura campamental de Jerremaya, cabe destacar la presencia de unos 15 hoyos de muy similares en cuanto a su diámetro (2.5 metros). Estos han sido interpretados como pozos de tirador de la Guerra Civil (Reigadas Velarde, 1995:45-46).
Reigadas señala un interesante hallazgo mientras estudiaba el muro de cierre del enclave. Se trataría de un fragmento cerámico perteneciente al fondo de una vasija a torno de tipo cántaro,aportando él mismo un dibujo de dicha pieza (Reigadas Velarde, op. cit.:47,figura VIII, 1). En base a dicho fragmento y a los estudios realizados, su descubridor se aventuró a ubicarlo cronológicamente en un momento anterior a la Alta Edad Media, sin siquiera poder concretar un poco más.
Más adelante, basándose en la posición defensiva que ocupa además de las similitudes estructurales de este enclave con otros atrincheramientos romanos de campaña, se creía que tal vez estuvo ligado a la época de las Guerras Cántabras(Peralta,2003:299-319), teoría que ha cambiado de rumbo por completo al haberse datado un carbón en la época tardoantigua (siglos VI-VII d.C.) y que podéis ver en la siguiente sección “Intervención arqueológica 2017”
En verano de 2017 los ayuntamientos de Torrelavega y San Felices de Buena promueven de forma conjunta un estudio, investigación y trabajos arqueológicos con el fin de poder determinar la adscripción cronológica del sitio. ¿Por qué ambos?, Sencillo. El recinto campamental del Jerramaya se encuentra ubicado en ambos municipios, concretamente en el deslinde. Es importante que diferentes entidades quieran obtener toda la información posible para que el enclave obtenga la denominación de Bien de Interés Cultural (BIC) y así dotarlo de mayor protección.
Los trabajos realizados por el equipo codirigido por Lino Mantecón Callejo y Javier Marcos Martínez fueron los siguientes:
Este descubrimiento hace del Jerramaya una fortificación singular en Cantabria. Básicamente porque muchos otros recintos fortificados no estudiados, cuya morfología similar les ubicaba en época romana, pueden pertenecer a una época de tiempos oscuros de la que se sabe aún muy poco. Y esto, abre una nueva línea de investigación vinculada a campañas militares en tiempos del poder visigodo, tal vez relacionadas con la conquista de Cantabria (y su capital Amaya) por parte del monarca Leovigildo (574 d.C.) o la campaña de sometimiento del rey Sisebuto (612-621 d.C.), quien según las fuentes llegó hasta orillas del mar, destruyendo algunas ciudades hasta sus cimientos.
Todos podemos disfrutar de la estructura campamental de Jerramaya, ya que aún sin ser un yacimiento visitable (refiriéndonos a un arqueo-sitio como tal) podemos recorrerlo a píe y acceder facilmente desde la localidad de Viernoles. Desde Regio Cantabrorum te pedimos que respetes el yacimiento y su entorno, ya que es deber de todos mantener viva la historia de Cantabria.
El Cueto de Villafufre o Pico Cantar es un auténtico desconocido arqueológicamente hablando. Ya no solo por las dudas que suscita el yacimiento en sí, sino por la precariedad de elementos protohistóricos de todo el valle de Pisueña. Este último linda con el valle de Toranzo, siendo la antítesis total por la gran cantidad de enclaves y hallazgos que alberga: Campamentos romanos, castros , estelas, cuevas con arte rupestre y un largo etc. Ni siquiera existen grandes elevaciones que pudiesen aislar un valle del otro..sencillamente parece un valle olvidado para los investigadores e historiadores de la Cantabria prerromana y romana. No olvidemos que, geológicamente y geográficamente es un valle igual de idóneo que los que le rodean.
