
Hace tiempo que desde Cantabria miramos como las vacas al tren todo lo que sucede en el panorama arqueológico de las comunidades vecinas, sobre todo de una época por la que nos gusta rasgarnos las vestiduras y hacerla propia..nada más alejado de la realidad. Corren unos tiempos donde nos gusta acudir a la crisis, bendita crisis, para permanecer en un inmovilismo que al final nos sale caro, quedándonos siempre con esa sensación agridulce de un perpetuo..silencio. Durante estas últimas semanas, medios nacionales se han hecho eco de varios hallazgos e investigaciones en nuestro entorno más inmediato, entre los que destaca uno de ellos: Dessobriga.
Para quien no lo conozca, Dessobriga es un yacimiento arqueológico situado en las proximidades de Osorno y Melgar de Fernamental (Palencia/Burgos) donde se han llevado a cabo diversas actuaciones arqueológicas que han arrojado materiales y restos estructurales de gran valor. Ya en 2001, previa construcción de la autovía del Camino de Santiago, se llevaron a cabo intervenciones en un área de 5.000 metros cuadrados donde se hallaron un total de 19 cabañas circulares (datadas en la I Edad del Hierro) en torno a tres calles de entre dos y cuatro metros de ancho. Es a partir de entonces cuando se comienza a hablar en firme de un oppidum de origen turmogo/vacceo con una incipiente ordenación urbanística. Y no solo eso, ya que Dessobriga es citada también en el Itinerario de Antonino (se cree que del siglo III-IV d.C) como una mansio en la vía ab Asturica Tarracone, lo que indicaría que su periodo de expansión se entendería durante varios siglos..como así ha sido.
Con toda esta información en la mano, la catedrática de la Universidad de Saboya Margarita Torrione (francesa nacida en Támara, Palencia) pone en marcha un proyecto que se ejecuta entre el 14 de Julio y el 9 de Agosto de 2014. Las excavaciones han sido dirigidas por los arqueólogos Javier Abarquero y Jaime Gutiérrez, quienes han contado con un grupo de 34 profesionales (entre ellos el arqueólogo cántabro Gonzalo Saiz García), siendo los resultados iniciales de las mismas..sencillamente apabullantes. Se realizaron cuatro catas, de las que conocemos los resultados de tres, basadas en los estudios de acción geomagnética realizado en 2013 y en la fotografía aérea tomada años antes, intentando de este modo comprobar si toda la información obtenida era correcta.
En la primera de las catas se han encontrado los restos de una gran cabaña de unos 8 metros de diámetro, si bien solo se ha podido descubrir una parte de la misma. Realizada en adobe, con doble muro interior y exterior, presenta rastros de fuego que pudieron acabar con ella, siendo esta circunstancia fundamental para que llegase a nuestros días en un excelente estado de conservación. En este sector se han hallado también los restos de una calle de piedra e indicios de otra posible cabaña de menor tamaño.
A unos 400 metros de esta, ya en la segunda cata, se ha encontrado parte de una muralla vaccea datada entre los siglos V a III a.C. Es importante destacar que en Dessobriga hay localizadas hasta cuatro líneas amuralladas diferentes, lo que nos da a entender el carácter defensivo del asentamiento.
En la tercera y última (de las que conocemos resultados), se han descubierto las estructuras de un edificio correspondiente a una mansio urbana. Hasta hoy se han encontrado dos grandes estancias, una a la que se accede a través de un peldaño y una segunda que corresponde a una zona de almacenamiento, por lo que se cree que pudo ser una vivienda de prestigio o incluso que pudiese ser de carácter administrativo.
En estas intervenciones se han encontrado decenas de materiales que permiten clasificar, a parte de las estructuras, una secuencia ocupacional del yacimiento clara y concisa: Un broche de doble resorte elaborado en bronce, canicas (ver imagen) y cerámicas vacceas, monedas y broches romanos, además de restos de terra sigillata. Este último descubrimiento, asegura Javier Abarquero, da fe de la importancia que tuvo Dessobriga durante el Alto Imperio Romano, puesto que esta cerámica procede directamente de Roma.
No se sabe aún el papel que pudo jugar este enclave en la conquista de Regio Cantabrorum. Tal vez era ya una zona pacificada antes de que las legiones se adentrasen hacia el interior (Monte Bernorio, Monte Cildá, Castro de Las Rabas, etc)..o tal vez no. De momento no se sabe si romanos y vacceos vivían ya en "armonía" o las fricciones entre ambos desembocaron en la desaparición de este oppidum y en la fundación de la ciudad romana de Dessobriga. De lo que realmente somos conocedores es de la importancia arqueológica de este yacimiento, el cual abarca once siglos de presencia humana continuada.
Poco a poco instituciones y ayuntamientos (si si ayuntamientos, que se pongan las pilas aquí) se van involucrando en este tipo de proyectos. Si bien es cierto que esta excavación ha contado con el presupuesto "mínimo e indispensable", ya han empezado a dar forma a un proyecto que puede ser de gran calado arqueológico..algo que nos queda aún muy lejos en Cantabria: La Junta de Castilla y Léon, la Diputación de Palencia y el Ayuntamiento de Osorno han colaborado en el proyecto, financiando parte de las excavaciones. Y un dato aún más destacable y admirable: las excavaciones se financian también con aportaciones particulares, entre ellas las de la directora del proyecto Margarita Torrione.
