La cueva de La Soterraña (o Las Regadas como también se la conoce) es un yacimiento espectacular por diferentes motivos y cronologías. Además de su increíble valor arqueológico, apenas estudiado, su entorno paisajístico y natural hacen de este enclave algo especial. Algo que por desgracia no ven así las administraciones competentes (porque les compete, no por otra cosa), que tienen esta maravilla totalmente a su merced. Pero bueno, nada extraño dado que tienen Bienes de Interés Cultural – BIC cercanos (como la necrópolis de El Puyo, uno de los máximos exponentes de la Edad del Hierro en el Norte Peninsular) totalmente abandonados y sin protección alguna. La máxima de las cuevas en Cantabria de “si no tiene pinturas no interesa” se cumple a la perfección en La Soterraña, aunque como veremos a continuación, tengamos evidencias desde el Paleolítico Medio hasta época Alto medieval.
El yacimiento fue reconocido por primera vez en la década de los 80 del siglo pasado por miembros de la Sección de Espeleología del Seminario Sautuola S.E.S.S, quienes la incluirían en su cuaderno de salidas como "cueva de Las Cabañas". Sería estudiada poco después por el Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica CAEAP. Ya por aquel entonces, se realizó un plano de la misma (1985) y se puso en contexto su gran valor arqueológico gracias a los materiales encontrados en su interior. Una de las curiosidades de la misma es que en el año 1986 un estudiante canadiense grabaría varias representaciones animalistas (un ciervo por ejemplo, que podéis apreciar en la imagen) para confundir al Director del Museo e Inspector de Patrimonio de la Consejería de Cultura. Evidentemente, fue expulsado de inmediato del equipo de investigación.
Y desde entonces hasta hoy mismo, poco más relacionado con la protección, investigación y puesta en valor de la cueva de La Soterraña. Una cavidad, como veremos, que tiene relación directa (al menos uno de sus sectores) con la necrópolis del abrigo de El Puyo y desde donde diferentes materiales se han ido precipitando hacía las entrañas de la tierra. Una auténtica pena que algo tan maravilloso pase totalmente desapercibido..Cantabria Infinita lo llaman.
La cueva de La Soterraña se encuentra ubicada en un paraje a 540 metros de altitud rodeada de avellanos y un entorno privilegiado. Posee una boca de unos 10 metros de ancho por 2 de alto orientada al Este. Este acceso da paso a un enorme vestíbulo, descendente, que se encuentra cubierto de grandes bloques. Las dimensiones de esta gran galería son de unos 55 metros de largo por 18 m. de ancho. Por la izquierda se abre un estrecho laminador donde se pueden observar diferentes oseras donde en el pasado aparecieron restos de osos de las cavernas. Si continuamos hacia el interior de la cavidad, nos encontraremos que presenta un cambio de rumbo hacia la derecha y que asciende hasta por una enorme colada hasta llegar a un imponente cono de derrubios que (por lo que parece y por superposición de los planos) procede del abrigo de El Puyo. A la izquierda de esta galería, existe una rampa muy pronunciada que nos lleva a un lago de unos 40 metros de longitud.
La gran mayoría de materiales aparecieron a la izquierda de la galería de entrada y en el cono de derrubios (al fondo), siendo de diferente índole. Destacan por su antigüedad varias piezas de silex y cuarcita, sobre todo una punta pseudo-Levallois, encontradas en el citado cono y perfectamente adscribibles a época musteriense. En el mismo cono aparecen, además, cerámicas lisas de la Edad del Hierro y cerámica medieval lista y estriada.
Respecto al arte parietal, se encuentran evidencias de grabados muy gruesos en la pared derecha de la galería inicial. Para su ejecución se utilizó la técnica del camafeo y se unen a diferentes grabados lineales y marcas negras que se pueden identificar como Esquemático Abstracto.
En el escarpado camino hacia la cueva de El Esquilleu (o El Estilléu como se la conoce en Liébana) no paro de pensar que entre estas rocosas cimas vivieron el ocaso de su existencia los últimos neandertales del norte peninsular. Aislados, lejos de las enormes llanuras litorales, en un clima extremo al que supieron adaptarse o al que no les quedó más remedio que conformarse. Con todo, un lugar donde supieron hacer su vida y sobrevivir, hasta que el último de ellos desapareció. Miles y miles de años de convivencia que han hecho de esta cavidad uno de los yacimientos musterienses más importantes de la Península Ibérica.
