Quien haya tenido la oportunidad de recorrer la Senda Verde (a orillas del río Pas) y levantase la vista entre las localidades de Penilla de Toranzo y Soto Irúz se habrá dado cuenta que, al lado de la enorme cantera (donde se aprecian a la perfección "testigos" de galerías y cuevas ya desaparecidas) existe una formación rocosa conocida como "Peñas de Penilla" que se eleva dominando el valle. Viajemos miles de años en el tiempo e imaginemos una incipiente población en torno al Monte Castillo, epicentro de la prehistoria en Cantabria. Una montaña caliza repleta de cuevas donde poder habitar, el rio a escasos metros y un enorme valle a sus pies donde poder cazar. Y ahora, desde lo alto de la "montaña sagrada", miremos al Este..¿Que nos encontramos a tan solo un kilómetro en línea recta?. Efectivamente, las Peñas de Penilla, cuyas laderas se encuentran orientadas al Sur y poseen las mismas similitudes (calizas, repletas de cuevas, a escasos metros del rio y un enorme valle a sus pies) que la anterior. Ahora bien, si en las grandes cuidades actuales tenemos el centro (lleno de vida y bullicio, lujosos áticos, tiendas, negocios, etc) y el extrarradio…¿pudo ser esta pequeña sierra el extrarradio de la "gran urbe" paleolítica que fue Monte Castillo?. Sin lugar a duda: SI.
Y es que quien haya tenido la oportunidad de visitar el entorno de las Peñas de Penilla podrá verificar de primera mano que cada pocos años, florece todo su esplendor milenario. ¿Cuándo? Desgraciadamente en cada tala de eucaliptos, donde las pistas se plagan de industria lítica y materiales que la maquinaría pesada va "sacando" a golpe de cazo y camión. Y entre todo este sinsentido patrimonial, aparece la pequeña boca de la cueva de Canto Pino, la cual permanece totalmente desapercibida entre zarzas y bardales hasta llegado ese momento.
El yacimiento fue descubierto por Hermilio Alcalde del Rio a principios de siglo XX. Así lo expondría Lorenzo Sierra en las Actas y Memorias del I Congreso de Naturalistas Españoles celebrado en Zaragoza en 1908) donde cita "En el mismo año de 1905, el Sr. Alcalde del Río recogió en dos cuevas en jurisdicción de Gruz, Ayunt. de Santiurde de Toranzo, part. jud. De Villacarriedo, abundante cerámica antigua". Posteriormente sería excavado por los Camineros de la Diputación, y en la década de los 80 serían los miembros del Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica – CAEAP quien reconocieran la cueva y practicarían una prospección superficial. Y a partir de entonces…el mayor de los olvidos. De hecho, quien no conoce donde está la cueva, difícilmente la podrá encontrar.
Sin duda, la cueva de Canto Pino y su entorno en las Peñas de Penilla son unas auténticas desconocidas arqueológicamente hablando. Tuvieron la mala suerte de vivir a la sombra del gran icono (Monte Castillo) y de que su interior no albergaba pinturas (tan importante para los investigadores de principios de siglo XX y para los políticos de medio pelo del siglo XXI). Pero esto no resta su importancia arqueológica ni que, cada vez que se tala los eucaliptales, surga la posibilidad de que aparezca un nuevo e increíble hallazgo…a golpe de pala. Cantabria Infinita lo llaman..
La cueva de Canto Pino posee una pequeña boca de menos de 1,5 metros de alto por 1,6 de ancho, quedando orientada esta al Sur a media ladera de las Peñas de Penilla. Desde este punto nos adentramos en un vestíbulo descendente de unos 7 metros de longitud que se desvía hacia una sala de unos 13 metros de largo por 8 de ancho. Al fondo del vestíbulo existe un salto de unos 4 metros de profundidad. La cavidad continua por largas y estrechas galerías para terminar en un corredor de unos 13 metros de longitud y tan solo uno de ancho.
