Fuera de los límites de Regio Cantabrorum se encuentra el yacimiento de Chao Samartín (Grandas de Salime, Asturias), una de las joyas castreñas por excelencia del norte de la Península. A diferencia de muchos de los castros situados en Cantabria, Chao Martín posee una extraordinaria secuencia estratigráfica que ha permitido su estudio y catalogación del mismo hasta niveles que aquí desgraciadamente tan solo podemos soñar. Es, en definitiva, un icono que queremos resaltar ya no solo por sus características e historia, sino por su musealización y puesta en valor.
Su existencia como antigua fortificación fue ya reflejada en diccionarios geográficos elaborados durante los siglos XVIII y XIX, aunque no fue reconocido como castro hasta el año 1967 por José Manuel González, quien lo visitó por indicación (y en compañía) de José Lombardia Zarzaín. Habría que esperar hasta el año 1990 para conocer las primeras excavaciones “oficiales” del mismo, concretamente durante la elaboración del inventario arqueológico del concejo. Desde este momento hasta el año 2009 se sucedieron con regularidad diversas campañas de excavación como parte del Plan Arqueológico Director de la Cuenca del Navia. Hasta el año 1994 las excavaciones fueron dirigidas por Elías Carrocera Fernández (Profesor de la Universidad de Oviedo), tomando el mando un año después Ángel Villa Valdés y su equipo de técnicos. Estos últimos serian (y son) los grandes impulsores del yacimiento y de su divulgación.
El origen del castro de Chao Samartín se remonta a la Edad del Bronce, concretamente en torno al año 800 a.C. Se cree que en este periodo se establecieron sobre la explanada superior sus primeros pobladores, creando un recinto fortificado donde poder asentarse. Ya en la Edad del Hierro el castro sufre una fuerte "remodelación", adoptando las típicas características estructurales de aquella época: fosos, murallas de módulos, cabañas de grandes dimensiones para servicio comunitario, una sauna castreña..incluso talleres metalúrgicos para la transformación de oro, plata y bronce. Son estos aspectos los que denotan la importancia del castro.
Tras las Guerras Astur-Cántabras, Chao Samartín fue romanizado y convertido en una prospera capital administrativa bajo el control del ejército imperial. Su final fue tan inverosímil como inesperado, ya que fue completamente destruida por un terremoto en el siglo II d.C, quedando totalmente despoblada como civitae hasta tiempos altomedievales, cuando sus ruinas serían reutilizadas como necrópolis en tiempos de la monarquía asturiana.
Si contemplamos el yacimiento desde el Este, lo primero que llama la atención son sus fosos exteriores. Como hemos comentado anteriormente, fueron construidos durante la Edad del Hierro para reforzar la seguridad del castro. Es tal su importancia que fueron reutilizados tras la ocupación romana en el siglo I d.C. Están directamente excavados en la roca, prolongándose a los largo de unos 100 metros con dirección norte-sur. Tienen una profundidad aproximada de 5 metros, lo que nos demuestra el gran esfuerzo que debió suponer su construcción.
Justo a continuación nos encontramos con la muralla del castro, la cual posee una estructura típica de los recintos fortificados de Asturias: Son las denominadas murallas de módulos, las cuales son también típicas otros yacimientos del principado: Moriyón (Villaviciosa), La Campa Torres (Gijón), El Castillo de San Martín (Soto del Barco), Llagú (Oviedo), Castillo Veneiro (Tineo) o Folgosa (Grandas de Salime) comparten esta característica. No podemos dejar de lado que el descubrimiento de esta fortificación fue la primera evidencia arqueológica de la existencia de un poblado previo al de época romana.
Pero si el "exterior y perímetro" del yacimiento llaman la atención por si solos, el poblado en sí no podría ser menos. Chao Samartín muestra todo su esplendor en su interior, conservando gran parte de sus edificaciones prerromanas. A pesar de que muchas de ellas sufrieron reformas posteriores (tras la romanización del enclave), predominan las plantas sencillas sin indicios de compartimentación interna, además de las típicas "formas" circulares o rectangulares con techumbre vegetal. Una de las construcciones más espectaculares se encuentra frente a la puerta principal del castro: Un gran edificio abierto a modo de plaza de más de 100m2. Se trata de una planta rectangular totalmente pavimentada de losas de pizarra perfectamente escuadradas. Se cree que fue un espacio de uso comunitario creado como escenario para la reunión. Es más, se puede "comparar" de un modo más modesto y antiguo con los foros que centralizaban la actividad política de las grandes ciudades (salvando las distancias, claro está).
No debemos olvidar la acrópolis de Chao Samartín. En torno a la explanada que corona el castro se dispusieron enormes obras de cierre donde se identifica un gran edificio. En este espacio no se ha encontrado ningún indicio de uso residencial, de modo que se cree (apoyándose además en los diferentes objetos allí encontrados) que fue un espacio ceremonial apartado de los quehaceres cotidianos. El acceso a este "recinto" se realizada a través de una puerta abierta al mediodía. Curiosa era la presencia de una pequeña caja de piedra encontrada frente a este acceso, la cual contenía parte de un cráneo humano. Por último, debemos destacar que el perímetro de la acrópolis se encontraba, a finales de la Edad del Bronce, delimitada por una gran empalizada y un foso que seperaban este recinto del poblado en sí.