El yacimiento fue descubierto por el Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica CAEAP(como no podría ser de otra manera) a mediado de la década de los 80, si bien el estudio a fondo de la cavidad corre a cargo del equipo dirigido por Javier Baena Preysler, de la Universidad Autónoma de Madrid. Entre los años 1997 hasta 2006, se producen los hallazgos más espectaculares, no solo a nivel material como veremos posteriormente, sino a nivel habitacional y cultural. En El Esquilleu
La cueva de Coburruyo (Matienzo, Cantabria) se ubica en la ladera del monte Naso, curiosamente en la misma vertiente que otra de las joyas de la comarca: la cueva de Cofresnedo. A diferencia de esta última, se encuentra situada a mayor altura y posee un gran abrigo (como se aprecia en la imagen) que da acceso a dos galerías a derecha e izquierda. La primera de ellas, de bastante mayor recorrido, posee varias salas y dos grandes simas de 45 y 33 metros respectivamente. Por el contrario, la vertiente izquierda es mucho menor y apenas posee un par de salitas a destacar.
La gran mayoría de las evidencias arqueológicas de la misma se encuentran cerca del abrigo, si bien es cierto que en el interior (en el fondo de la cavidad) se han hallado varias concentraciones de carbón e incluso restos de osos de las cavernas (Ursus spelaeus). Este dato no hace más que reafirmar la presencia de esta especie en el entorno más inmediato, ya que en las cuevas de Rascavieja como en la citada Cofresnedo, aparecieron restos de este inmenso animal. Se sabe, por la presencia en otros yacimientos, que la lucha por estos enclaves entre los osos de las cavernas y los antiguos pobladores (tanto Homo heidelbergensis, Neandertales como Homo Sapiens) era algo común. Además, a pesar del tamaño y fortaleza de estos animales, solían ser presa de los grupos humanos cuando salían de caza, siendo las hembras y las crías las predilectas por no tener la fiereza y fuerza de los grandes machos. A modo de curiosidad, se cree que fueron los neandertales quienes tuvieron una relación más estrecha con los osos de las cavernas, llegando incluso a encontrarse extrañas estructuras de piedra excavadas en la pared a modo de a modo de sarcófagos que contienen en su interior uno o varios cráneos alineados de oso de las cavernas (cueva de de Regordou, Dordoña - Francia).
Volviendo a la cueva de Coborruyo, el abrigo de acceso parece ser quien alberga más evidencias de un antiguo nivel de hábitat sin determinar cronológicamente, encontrándose varios fragmentos de huesos y piezas de sílex. A diferencia de muchas de las cuevas del valle, donde el arco cronológico (basado en las evidencias materiales) abarca un periodo de ocupación bastante más amplio, en esta cavidad no se han encontrado restos cerámicos, metálicos ni de ningún otro tipo hasta llegar al siglo X-XI d.C, siendo destacables en este punto las representaciones pictóricas de su interior. La cueva contiene 24 grupos de pinturas esquemático-abstractas, por desgracia no muy bien conservados debido a la humedad, sobre todo en la sala de la izquierda. Una de las marcas negras fue datada hace no muchos años por el Proyecto de la Prehistoria Reciente de Matienzo, obteniéndose como resultado una fecha alrededor del año 950 d.C, con una desviación de más menos 40 años.
Estamos, en definitiva, ante otro de los grandes enigmas del valle de Matienzo. ¿Qué relación pueden tener los carbones del interior de la cueva con el nivel de hábitat del abrigo? ¿Por qué motivo no se conoce presencia humana en un arco cronológico tan elevado? ¿Existen inhumaciones de la Edad del Bronce/Hierro como en las cuevas aledañas? ¿Relación directa o indirecta entre sus pobladores y los osos de las cavernas?. Demasiadas incógnitas que, esperemos, en el futuro se resuelvan. ¡Ahh!, una última cosa. Cuando se hizo el reconocimiento y prospección hace años, los sedimentos de la entrada estaban en cubiertos de grandes cantidades de papel higiénico (y lo que lo acompaña), tal vez de visitantes, tal vez de escaladores o tal vez de todos en conjunto…una pena.
La cueva de Morín (Villaescusa, Cantabria) es otro de los yacimientos de nuestra región marcado por el olvido administrativo. Y no será por la importancia del enclave, sino porque diferentes acontecimientos ligados a un pasado cercano han hecho que su nombre se vinculase siempre a escándalos burocráticos y de otra índole, lejos de su verdadero valor. La cercanía de la misma accediendo desde el arco de la bahía, unos 6 kilómetros al sur, y su potente registro arqueológico, vital para comprender la transición entre el Paleolítico Medio y Superior en la región cantábrica, de poco o nada han servido para que esta cavidad se explote como recurso turístico-cultural. Al menos (como se aprecia en la imagen) está protegida, no como la cercana Covalejos..