En su interior se encontraron diferentes materiales relacionados con dos momentos muy distintos de la historia. Los más antiguos nos transportar al Calcolítico, donde destacan fragmentos cerámicos a mano (tanto decorados como lisos) y restos humanos correspondientes a varios individuos. Por otro lado, también existen fragmentos a torno correspondientes a la Edad Media.
Las Canalonas, o la cueva de La Esperanza como también se conoce, no será una cavidad que llame la atención por su majestuosa boca o por sus increíbles dimensiones. De hecho, lo más probable es que si pasas a su lado no la asocies a un milenario pasado. Sobre todo por encontrarse en un entorno / municipio donde abundan los vestigios prehistóricos y protohistóricos en cada abrigo o cueva que veas. "La hermana pequeña" podrían denominar algunos. Pero ese es uno de los mayores problemas de Cantabria en cuanto al patrimonio arqueologíco, el mayor diría yo: Sino tiene un bisonte, un hallazgo material espectacular o no está entre los yacimientos de cabecera (que cada cuatro años tienen que rendir pleitesía al nuevo consejero de Cultura de turno)…no existe.
Pues esto le ocurre a Las Canalonas. Pero no por ello es menor importante, todo lo contrario. A buen seguro que guarda aún infinidad de sorpresas que esperemos que en el futuro puedan ver la luz. Su valor arqueológico fue descubierto en el año 1969 por V. Gutierrez Cuevas y otros miembros de la Sección de Espeleología del Seminario Sautuola (SESS). No en vano, ese mismo año publica "Las cuevas de la montaña que contienen interés arqueológico" donde expone una relación de yacimientos conocidos hasta el momento y donde se documentan parte de las intervenciones realizadas por los camineros de la Diputación y por el propio seminario Sautuola. No obstante, las excavaciones arqueológicas que realizaron en Las Canalonas no fueron publicadas en su momento y a día de hoy se desconoce el contenido exacto de las mismas. A partir de ahí (durante décadas) se le perdió la pista hasta miembros del Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica (CAEAP) la volvieron a localizar, encontrando además las manifestaciones rupestres que explicaremos más adelante.
No cabe duda de que cavidades como Las Canalonas deberían de volver a ser revisadas y "re-investigadas" dado el valor arqueológico que albergan y que, al igual que ocurrió durante décadas tras su hallazgo, sino se vuelven a visitar se pierden en el olvido. Por que este tipo de cuevas también son parte del pasado de Cantabria.
La cueva de Los Tornillos es una de esas maravillas arqueológicas del valle de Liendo que pasa totalmente desapercibida para la sociedad en general. Y no será porque la cavidad no sea conocida por los lugareños desde hace décadas, sino porque en nuestra tierra todo aquello que no contenga arte rupestre (lo tiene, ¿no?) no "merece" ser conocido o potenciado. ¿Y a que nos lleva esto?. Pues a una desidia absoluta, siendo esta cueva la morada de rebaños de cabras cuyos excrementos copan el vestíbulo por completo hasta el extremo de hundirte los pies en según que sectores. Pero bueno, si esto le pasa la cueva de Covalejos (referente para el estudio e interpretación del Paleolítico Medio en el Cantábrico, sin arte rupestre eso sí) como no le iba a ocurrir a Los Tornillos.
Fue descubierta por el padre Lorenzo Sierra, figura clave en el descubrimiento de cuevas con arte rupestre prehistórico a principios del siglo XX en Cantabria. Además de realizar una cata en el vestíbulo, donde encontró materiales (no en abundancia) que veremos posteriormente, incluyó la cavidad en lo que fue el primer "intento" de realizar una catalogación de cuevas con valor arqueológico de nuestra región: Las "Notas para el mapa paletnográfico de la provincia de Santander", incluidas en las Actas y Memorias del 1er Congreso de Naturalistas Españoles celebrado en Zaragoza celebrado en 1908. Tendrían que pasar décadas y décadas hasta que fuese prospectada de nuevo por miembros del el C.A.E.A.P – Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica – y el G.E.L.L. en la década de los 80 del siglo pasado, encontrándose materiales en superficie al fondo de la cavidad. Poco después, en el año 1988, sería incluida en la Carta Arqueológica de Cantabria (ed. Tantín) redactada por Emilio Muñoz Fernández, Carmen San Miguel Llamosas y el citado colectivo C.A.E.A.P. Por último, ya en la década de los 90, se incluiría un artículo de Juan Tomás Molinero y José Francisco Arozamena en el número 9 del Boletín Cántabro de Espeleología, donde se podía ver una topografía de la misma y el esquema de los grabados encontrados al fondo de la cavidad. Y desde ese momento…poco (o nada más).