Tras la llegada del imperio romano a Chao Samartín, se comienza a vislumbrar un notable cambio en las tradiciones constructivas. Se comienzan a crear edificios de planta ortogonal, los espacios interiores de las viviendas se subdividen en diferentes habitáculos/habitaciones y las viviendas pasan a tener desarrollos en altura. A partir del siglo I d.C comienzan a aparecer en este enclave grupos familiares con posiciones más "elevadas" en cuanto a privilegios y rango se refiere. Se han excavado viviendas donde las monedas, los adornos personales y cerámicas de importación aparecen en abundacia. Se sabe además que sus propietarios hicieron uso de las primeras cerraduras y llaves conocidas en la historia de Asturias.
Destaca sobre manera las ruinas de una domus romana situada sobre la ladera norte del yacimiento. Se trata de una casa de porte señorial construida durante el siglo I d.C, cuyas estancias se distribuyen en torno a un atrio con peristilo columnado (como la casa de los Morillos en Juliobriga). Las habitaciones conservan gran carga de mortero que enlucían sus paredes. Sobre ellas se aplicó un sorprendente repertorio ornamental mediante la aplicación de pinturas murales y estucos que realzan vanos y evocan elementos arquitectónicos como pilastras y cornisas. Las pinturas, realizadas al fresco sobre bocetos previamente burilados, representan motivos vegetales, geométricos, simulando en ocasiones la textura de piedras ornamentales como el mármol.
El Museo se localiza en el lugar de Castro, inmediato a las ruinas del yacimiento, sobre una ladera desde la que se disfruta de una visión panorámica del conjunto arqueológico, el Camino de Santiago a su paso por el concejo de Grandas de Salime y su entorno. Fue inaugurado en abril de 2007.
La recepción de visitantes se realiza en el Museo, que se encuentra a 200m de las ruinas arqueológicas. Se recomiendan 45 minutos para la realización de una visita detallada al centro. Las visitas al yacimiento parten del Museo, tienen una duración media de 60 minutos y son siempre guiadas, ofertándose el servicio en castellano, francés e inglés.
Existe un cupo máximo de 20 personas por visita. Los grupos de más de 20 personas se atenderán previa cita. El Museo cuenta con accesos para minusválidos. Es necesario adquirir la entrada en el Museo para la visita al Yacimiento.
Más información en:
Teléfono: (34) 985 627 143
Precios: (Incluyen visita guiada al castro)
Individual 4 €. Infantil 2,5 €. Senior 2,5 €. Menores de 4 años gratuito. Grupos: Más de 20 personas, cita previa: 1,5 €.
Martes gratuito.
El castro de Llan de la Peña (Dobarganes, Vega de Liébana) es sin lugar a duda uno de los mejores exponentes de la cultura castreña en la zona lebaniega, me atrevería a decir incluso que el más destacado. Pensemos por un momento en la visión tradicional que tenemos muchos de nosotros sobre un castro cántabro. Rápidamente nuestra imaginación "vuela" hasta el castro de Las Rabas, Monte Ornedo, La Ulaña o Monte Bernorio, yendo incluso mucho más allá e imaginando un escenario virtual de las Guerras Cántabras en este contexto..pues Llan de la Peña, aun siendo totalmente diferente (como veremos a continuación) cumple con esa idealidad que tenemos sobre la Edad del Hierro y la romanización. Eso sí, adaptado a un territorio mucho más hostil y abrupto e inaccesible que en los citados ejemplos.
El yacimiento fue descubierto por Ángel Ocejo a finales del siglo pasado (año 1979), encontrándose acompañado en el momento del hallazgo e identificación por Gonzalo Gómez y C.Herrero. Pasarían tan solo dos años hasta que apareciese la primera noticia, en prensa local, sobre la aparición de este castro prerromano. En este artículo se incluiría además la "primera planta" del recinto, la cual sería realizada por al propio Ocejo, Ramón Bohigas y T. Brigido. Habría que esperar hasta el año 1988 hasta que el castro de Llan de La Peña apareciese nuevamente publicado, esta vez en el número V de la revista Sautuola. Sería en esta última donde se incluyesen aspectos más detallados sobre las prospecciones realizadas, incluso los resultados de algún sondeo practicado. Destacar que sería incluido como yacimiento de tipo castro en el Inventario Arqueológico Regional realizado entre los años 2008 y 2009.