Volviendo al Pico Cantar, se encuentra situado junto al desfiladero por el que se abre camino el río Pisueña en su descenso hacia el valle de Cayón, concretamente en una pequeña elevación situada a las afueras de la localidad de Vega de Villafufre. Se conocían algunas referencias sobre las ruinas existentes y su carácter arqueológico (Sojo y Lomba,1947; Arredondo,1976-77), aunque no sería hasta el año 1995 cuando volviese al panorama regional. Serian J. Marcos Martínez y M. Tazón Díaz quienes lo identificasen entonces con una importante fortaleza de la Edad Antigua o Media, siendo tan amplio el "arco cronológico" debido a la imposibilidad de hacer un estudio más a fondo por la densa masa arbórea de roble y monte bajo que lo pueblan. Posteriormente Lino Mantecón Callejo y el propio Javier Marcos serían los encargados de elaborar la ficha correspondiente para el INVAC (Inventario Arqueológico Regional).
El Castrejón (Naveda, Campoo de Suso) es uno de los enclaves más enigmáticos y a la vez más citados como "castro cántabro" en nuestra región. Todo esto sin conocer en la actualidad presencia de materiales arqueológicos entregados o recuperados que lo puedan adscribir cronológicamente como tal. Digo bien, ya que a nuestros días no ha llegado ninguno..otra cosa bien distinta es que si se hallasen en el pasado y que nada se sepa de ellos como bien veremos. El yacimiento es conocido desde hace décadas, siendo descubierto y estudiado por Jesús Carballo en los años 40 del siglo pasado (Carballo, 1952: 305). Esta atalaya natural es fácilmente diferenciable en la zona, encontrándose a tan solo unos metros del acceso a la localidad de Proaño por el Noreste y de Naveda por el Sur. Posee unos 300 metros de longitud en su eje más largo (Este-Oeste) por 160 metros en inferior (Norte-Sur). Es en estas dos últimas vertientes donde dos grandes cantiles calizos actual como defensa natural, formándose así grandes pendientes que hacen muy complicado su acceso.
Además de las investigaciones realizadas por su descubridor, arqueólogos e investigadores de renombre han realizado diferentes prospecciones y estudios en su lisa cima. Al conocido A. Schulten (1942) le seguirían D. Gallejones y Joaquín Gonzalez Echegaray (1951: 145-150) quienes definirían el sistema defensivo sin realizar excavación alguna con la aportación en la parte noroccidental de Miguel Ángel García Guinea ese mismo año. En los años posteriores nuevamente Echegaray (1966), Bohigas, Marcos (ambos en 1987), Fraile (1990) y Peralta/Muñoz (1997) intentaron vislumbrar algún horizonte con sus prospecciones en El Castrejón..sin resultados concluyentes. En los últimos años (2007-2008), el arqueólogo José Ángel Hierro Gárate lo incluiría en el INVAC - Inventario Arqueológico de Cantabria.
Estamos en definitiva, ante un yacimiento donde las incognitas son mucho más numerosas que las respuestas. Otro de tantos donde el paso del tiempo y la falta de fondos para investigar en nuestra región lo relegarán a una posición que, tal vez, no merezca su milenario pasado.
Retrocedamos en el tiempo unos 2.000 años aproximadamente y metámonos en la piel de un general romano. Estamos al frente del desembarco de varias legiones en la conquista del norte de Hispania. Unos 30 barcos entran en la bahía de Santander, es una escena nunca vista por los antiguos pobladores de Regio Cantabrorum, un dantesco espectáculo que será el prologo de innumerables batallas por defender el territorio. Ahora bien, ¿donde desembarcar?. Por un lado existe la posibilidad de hacerlo en Portus Victoriae Iuliobrigensium (¿Santander?), justo en la boca de la citada bahía. Por el contrario, el general romano cree que un caminata de más de 6 kilómetros hasta el "fondo" de la bahía es una autentica tontería, ya que a sus hombres les quedan un buen puñado de horas hasta llegar a los campamentos del Campo de Las Cercas para acantonarse. ¿Tú que decidirías si fueses este general?. Yo lo tengo claro, iria hasta el fondo de la bahía en barco hasta el último lugar navegable..llegando hasta El Gurugú.