No cabe duda de que la cueva de Los Tornillos está a la espera de poder ser estudiada más a fondo y poder así revelarnos su potencial arqueológico. No olvidemos que, si excluimos la cata realizada por Sierra en su vestíbulo y las prospecciones superficiales de la década de los 80, no se ha realizado ninguna otra intervención en su interior. De todos modos, la falta de interés en este tipo de cuevas y su difusión, nos llevará a seguir acumulando excrementos de cabra en cantidades ingentes para cubrir y "conservar" el yacimiento intacto (he visto y oído argumentos más inverosímiles)..Cantabria Infinita lo llaman.
Todo el mundo ha oído hablar del derrumbe de la Peña (o Peñona) de Caranceja allá por el año 1930. Existen documentos gráficos y testimonios que nos hablan de aquella espectacular caída de toneladas y toneladas de piedra que sacó cantidades ingentes de agua del Rio Saja y que hizo temblar las cercanas casas de Golbardo, además de posibilitar la pesca de truchas y anguilas en las huertas cercanas. Una espectacular historia. Igual de espectacular es la historia del puente de Golbardo (prácticamente enfrente), construido entre 1902 y 1903 y que es el primero de España en emplear armadura rígida portante como soporte de hormigón. Por todo ello, fue declarado Bien de Interés Cultural. Otra historia digna de recordar.;
Y a tan solo unos metros, contemplando la construcción de uno y el derrumbe de la otra, la cueva de La Peñona de Caranceja. Una cavidad cuya historia nadie recuerda, aun albergando miles de años en sus entrañas sin que nadie haga hincapié en ella. Y no será porque no tuvo un pasado prehistórico digno de recordar, sino porque como casi todo lo relacionado con Cantabria que verdaderamente importa a nivel histórico, lejos de Memorias Históricas que dejan de lado a unos o lábaros de finales del siglo XX (no de los cántabros), queda aparcada en una cuneta. Y en el caso, no solo en sentido figurado. En La misma orilla de la carretera Nacional 634 (que en sucesivas ampliaciones ha ido destruyendo parte del yacimiento) se encuentra la cueva de La Peñona de Caranceja. Fue descubierta por Hermilio Alcalde del Río el 19 de Abril de 1903, recogiendo materiales en superficie desde el primer momento y reconociendo al instante el yacimiento paleolítico que albergaba. Meses después tanto él como Luis Sierra volvieron al yacimiento y realizaron diferentes sondeos donde diferenciaron dos niveles (Superior e Inferior) como veremos posteriormente. Décadas más tarde, en los 60, el grupo de la Sección de Espeleología Seminario Sautuola realizó varios sondeos en la primera sala sin obtener grandes resultados. A finales del siglo XX, el Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica – CAEAP identificó en un corte exterior una estratigrafía de ocupación más detallada. Y a partir de entonces, salvando la multitud de citas en diferentes publicaciones desde principios de Siglo XX..absolutamente nada.
Es curioso como el material utilizado en el puente declarado como Bien de Interés Cultural, es el culpable (junto con parte de la autovía A8) de la destrucción de otro espectacular yacimiento en lo alto de la Peña y del entorno de esta cueva (y otra denominada Peñona de Caranceja II): La mina de hormigón. Una paradoja que siempre nos lleva a la misma conclusión: Cantabria es una tierra con un potencial arqueológico increíble cuyos yacimientos sufren un abandono total si no tienen pinturas, grabados, o un Director palmero. Aún así, la llaman Infinita..
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