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Fragmento de la estela funeraria de Aelio Albino. Fotografía: Ángel Polo Escalona

Sin duda, toda la comarca de Liébana sigue siendo una auténtica incógnita en relación al mundo romano y sus antecedentes. Y no será porque las diferentes "pistas" nos llevan a pensar que tanto en épocas anteriores (Edad del Bronce/Hierro), como en la propia romanización del territorio y siglos posteriores, "Roma" estuvo presente en tierras que históricamente han cobrado importancia de la Reconquista en adelante. Y curiosamente, la gran mayoría de las citadas pistas, más que de vida..nos hablan de muerte.

La conocidísima estela de Luriezo, el fragmento de la estela de Bores, la monumental estela de Villaverde y la pieza que hoy nos ocupa son testigos inertes de un pasado donde más que una diferenciación entre cántabros y romanos podemos hablar a buen seguro de cántabros romanizados (en lo cultural, un poco como nosotros). Hoy hablamos de la poco conocida estela funeraria de Lebeña, pieza eclipsada en esta localidad por la archiconocida iglesia de Santa María de Lebeña (icono del prerrománico en Cantabria). Mucha gente desconoce este fragmento de piedra silícea que aglutina a la perfección pasado (por su significado) junto a presente (por donde se encuentra ubicada, al lado de un "contador de la luz") y donde su futuro parece ligado a seguir siendo una "piedra más" en una sociedad (administraciones incluidas) totalmente focalizada en el magnífico templo de la localidad de Lebeña. Si al menos estuviese señalizada..

Fue encontrada entre los escombros de la antigua ermita de San Román, cuya existencia se remonta al siglo X. A mediados del siglo XIX el templo fue reconstruido en el mismo pueblo (en una ubicación diferente a la original) y el fragmento rectangular de la estela funeraria fue incrustado en la pared (justo a la derecha del acceso) del edificio, que fue utilizado posteriormente como escuela y como Casa Concejo. No cabe duda de que el epitafio de Aelio Albino nos habla indirectamente de un pasado "romano" aún por descubrir, ya no solo en el municipio de Cillorigo sino en toda Liébana. La pena es que aun potenciándose esta comarca en diferentes etapas de la legislatura (Año Jubilar principalmente), no haya ni una cita reseñable de este campo epigráfico en ningún sitio..una pena.

Agradecimientos: Ángel Polo Escalona.

Bigliografía: "Epigrafía Romana de Cantabria" – José Manuel Iglesias / Alicia Ruiz.

 

Contador de la luz al lado de la estela funeraria. Fotografía: Ángel Polo Escalona

Estamos ante un fragmento rectangular de unos 45 cm de alto por 31 de ancho que ha sido recortado por su parte inferior y casi con toda seguridad por su parte superior. Ambos lados se encuentran deteriorados y recubiertos con cemento, lo que no da lugar a saber el glosor de la misma. Respecto al campo epigráfico, la última línea se encuentra quebrada, si bien es cierto que se puede leer con dificultad. Las letras están grabadas con un trazo ancho y profundo, destacando por sus rasgos redondeados y por su tamaño desigual. Reza lo siguiente:

AELIO

ALBINO

ANORVM

LXXV

TVRAEN

NIA PAT

Que podría traducirse como “A Aelio Albino, de 75 años, Turaennia Pat..”. Independientemente de que para los autores de la fuente bibliográfica no ofrezca dudas, en el pasado hubo diferentes interpretaciones de autores como Jose Manuel Fernández o Joaquín Gonzalez Echegaray.

Respecto su contenido, se cree que la estela está dedicada a un ciudadano romano. El gentilicio imperial “Aeluis” se extiende por toda la península ibérica, incluso dentro de los límites de la Cantabria romana (en Monte Cildá por ejemplo). El cognomen "Albinus" también está extendido en la epigrafía de la antigua Hispania en sus diferentes vertientes (Albinianus, Albinilla, etc). En relación a la dedicante (por paralelos en la interpretación tradicional de estos epígrafes), se cita un nombre único de posible origen indígena: Turaennia. En este caso, por la más que posible perdida de campo epigráfico en la parte inferior, no se tiene certeza del vínculo (o bien social o bien familiar) de la misma. Respecto a “PAT” se interpreta como Paterna o Patrunia, cognomens bastante extendidos por la Península Ibérica.

Por último, haciendo referencia a la cronología de la misma, autores como F. Fita la fechan en el siglo I d.C., datación apoyada en el pasado por Joaquín Gonzalez Echegaray. De todos modos, en nuestros días, la más aceptada es que nos encontremos ante una estela funeraria de, como mínimo, el siglo II d.C. en adelante. Esta datación se apoya en la dedicatoria en dativo, la mención del difunto y el gentilicio Aelius, elementos extendidos en campos epigráficos de esta época.