Permitidme esta pequeña introducción para contextualizar este enclave, tan misterioso y difuso hasta el día de hoy. El Gurugú es una cima de suave elevación situada en la localidad de Boo de Guarnizo (Cantabria). Forma parte de un pequeño cordal denominado "Sierra de Guarnizo" el cual, sin ser especialmente alto y abrupto, es la frontera natural entre el municipio de El Astillero y Camargo. Además separa las cuencas de las rías de Solia y de la ria de El Carmen, las cuales desembocan en la citada Bahia de Santander. Los primeros indicios arqueológicos fueron identificados por miembros de CAEAP (Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica) en la década de los 90, atribuyéndosecronológicamente a la Edad del Hierro (Serna et alii, 1996). Posteriormente, en los años 1997 y 1998 se realiza la primera intervención arqueológica en la zona dirigida por Ángeles Valle Gómez, de la cual se extraen interesantes resultados. Se identificaron principalmente dos fases de ocupación, correspondientes al Neolítico y a la Edad del Hierro. Ya en esta intervención, además de algunos materiales aislados correspondientes al Paleólitico Inferior-Medio, se encuentran restos romanos (Valle, 2000a, 2000b; Valle y Serna, 2003: Serna, 2002). A principios de este siglo (año 2002), debido a la mala praxis a la hora de realizar dos sondeos geotécnicos previos a la construcción de una urbanización, Tanea Arqueología es la elegida para realizar el seguimiento arqueológico de dicha obra. En el transcurso de su seguimiento, siguieron apareciendo restos romanos incomprensiblemente modernos, incluso fuera de contexto respecto al yacimiento en sí. Es aquí donde todo termina (arqueologicamente hablando), dejando abiertas demasiadas incognitas sobre El Gurugú..¿Y si fue uno de los posibles lugares de desembarco del Imperio Romano?. Centrémonos ahora en lo encontrado hasta el momento.
Si hubiese que definir con una sola palabra el recinto fortificado de El Castro (Escalada, Burgos) sería bastante sencillo: Inexpugnable. En esta rápida y sencilla definición poco o nada tendrían que ver, al menos en nuestros días, con los restos de la increíble muralla que nos encontramos al acceder a él, sino con el frondoso bosque de encinas que prácticamente engulle el posible oppidum y sus alrededores. Siendo objetivos, el que un enclave relacionado con lo que pudo ser un recinto de la Edad del Hierro se encuentre así da mucho que pensar. Sobre todo porque el citado bosque - al día de hoy - es fundamental para la conservación de los posibles restos arqueológicos allí almacenados, evitando que de un modo u otro desaparezcan importantes evidencias para futuras intervenciones. No obstante este mismo mecanismo de autodefensa natural hace que parte de las murallas y/o estructuras que se aprecian en su interior se destruyan sin remedio, quedando como en otros tantos casos en el olvido administrativo y por lo tanto..cultural y social.
Este emplazamiento fue descubierto a finales de la década de los 90 del siglo pasado en las campañas de prospección autorizadas por la Consejería de Cultural de Castilla y León. Sería Eduardo Peralta Labrador quien diese a conocer el asentamiento en su obra "Los Cántabros antes de Roma", siendo citado posteriormente en diversos títulos como "El Cantábrico en la Edad del Hierro" (Jesús Francisco Torres-Martínez, 2011).
De todos modos, El Castro no ha sido nunca objeto de un estudio detallado, quedando por desgracia relegado casi siempre a un segundo plano. Al parecer, no solo en Cantabria tenemos prácticamente abandonados algunos de los enclaves que cronológicamente nos acercan a los admirados y en muchas ocasiones mal interpretados antiguos cántabros. Al igual que otros grandes yacimientos El Castro albergará en silencio su pasado milenario de un modo u otro, protegido por ese gran bosque que, sin quererlo, ha hecho que esta gran península siga siendo un lugar inexpugnable tras siglos y siglos de historia.
2025 © RegioCantabrorum. Todos los derechos reservados. Términos y condiciones legales - Política de Cookies - Developed by