El castro de la Ulaña (Humada/Burgos) se encuentra situado en una increíble atalaya natural entre las localidades de San Martín de Humada, Los Ordejones y Humada, dando esta última nombre al municipio donde se situa. El cerro donde se ubica posee una altitud de entre 1.120 y 1.226 metros, ocupando una extensión aproximada de 285 hectáreas. La primera referencia sobre su existencia la cita J.A. Abásolo en la "Carta arqueológica de la provincia de Burgos. Partidos judiciales de Castrojeria y Villadiego", publicada en el año 1978. Concretamente escribe sobre un castro que ocupa una extensión aproximada de 1,5 km, con murallas que alcanzan hasta 2,5 metros de alto y que proporcionaron fragmentos cerámicos. Del mismo modo, en esa misma carta arqueológica, publica la existencia de otro castro que estaría ubicado un nivel inferior, con muralla y puerta de acceso.
El yacimiento de La Ulaña tiene una extensión aproximada de 586 hectáreas, ocupando 285 la plataforma superior caliza donde se ubicaba el castro. Sobre este dato nos vemos en la obligación de hacer un alto en el camino. No, no existe un error de transcripción en los datos. Por hacer una comparación con el mayor castro prerromano encontrado en Cantabria en cuanto a su extensión, debemos de señalar al castro de Monte Ornedo (Valdeolea) posee 19 hectáreas . La comparación es odiosa por las diferentes características de cada uno de ellos, pero la diferencia ahí queda. Esto lo convierte en el mayor castro de la II Edad del Hierro de la Península Ibérica y uno de los más extensos de Europa. Respecto a las estructuras "habitables", se han encontrado un total de 267, de las cuales hay gran parte que responden a un espacio cronológico más cercano al nuestro, aun siendo antiguas. De todos modos, muchas de ellas son prerromanas, existiendo una gran variedad en cuanto a su forma: ovaladas, rectangulares, circulares, en forma de la letra griega "pi" y un largo etc.
Su ubicación, como en la gran mayoría de los castros de la zona, no es algo casual. Se sitúa sobre un cerro natural de orografía muy escarpada, siendo muy complicado su acceso debido al fuerte desnivel que posee. El lado más "accesible" (aún sin serlo realmente) se encuentra al Norte del Castro, situándose en este punto casi la totalidad de sus accesos. Por el contrario desde el Sur resultaba prácticamente imposible alcanzar la plataforma superior, al menos a lo largo de 3 kilómetros, ya que existen una serie de farallones naturales que en muchos casos alcanzan los 60 metros de altitud (de ahí que no exista muralla en esa vertiente). Veamos a continuación su estructura defensiva y características más destacables.
Es curioso como en decenas y decenas de ocasiones no somos conscientes de los lugares que nos rodean. Hace milenios la vida fluía por parajes que hoy jamás imaginaríamos. Lo que hoy es un paseo paisajísticamente increíble, se puede convertir en historia viva de nuestro pasado en cualquier momento. Pero por desgracia las piedras, que dibujan vagamente alguna estructura, son testigos mudos de un pasado que nos hace enorgullecernos, pero del que a la vez no sabemos más que lo que se nos ha proyectado en estos últimos 75 años. Y creedme, el castro de Orzales (en la península de la Lastra) es uno de esos lugares de innegable belleza natural que por desgracia no es conocido por el gran público. Igual de curioso es que este (y otros tantos) fuese descubierto por un investigador cuya obra es admirada por todos y es GUIA FUNDAMENTAL para que muchos arqueólogos e historiadores de hoy en día puedan seguir desarrollando sus estudios: Miguel Ángel Fraile López. Algunos incluso cuestionando indirectamente (cito textualmente) que una persona SIN "cualificación académica, científica o profesional necesaria" no pueda desempeñar esta labor. Muchísimas veces viajamos a la prehistoria, metafóricamente hablando, del sentido común a la hora de formular este tipo de afirmaciones…una pena.
Volviendo al asentamiento, nos encontramos en pleno corazón del Pantano del Ebro. Concretamente en el interior de la conocida península de La Lastra, en una elevación de unos 926 metros de altitud que domina el primitivo valle ahora bajo las aguas. Dicho "cerro" posee forma de cresta orientada de Este a Oeste y con unas defensas naturales (un corte natural) bastante importantes hacia el Sur y que hacia el Norte poseen una fuerte pendiente. La primera referencia a este castro la realiza el citado Miguel Ángel Fraile en su obra "Catálogo de castros cántabros. Santander" en el año 2004, sin llegar a determinarse la fecha de su descubrimiento. Años después sería incorporado al Inventario Arqueológico de Cantabria – INVAC por el arqueólogo José Ángel Hierro Gárate, dotando así al castro de Orzales de la protección "institucional" (que no física) que esta catalogación proporciona.
No cabe duda de que estamos ante un enclave por descubrir, si bien es cierto que es un asentamiento que como veremos a continuación parece estar bastante erosionado. Esta circunstancia dota de más valor a su descubridor, que sin ningún tipo herramientas contemporáneas (vistas satélite y demás que todos utilizamos) tuvo el buen ojo de acertar con su hallazgo.
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