En Cantabria toca observar y resoplar..nuevamente. Mi más sincera enhorabuena a todo el equipo y dirección del proyecto..¡Una pasada vuestro trabajo!
En breve incluiremos la información de Dessobriga en nuestra sección "Publicaciones". De este modo podrás acceder a todos sus datos.
El recinto prerromano de Peña del Castro (La Ercina, León) fue uno de los bastiones vadinienses de la antigua “Regio Cantabrorum”. Se encuentra en la parte más occidental de la antigua Cantabria y en la actualidad las actuaciones arqueológicas allí realizadas han hecho que este yacimiento haya vuelto a la primera línea de las noticias culturales y arqueológicas.
El castro como tal presenta dos cinturones de muralla bien definidos y a la vista como se puede apreciar en la imagen principal. Entre dichas murallas existen tres espacios claramente separados. El primero de ellos, en la parte inferior del castro, tiene una extensión de 1,22 hectáreas aproximadamente, pudiéndose observar un gran derrumbe hacia el oeste. Desgraciadamente se pueden observar también en este espacio grandes huecos realizados por expoliadores ocasionales..una auténtica pena. Es en este sector donde se puede apreciar indicios de reutilización en época Alto Medieval, exactamente igual que en otros castros situados en el entorno del Macizo de Peñacorada. En el segundo de los recintos, situado a unos 50 metros por encima del primero, tiene unos 4.500 metros cuadrados aproximadamente. Por último, justo a continuación de este recinto, se encuentra el tercero y último. Ocupa una extensión aproximada de 6.085 metros cuadrados y al ser la parte más alta del castro hace las labores de acrópolis.
Las murallas que lo protegen por la vertiente “más débil” tienen un grosor que oscila entre los 2,30 y los 2,70, siendo estas estructuras similares a las que se puede observar cualquiera de las estructuras defensivas observadas en el área cántabra de la Montaña Oriental. En el lado Norte y Sur del castro no fue necesaria la construcción de grandes muros, ya que las grandes estructuras calizas (farallones) existentes actual de protección natural. No se observan restos de fosos, a no ser que hayan sido colmatados por el derrumbe de la enorme muralla. Eso sí, esta última aparece completamente arrasada (“Castrum Tamen captum deruit est”).
Por último, cabe destacar que existe un camino próximo al castro con un paso en peña que llama verdaderamente la atención denominado como paso de “La Gobia”. Posiblemente este corte y otro que existe en las cercanías en dirección a la Devesa, son los que dieron el nombre a la Acisa, término que toponímicamente hablando es bastante común en otros lugares del imperio romano: castra intercisa, intorcisa que deriva del verbo latino "intercido" separar por corte.
El castro de Castro Pepín domina en la altura el paso natural entre las localidades de Pedredo y Villayuso, ubicándose en un pequeño espolón de piedra entre los valles de Iguña y Cieza. Las condiciones del terreno al Este, cuyo sustrato rocoso está conformado por diversos escalones horizontales de lajas, hicieron de este lugar un enclave idóneo para construir un entorno bien de hábitat o bien defensivo, gracias sobre todo a la abundante materia prima que sus moradores tenían a su inmediata disposición. Por el contrario la cara Oeste y Sur del espolón tiene un suelo mucho más rico y asentado, ideal en nuestro tiempo para uso ganadero como fuente de pastos y donde (posiblemente) un asentamiento era más que factible. Todo lo contrario que el flanco Norte, de fuerte pendiente y suelo muy pobre que dotaba al castro de una defensa natural idónea.
Fue descubierto por Arturo Arredondo en la década de los 70 del siglo pasado, quedando constancia de ello el conocido artículo: "Índice preliminar de poblados cántabros (riaños, cuetos y castros) en los que existen apariencias de restos de civilizaciones prerromanas, precélticas y anteriores, en la provincia de Santander y otras" de la revista Altamira (1976-77, pág. 537-554) publicada por el Centro de Estudios Montañeses. Posteriormente se citaría nuevamente el castro en varias publicaciones de entre las cuales destacan la conocida obra de Eduardo Peralta Labrador "Los cántabros antes de Roma" (2004) y la lista de yacimientos castreños de la Federación Acanto. En el año 2007-2008 sería finalmente incluido en el INVAC (Inventario Arqueológico de Cantabria) por el arqueólogo e investigador José Angel Hierro Gárate.
Independientemente de su puesta en valor e inclusión en las comentadas publicaciones, obras o inventarios, el castro de Castro Pepín se encuentra ocupado en la actualidad (prácticamente en su totalidad) por una plantación de pino americano, típica de muchas áreas cercanas a la Hoz del Besaya. En este caso, ya no solo la propia Administración Local a la cual pertenece la explotación, sino las instituciones regionales deberían velar un poco más por este yacimiento. Ni siquiera en nuestros días se sabe realmente el impacto que ha podido tener dicha plantación sobre las estructuras defensivas que veremos a continuación. Todo apunta a que nos encontramos ante un enclave que será fruto de la indiferencia administrativa que, lejos de protegerlo y ponerlo en valor, dejará que se eche a perder irremediablemente.