VISITAS

Todos podemos acercarnos a ver la estela funeraria de Aelio Albino, ya que aún sin ser un yacimiento visitable (refiriéndonos a un arqueo-sitio como tal) podemos acercarnos perfectamente a verla. Desde Regio Cantabrorum te pedimos que respetes su entorno, ya que es deber de todos mantener viva la historia de Cantabria.

Info

   

DESTACADOS

  • ESTELA DE HERRAN

    En muchas ocasiones los templos religiosos como monasterios, iglesias o ermitas marcan un camino mucho más allá de la fe cristiana. En Cantabria existen decenas de ejemplos donde estas construcciones albergan en su interior (o su entorno) piezas arqueológicas de incalculable valor que nos hablan de épocas antiguas y su cristianización tras un pasado presumiblemente pagano. Y en este caso Santillana del Mar está dentro de ese selecto grupo de lugares no solo por ser "el municipio por excelencia" del arte rupestre nacional e internacional, sino por su riqueza arqueológica superada ya la prehistoria que nos asoma a la Edad de los Metales (Bronce/Hierro) y a la propia romanización del territorio. Con todo, tras la aparición de diferentes hallazgos aislados del mundo romano hace ya décadas, y la "guinda del pastel" que ha sido el descubrimiento del oppidum del Cincho de Yuso, deberíamos de plantearnos que Santillana del Mar y su entorno puedan esconder un pequeño enclave romano aún sin determinar. La cercanía con Portus Blendium (Suances) y la aparición de cerámica romana y un "tambor" de columna en la cueva de El Raposo (materiales "arrastrados" a su interior tras una gran gota fría pasado el verano de 1983) nos lleva a contextualizar la pieza que nos ocupa con otros ojos.

    Estamos hablando de la estela funeraria de San Sebastián de Herrán, a escasos dos kilómetros en línea recta de los citados hallazgos materiales. Fue encontrada en la remodelación de la ermita llevada a cabo en el año 1986, al desmontar los sotabancos del antiguo retablo y formando parte como "pie" del altar. Fue estudiada en primera instancia por Joaquín Gonzalez Echagaray y Jose Luís Casado Soto al poco de descubrirse y publicada nuevamente en el año 1999 por Jose Manuel Iglesias Gil y Alicia Ruiz en la obra "Epigrafía Romana de Cantabria".

    Y a partir de aquí…poco más que contar. Bueno si, que la cueva de La Raposa (donde se hallaron los materiales romanos y muestras de arte rupestre posteriormente) ahora es un colector de aguas residuales y que las investigaciones que podrían cercar el mundo romano en el municipio (salvo los estudios en el cercano Cincho de Yuso) están en una vía muerta. Una auténtica pena que tras un inicio esperanzador hace décadas en cuanto a hallazgos se refiere, ninguna institución apueste por darle continuidad. Cantabria Infinita lo llaman..

    Agradecimientos: Lino Mantecón Callejo.

    Bigliografía:"Estela cántabro-romana de la iglesia de La Herrán (Santillana), reutilizada como altar" (1986) – Joaquín Gonzalez Echegaray / Jose Luís Casado Soto. Altamira, 45, 305-312. Santander.


  • ESTELA DE VALERIO QUADRATO

    La estela de Valerio Quadrato es, como mínimo, parte fundamental de la historia de la Cantabria antigua en época romana. Y no solo por su datación, la más antigua de las encontradas en Monte Cildá cronológicamente hablando, sino por la belleza de su factura. Una bella dedicatoria en memoria al marido difunto de Malia que hoy en día podemos contemplar en el Museo de Arqueología y Prehistoria de Cantabria donde, curiosamente, no tenemos una transcripción ni del campo epigráfico original ni de la traducción de gran parte de ellas. Eso es divulgar (para un profano será "una piedra con letras en latín"), supongo que lo quieran incluir en la partida de 45 millones de € que se quieren gastar en el nuevo a partir de 2020…habrá que verlo.

    Volviendo a la pieza, fue encontrada por Romualdo Moro durante las excavaciones que realizó en el año 1891 en el yacimiento de Monte Cildá para el II Marqués de Comillas. Más bien, en la remoción del derrumbe de la muralla donde aparecieron 16 epígrafes romanos (y algún que otra estela/ara anepigráfica, es decir sin texto). El primero en publicar la interpretación del campo epigráfico fue Fidel Fita en el año 1891, a quien Romualdo Moro tenia informado puntualmente de cada uno de los hallazgos. En el caso de la estela de Valerio Quadrato, Fita malinterpretó varias de las líneas de inicio ya que leyó "Mantia" en vez de "Malia", "Macronis" en vez de "Magilonis" y erró en los cónsules por no encontrar la "formula consular" típica(luego explicaremos el motivo). Estos errores, perfectamente entendibles dado el tamaño de las letras y el amontonamiento de las últimas líneas (únido a que él recibía un vaciado en yeso, no la pieza original), fueron subsanados con el paso del tiempo, publicando Miguel Ángel García Guinea y Joaquín Gonzalez Echegaray en "Excavaciones en Monte Cildá (Olleros de Pisuerga, Palencia). Campañas 1963-1965" una versión más acorde con la conocida en nuestros días.

