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Aula Arqueológica de Herrera de Pisuerga

Pisoraca fue uno de los enclaves estratégicos más importantes dentro de la expansión del Imperio Romano por el norte de Hispania. En ella se acantonó la poderosaLegio IIII Macedónica (entre otras tantas legiones) entre los años 19 a.C al 40 d.C, antes de su salida de la península. El nombre de Pisoraca es como tal, según varias teorías, una palabra de raíz céltica, apoyándose esta teoría por el sufijo "aca" similar a "briga", muy común en esta lengua. Se cree también que el antiguo asentamiento da nombre al rio que discurre justo a su lado: el Pisuerga. Siguiendo con sus orígenes, Pisoraca no nació como un enclave meramente romano, sino que tras diversas campañas arqueológicas se ha certificado la existencia de un poblamiento indígena anterior a la llegada de los romanos. Se cree que en este asentamiento era, a nivel etnológico, la confluencia de Vacceos, Turgomos y Cántabros, aunque no se sabe a ciencia cierta a quien pertenecía realmente o de donde provenían sus pobladores. De hecho, Ptolomeo cita "Sisaraca" como cuidad túrmoga al igual que Floro, que los alude como murbogos. Otras vertientes los ligan directamente con los Vacceos, pero no existen referencias escritas que apoyen firmemente esta teoría.

Los restos de este asentamiento se encuentran repartidos por todo el casco urbano de Herrera de Pisuerga. Los últimos descubrimientos en sus alrededores no hacen más que atestiguar que, además de ser un paso de vital importancia en las comunicaciones con la Meseta, por sus inmediaciones pasaba la calzada romana Via Legione VII Gemina ad Portum Blendium, arteria principal de comunicación del Imperio romano entre León (Legio VII Gemina) y Suances (Portus Blendium). De hecho, Pisoraca era el comienzo de la Calzada romana del valle del Besaya que la unía con la villa costera.

El lugar se convirtió en un importante nudo de comunicaciones de salida hacia los puertos cantábricos y para el transporte de esclavos y los cereales de Tierra de Campos hacia Flaviobriga, Portus Blendium y Portus Victoriae.

 

Primera tablilla del Itineario de Barro

El primer vestigio hallado fue una lápida dedicada por Terentia Nigella a su esposo e hijo, encontrada en Herrera de Pisuerga en el siglo XVI. Del mismo modo, en ese mismo siglo, aparecieron dos columnas militares erigidas por Tiberio y Nerón. Tuvieron que pasar siglos para que se descubriese el verdadero valor arqueológico de Herrera de Pisuerga, siendo A. García y Bellido en el siglo XX su principal valedor. Cierto que es más que una rotunda afirmación, lo que García y Bellido promulgo fue una intuición al respecto, ya que también se decantó por ubicar Pisoraca en Aguilar de Campoo.

Ya a finales del siglo XX, Jose Antonio Abásolo y Alberto Balil situaron definitivamente Pisoraca en Herrera de Pisuerga gracias a su decenas de estudios de fotografías aéreas. A partir de este estudio se comenzaron las primeras catas arqueológicas en el año 1982, llevadas a cabo por la Universidad SEK (desde 2007, IE Universidad), con la colaboración de la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento de Herrera de Pisuerga. Fueron dirigidas por aquel entonces por Emilio Illarregui y fueron determinantes para el posterior estudio de Pisoraca. Desde entonces se han encontrado numerosos hallazgos epigráficos, sobre todo terra sigillata con el sello de Lucios Terentius. Para quien no lo sepa, fue el alfarero propio de laLegio IIII Macedónica y dedico su vida a fabricar cerámica de tipo aretina para surgir a esta poderosa legión. Posteriormente se encontraron abundantes hallazgos: objetos de vidrio (copas y frascos), monedas de la época de Augusto e incluso una tésera de hospitalidad (14 d.C.).

De la época del asentamiento del Ala Parthorum (unidad auxiliar de caballería del ejército romano) se han encontrado materiales de construcción, cerámica común, Terra Sigillata Hispánica, vidrio, armas y restos metálicos de arreos y estribos. Uno de los últimos hallazgos fue, en julio de 2007, durante unas obras en la Plaza Mayor de la localidad, de unas estructuras que Illarregui interpretó como la muralla de demarcación del campamento de la Legio IIII Macedonica. Por último, a modo de apunte, los hallazgos más antiguos corresponden al año 20 a. C., donde se encuentran gran cantidad de objetos relacionados con los cuerpos de infantería y caballería. Como se puede comprobar, esta época coincide con el inicio o acuartelamiento de las Guerras Cántabras, donde Pisoraca fue un campamento o castrum de gran relevancia.

Sello de la Legio IIII Macedonica encontrado en Alemania, una vez las tropas fueron trasladadas a Mogontiacum.

La romanización de Pisoraca no llega a ser importante hasta que los romanos deciden utilizarla, por su estratégica ubicación, como campamento permanente para acometer las Guerras Cántabras (29 a.C.). Es más que probable que nunca hubiese ha llegado a tener tal importancia si la resistencia de los cántabros y astures no hubiese sido tan tenaz y férrea en castros como Cildá y Monte Bernorio.