Nos adentramos hoy en el territorio que, tanto Pomponio Melo en primera instancia como Plinio el Viejo posteriormente, atribuyeron a la tribu cántabra de los autrigones. Estamos en uno castro que, aun dando a entender su gran tamaño (ocupa unas 10 hectáreas, uno de los más grandes de Burgos) la más que posible importancia del mismo, apenas has sido estudiado. Tanto Ramón Bohigas, quien documento a finales del siglo XX cerámica a mano (decorada), como Eduardo Peralta Labrador en su obra "Los Cántabros antes de Roma" (2003) citan este maravilloso enclave que además atesora una enorme belleza paisajística.
Todo ello unido a que el castro de Brizuela posee dos épocas de ocupación principalmente documentadas: La Edad del Hierro y La Edad Media, sin tener la certeza material (al menos publicada) de ocupaciones intermedias. Existe una hipótesis respecto al bajo o nulo nivel de destrucción de las estructuras que han llegado a nuestros días, lo que puede llevar a pensar que en época romana y visigoda pudiese tener ocupación y continuidad. Hablando de "destrucción" como asedio por incendio o confrontación bélica por ejemplo, evidentemente las estructuras están derrumbadas por el paso de los siglos. Además, se hace referencia al hallazgo fortuito de monedas romanas a los pies del cerro, en tierras de labranza. O incluso a una de las puertas de acceso que aun hoy se conserva en el cierre Oeste. Todo ello nos hace pensar en su posible ocupación en época romana, pero no existe la certeza material. Ya en el año 1011 se hace referencia a "Villa Castro", y por ejemplo en el Becerro de las Behetrías (documento del año 1352) se sitúa a Brizuela en la Merindad de Aguilar de Campoo perteneciendo a la Merindad de Castilla Vieja. En el interior del castro se han encontrado cerámicas de esta última época, lo que constata presencia humana en el medievo.
En definitiva, todo nos lleva a pensar que el castro de Brizuela oculta aún más secretos de los que realmente sabemos. Incluso la zona, que en los últimos años está dando mucho que hablar en relación a nuevos enclaves relacionados con las "Guerras Cántabras", será uno de los lugares muy a tener en cuenta si pueden ser estudiados en el futuro.
El castro de El Otero (Rueda de Pisuerga, Palencia) es otro de los grandes desconocidos de la arqueología relacionada con enclaves habitados por los antiguos cántabros. Este yacimiento, dado a conocer por Miguel Ángel Fraile López en el año 1990 (Historia Social y Económica de Cantabria. Autoedición, Reinosa) y que ha sido citado en varias ocasiones por diferentes autores, sigue siendo hoy una auténtica incógnita, si bien es cierto que el hallazgo fortuito de una pieza excepcional (de la que hablaremos más adelante) lo ha vuelto a poner en escena.
Inicialmente fue dado a conocer como castro de Rueda de Pisuerga, si bien es cierto que a día de hoy está más extendido el topónimo de El Otero. Se situado al sureste del pueblo que en el pasado le dio nombre, en una pequeña loma utilizada durante las últimas décadas para labores de labranza. Fruto de esta actividad, se han ido creando diferentes terrazas que hacen muy difícil la identificación de área total del yacimiento, si bien se puede atisbar un amplio tramo de muralla que se ha conservado como reborde de una de las citadas plataformas. Las diferentes hipótesis, basándose en la posible extensión de ese muro y la morfología del alto, dan a entender que estaríamos ante un recinto de unas 4 o 5 hectáreas de extensión. De todos modos los hallazgos en superficie encontrados a día de hoy (restos cerámicos principalmente) indican que el área de ocupación pudo ser mayor, extendiéndose hacia las tierras de cultivo situadas en la ribera del cercano río Pisuerga.
Aún siendo un enclave identificado y citado desde hace décadas, nunca se ha llevado a cabo ninguna intervención arqueológica en El Otero. No obstante, Ángeles Valle Gómez realizó una campaña de prospección en el área de Cervera de Pisuerga y alrededores, aportando más información a la catalogación del castro. De todos modos, durante una visita al yacimiento, se encontró en superficie un interesante objeto (del que hablaremos en detalle más abajo) que ha dado más motivos si cabe para que el enclave sea estudiado en profundidad: un signum equitum de Bronce.
Está claro que nos encontramos ante un castro, otro más, de gran potencial arqueológico que aún no ha sido estudiado. Es posible que la actividad agrícola haya podido disgregar (o tal vez destruir) parte de su pasado. Pero no olvidemos que algunos casos, esta actividad de un modo superficial, enmascara y a la vez protege este tipo de yacimientos. Esperemos que en los años venideros tengamos noticias positivas sobre la investigación en El Otero.
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