Fue descubierta en 1910 por Obermaier y Wermet, siendo a partir de entonces uno de los referentes de estudio en nuestra región. Desde entonces, diferentes intervenciones y sondeos fueron dotando a Morín de una cronología cada vez más exacta y sorprendente. Dos años después, en 1912, J.Carballo y P.Sierra realizan un sondeo cuyos resultados hoy en día siguen inéditos. O. Cendrero publicaría tres años después (1915) algunos materiales obtenidos en la cata que dejaron abierta los citados investigadores, los cuales retomarían la actividad entre los años 1917 y 1919. Serian ellos quienes a través de una cata de 10 metros por 2, con otros 2 metros de profundidad, pusiesen en evidencia los niveles correspondientes al Paleolítico Superior así como dos niveles del Paleolítico Medio. Paralelamente, el Conde de La Vega fue invitado por el padre Carballo a realizar una intervención paralela que se prolongaría hasta 1920. Habría que esperar más de 45 años hasta que Joaquín González Echegaray y Leslie Gordon Freeman marcasen un antes y un después, no solo en la Cueva de Morín, sino en la metodología utilizada en excavaciones del Paleolítico Superior. Pusieron al descubierto una completísima estratigrafía: Un nivel aziliense, uno magdaleniense, uno solutrense superior, dos gravetienses, uno auriñaciense evolucionado, dos auriñaciense antiguo, dos auriñaciense arcaico, uno chatelperroniense, siete musterienses, cuatro estériles y uno final musteriense. Sería el primer referente de la técnica arqueológica en nuestro país en cuanto a metodología en este tipo de yacimientos, ¡Una pasada!.
Desgraciadamente, la cueva de Morín ha sido noticia en los últimos años por sus continuos líos administrativos y burocrácritos. En el año 2009, los componentes de una de las últimas intervenciones en la cueva (Jesús Emilio González Urquijo, Gred-Christian Weniger y Cesar González Saiz) fueron sancionados por la Consejería de Cultura de 2 a 4 años de inhabilitación por diversos cargos tales como haber estudiado los restos de pintura sin el permiso correspondiente, no haber devuelto a tiempo la llave de la cavidad o haber dejado materiales en el interior de la cueva una vez expirado el tiempo de intervención. Dos años después, la sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia juzgó el recurso del catedrático González Sainz, desmontándose todos los argumentos sancionadores de la Consejería y anulándose así su inhabilitación. En 2012 el TSJC ratificó la inhabilitación de González Urquijo, algo que enfrentaría al Servicio Cántabro de Patrimonio con un centenar de investigadores y profesores tanto de Cantabria como de toda España…una auténtica aberración y vergüenza para la arqueología regional.
Poco o nada más se sabe de la Cueva de Morín desde entonces. Como veremos a continuación, su milenario pasado y su increíble valor han pasado a segundo plano. Las cuevas que no son patrimonio de la UNESCO no tienen hueco ni a nivel socio-cultural ni institucional. Fruto de este desconocimiento, son muchos los mitos que rodean a esta cavidad y al conocido como "Hombre de Morín". Veamos a continuación un poco más sobre el mismo.
La cueva del Acebo es otra de esas cavidades que tienen un aura especial. Y no, no solo por su espectacular ubicación en la omnipresente Peña Yagos de Miera, sino por las decenas de incógnitas que aún la rodean tanto a ella como a todas las cuevas relacionadas (de un modo u otro) con la Edad Bronce y el Hierro en la comarca. Una concentración (La Soterraña, El Covarón, La Puntida, El Puyo, Cigudal, La Palenciana..y un largo etc) que nos habla de una historia aún desconocida y que por los pocos vestigios estudiados al respecto..parece maravillosa a la vez que abandonada. Y eso que nos enorgullecemos "tanto" de los antiguos cántabros…
Su valor arqueológico fue dado a conocer por el Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica – CAEAP a principios de los años 80, si bien existen calicatas antiguas atribuidas al equipo de Camineros de la Diputación que pueden apuntar a un conocimiento previo sin documentar. Desgraciadamente, algunas de las calicatas parecen tener cierto rigor y sentido, pero otras tantas no parecen estar hechas por este antiguo equipo. Y desde entonces hasta hoy, salvo diferentes y breves citas en publicaciones como el Boletín Cántabro de Espeleología..nada más al respecto.
Una historia, la de todas las cuevas relacionadas con la Edad del Hierro en la comarca de Miera (en definitiva, de toda Cantabria) que se pierde diluida entre los publirreportajes vacíos de los Consejeros y Directores de turno, más preocupados de vendernos licitaciones del MUPAC sobre cuantas empresas se han presentado a su construcción o Leyes de Memoria Histórica que son de todo menos históricas. Mientras tanto, lábaro en ristre, cuevas y yacimientos como la cueva del Acebo perecen en el olvido…Cantabria Infinita lo llaman.
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