Tras "finalizar" como tal las Guerras Cántabras (19 a.C.), y según los estudios realizados por la IE Universidad, se establecen el Pisoraca unos 6.000 legionarios de la Legio IIII Macedónica. Se mantienen allí hasta el año 40 d.C en el que fueron obligados a partir hacia Mongontiacum (Germania superior). En este momento el campamento es ocupado por el Ala Parthorum, unidad auxiliar de caballería del ejercito romano, permaneciendo en Pisoraca hasta finales del siglo I. Por último, y relevando al Ala Parthorum, se establece en el campamento la también conocida Cohors I Galica Equitata, otra reputada unidad auxiliar que, ya en el s. II, fue también enviada a Mauretania.

Como ya ocurriese en el resto del territorio cántabro, con la decadencia del Imperio romano los pueblos nativos volvieron a asentarse en sus antiguos poblados: Amaya, Cilda y Pisoraca son claros ejemplos de este repoblamiento. A comienzos del siglo V las invasiones germánicas arrasaron el norte de la Península Ibérica, volviendo a destruir lo poco que ya quedaba. Del mismo modo, en el siglo VI, los visigodos tomaron el territorio cántabro-astur, ocupando enclaves estratégicamente vitales como Peña Amaya y la antigua Pisoraca.

Centro de interpretación de Pisoraca

Tras la declaración el 22 de abril de 1993 como Bien de Interés Cultural, con la categoría de zona arqueológica, del yacimiento de Pisoraca, el ayuntamiento de Herrera de Pisuerga creó, junto con la Dirección General de Patrimonio de la Junta de Castilla y León, el Aula Arqueológica cultura militar, en un gran edificio con patio que ocupaba un antiguo mercado de ganado.

En este centro se recrea la forma de vida de un campamento legionario romano (castrum), así como diversos talleres que dan a conocer las monedas, cerámicas y objetos de la época. El centro está dividido en dos secciones, por un lado un fragmento de campamento que recrea la vida militar y por otro una calle que muestra la vida civil de los legionarios.

Info

VISITAS

Antes de visitar el centro de interpretación, debemos de concertar cita y hora por teléfono

Niños hasta 12 años: 1’80 €

Adultos: 2’40 €

   

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DESTACADOS

  • EL CASTILLEJO

    El campamento romano de Castillejo (Pomar de Valdivia, Palencia) marcó un antes y un después en el devenir de las Guerras Cántabras. Cerremos por un instante los ojos y viajemos en el tiempo más de 2.000 años, concretamente hasta el año 26 a.C. Al abrirlos nos encontraremos en lo alto del "oppidum" del Monte Bernorio rodeados de cientos de personas, las cuales han ido llegando de los pequeños castros cercanos al abrigo de esta enorme atalaya. Apenas traen ya pertenencias, bien por la celeridad de su forzada marcha, o bien porque los romanos han arrasado ya con todo aquello a lo que llamaban hogar..no son tiempos fáciles en el norte de Hispania. Tanto cántabros como astures seguían manteniendo su independencia contra Roma, pero esta vez algo era diferente. Hace apenas dos años (28 a.C. aproximadamente) se produjo una gran batalla entre nuestros vecinos los vacceos y el ejército romano, agitando la ya convulsa situación. Todos pensaron que sería una más entre tantas ya..pero no. Sería el inicio de decenas de revueltas y escaramuzas que desembocarían en lo que estamos viendo ante nuestros ojos: A menos de una legua romana (3 kilómetros aproximadamente) se podían atisbar en el horizonte miles de soldados romanos comenzando a movilizarse..algo está a punto de cambiar en la historia de Regio Cantabrorum. Tras un pequeño instante, donde un parpadeo se nos hace eterno viendo llegar la desgracia que se cierne sobre nosotros, abrimos los ojos nuevamente y nos encontramos en una inmensa loma, donde a duras penas podemos diferenciar estructuras (muchos creerán que es un páramo, sin más) que nos hablen del glorioso pasado militar de este enclave: Estamos en el campamento romano de Castillejo.

    Situado al nordeste de la localidad de Pomar de Valdivia, este campamento jugó un papel fundamental en los inicios de las Guerras Cántabras, ya que tanto su ubicación como tamaño (que detallaremos más adelante) eran cruciales para el posterior desarrollo de la contienda. Su principal cometido sería la toma y control (o destrucción como así fue) del "oppidum" del Monte Bernorio, lo cual garantizaría el control y sometimiento de la comarca. Este objetivo traería consigo el segundo e igual de importante: La apertura de una vía de comunicación hacia el norte, lo que permitiría al imperio romano controlar los pasos de la Cordillera Cantábrica y el nacimiento del Ebro. Volviendo al yacimiento, su carácter campamental fue descubierto por el investigador por Miguel Ángel Fraile en los años 90. Sería además por casualidad, ya que se encontraba en el Castillejo realizado un estudio detallado sobre los restos alto-medievales existentes en la zona. Posteriormente, a principios ya del siglo XXI, arqueólogos de la talla de Eduardo Peralta Labrador, Martin Almagro-Gorbea o Jesús Torres Martínez aportarían datos concluyentes y clarificadores sobre el campamento, convirtiéndolo en uno de los baluartes dentro de las Guerras Cántabras por su importancia arqueológica e histórica.

    Fuente: La revisión de las Guerras Cántabras - Novedades arqueológicas en el norte de Castilla (Autor: E. Peralta Labrador)
    Agradecimientos: Lino Mantecón Callejo / Rafael Bolado del Castillo