    No cabe duda de que la estela de Valerio Quadrato tiene un espacio fundamental dentro de la historia de la Cantabria "imperial". Es una auténtica pena que un yacimiento que ha dado tanto como Monte Cildá se encuentre en nuestros días en la Lista Roja de Patrimonio, supongo que no interese ahondar más en uno de los iconos histórico-culturales del Norte de España. Muchos pensarán que al no ubicarse dentro del actual territorio de Cantabria, se encuentra sistemáticamente expoliado y desprotegido al no "representar" la historia de la comunidad a la que pertenece. A todos ellos, solo les diré dos palabras en relación al cuidado de la historia en nuestra tierra: Parking Blendium. El resto, sobra ?

    Bibliografía: "Excavaciones en Monte Cildá (Olleros de Pisuerga, Palencia). Campañas 1963-1965". Miguel Ángel García Guinea y Joaquín González Echegaray.

  • MILIARIO DE DOMICIANO

    Año 85 d.C. 11 años después de la fundación de la colonia de Flaviobriga (actual Castro Urdiales), el tráfico tanto marítimo como por tierra se ve incrementando notablemente. No quiere decir esto que previa fundación colonial no lo fuese, ya que existen miliarios como el de Nerón que indican que décadas antes ya estamos ante un puerto de relevancia en el Norte. No olvidemos que este miliario está datado entre el año 61/62 d.C y Flaviobriga fue fundada en el año 74 d.C. Pero volviendo al año 85 d.C., las diferentes vías y ramales que desembocan en la localidad de Otañes se encuentran ya "desgastados" por el uso. Nada fuera de lo habitual dado que, al igual que en el siglo XXI (con nuestras carreteras y autopistas), toda vía necesita un buen mantenimiento. Y en este caso, gracias al miliario de Domiciano, queda constancia de ello.

    Fue descubierto en Mayo de 1914 en lo alto del puerto de Las Muñecas, divisoria natural y geográfica entre la Cantabria actual y el País Vasco. Quedaría constancia de dicho hallazgo gracias a las anotaciones del párroco de Otañes, M. Martinez del Caso López, quien apuntaría a la existencia del miliario como "mojón" de separación de ambas provincias. Se expuso por primera vez en el año 1928, si bien es cierto que la primera fuente documental respecto a su epigrafía corresponde a Jose María Solana Sanz quien lo incluiría en su publicación "Flaviobriga" del Centro de Estudios Montañeses (1974). La primera de las traducciones de su campo epigráfico se realizó gracias a una de las fotos encontradas en el archivo de la casa Torre de Otañes realizada por el citado párroco, ya que en el momento de su hallazgo el miliario se encontraba mucho menos desgastado/dañado y además se veía la parte posterior. Esto facilitó la transcripción a Jose María Solana, aceptada por la gran mayoría de los investigadores. Posteriormente se incluiría en "Epigrafía romana de Cantabria" (1998) de Jose Manuel Iglesias y Alicia Ruiz, apuntando a que el miliario corresponde a una de las variantes del trazado de la vía Flaviobriga / Pisoraca. Ya inmersos en el siglo XXI, se realiza un espectacular estudio de las vías romanas basado no en los recorridos marcados por los miliarios encontrados, sino en las propias vías encontradas in situ. Al menos en sus improntas en el terreno. Este estudio, liderado por Isaac Moreno Gallo, encontró los indicios de la vía que partía desde el puerto de Las Muñecas hacía el Valle de Mena, La Merindad de Montija y el Valle de Losa con destino hasta Vxama Barca (Osma de Álava), continuando incluso hacia Veleia y Deobriga. Este estudio, y la ampliación de este, nos habla de un impresionante entramado viario que, lejos de establecer tan solo un origen / destino basado en hallazgos materiales (desplazados en ocasiones, pudiendo descontextualizarse), nos traslada a través de las vías romanas "fosilizadas".

    No cabe duda de que, salvo contadas excepciones (Peña Cutral, los cardos del campamento romano del Monte Cildá y poco más), no tenemos ni idea de como era el entramado vial de época romana en Cantabria. No cabe duda de que el actual puerto de Las Muñecas y el trazado que discurría desde el valle de Otañes hasta el puerto tuvieron una importancia capital en las comunicaciones de la Cantabria Oriental con la Meseta. No obstante, en la actualidad, todas aquellas vías denominadas como romanas en nuestra región no dejan de ser caminos carreteros de época medieval, al igual que los puentes denominados romanos. Una auténtica pena que Cantabria y su Consejería de Cultura, hubiesen podido formar parte de un espectacular proyecto de identificación de vías y dijesen que NO. Infinita la llaman…por llamarle algo.

    Bibliografía:"Epigrafía romana de Cantabria" (1998). Jose Manuel Iglesias / Alicia Ruiz.

    Fotografía: Isaac Moreno Gallo